Cartas al Director, El País.
Tras la propuesta de la canciller Angela Merkel, de la necesidad alemana por contratar nuevos jóvenes cualificados, me surge un halo de alegría como estudiante de Ingeniería ya en su último curso. Parece que si las cosas no marchan bien, cuando termine aquí en España, podré hacer lo mismo que hizo mi abuelo, allá por el 62, cuando marchó a Saarbrücken, cerca de la frontera con Francia.
Pero yo me cuestiono qué es lo que pierde España, aparte de un trabajador. Pues mi abuelo fue con sus ganas de trabajar y como herramienta, sus manos. Pero si yo marchase para Alemania, España no perdería un mero trabajador, con el "ingenio" por herramienta; sino que además como he sido y soy becario desde el colegio, el instituto y la universidad, se perdería toda la inversión que ha realizado en mí el Estado.
Esa inversión en formación, tan solo durante mi etapa universitaria, asciende, aproximadamente, a unos 6.000 euros (cinco cursos a unos 1.000 euros de matrícula por curso, más 200 euros de ayuda para material).
Ciertamente, mucha gente parece alegrase de la oferta alemana, pero toda la sociedad española debería replantearse las consecuencias económicas de este ofrecimiento y cómo solventar que esta situación no se repita en el futuro. RUBÉN ESCUDERO RODRÍGUEZ - Valladolid - 04/02/2011
viernes, 4 de febrero de 2011
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