martes, 21 de mayo de 2013

LOS GASTOS DE REPRESENTACIÓN DE LOS PARTIDOS LOS PAGA AL 90% EL DINERO PÚBLICO

La viñeta es ajena al texto de  Luis María ANSON
Según la contabilidad oficial, al margen de que existiera o no caja B, el Partido Popular derrochó en el año 2011 la cantidad de 133.398.210 euros.
Por las cuotas de los afiliados ingresó 12.303.879 euros y otros 2 millones por donaciones.
Queda claro que el 90% de lo que gasta el Partido Popular, y lo mismo puede decirse del PSOE y de las centrales sindicales CCOO y UGT, proviene de subvenciones directas o indirectas del Estado, es decir, dinero público puro y duro.
Que un partido beneficie a algunos de sus dirigentes con cantidades periódicas para gastos de representación entra dentro de la lógica.
Si los interesados no han declarado ese dinero a Hacienda será su problema, no el del partido.
Otra cosa es la financiación ilegal con mordidas a las empresas a las que se beneficia a través de favores políticos en la concesión de licencias, contratos u otras prebendas.
El PSOE fue condenado judicialmente por esta práctica abominable.
 Nada habría que objetar, por consiguiente, a las cantidades entregadas por el Partido Popular a algunos de sus dirigentes si ese dinero procediera de las cuotas de los afiliados.
Pero como los sobresueldos se pagan al 90% con dinero público, parece lógico que se exija el obligado control democrático.
Pocos ciudadanos estarán de acuerdo en que se paguen con sus impuestos los gastos de representación o los sobresueldos de los dirigentes de un partido político.
Luz y taquígrafos, por tanto.
Los partidos políticos se han convertido en un gran negocio con el dinero de todos. Y habrá que hacerlos transparentes para vergüenza de muchos. La ciudadanía no se chupa el dedo. Intuye lo que ha pasado, lo que está pasando. Por eso sitúa a los partidos políticos en el tercero de los diez grandes problemas que atosigan a los españoles.
 Luis María ANSON de la Real Academia Española

lunes, 20 de mayo de 2013

Los trapos sucios de Bankia y otros más; por Javier Gómez de Liaño, abogado y magistrado en excedencia



Los trapos sucios de Bankia y otros más; por Javier Gómez de Liaño, abogado y magistrado en excedencia
 24/05/2012
El día 24 de mayo de 2012, se ha publicado en el diario El Mundo, un artículo de Javier Gómez de Liaño, en el cual el autor afirma que los españoles, en general, tienen absoluto derecho a saber qué ha pasado con la antigua Caja Madrid y sus accionistas, en particular, a la defensa de lo que es suyo.

LOS TRAPOS SUCIOS DE BANKIA Y OTROS MÁS
A José Luis Gutiérrez, sin fuego ya en el volcán de su corazón.
Resulta que un banco de nombre comercial Bankia, surgido en 2010 mediante una operación financiera conocida como fusión fría, pero que, al fin y al cabo, consistió en la unión de siete cajas de ahorro -las dos grandes eran Caja Madrid y Bancaja- aglutinadas con el título de Banco Financiero y de Ahorros, ha sido nacionalizado.
La entidad gestionaba unos 340.000 millones de euros de activos y al parecer recibió del Frob -acrónimo de Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria- una ayuda por importe aproximado de 4.500 millones de euros, más, según dicen, lo que te rondaré, morena.
España es un país sorprendente y a mí, que lo conozco bien -entre otros motivos, por mi condición de funcionario en tiempos pretéritos-, me mantiene en una especie de asombro perpetuo.
Una de las cosas que más me pasman de él es su capacidad de superación en el difícil arte de la trampa, que, al menos en teoría, debiera haberse desterrado para siempre con la democracia.
Sin embargo, no ha sido así y la propia picaresca de políticos, empresarios y financieros de escasos escrúpulos ha supuesto una gran oportunidad para beneficiarse a costa de quienes, en su honesta sencillez y pobreza de conocimientos, se estremecían con la complejidad de términos como el PIB, la balanza de pagos, el déficit público, la tendencia alcista del índice del coste de la vida, la inflación galopante, la deuda pública o la prima de riesgo.

No quiero señalar a nadie porque nadie soy para juzgar a nadie y menos para acusar a nadie.
Durante los casi trece años transcurridos desde que empecé a escribir en EL MUNDO, el paciente lector habrá podido comprobar que mis opiniones sobre los diferentes asuntos que he tratado se expresaron, salvo en media docena de ocasiones que requerían un tono diferente, con la prudencia y buenos modos que cabe exigir a un hombre algo mayor y dedicado a cuestiones de leyes y justicia, que son mis circunstancias.

Dicho lo cual, quisiera dejar constancia escrita de una pregunta que reconozco no es nada ingenua. ¿Está el Gobierno decidido a limpiar el mundo de los dineros y a terminar con los favores, chanchullos, trapacerías y gatuperios que, por lo que se lee y oye, son moneda corriente?

En foros y encuentros especializados se dice que de varias cajas de ahorros han volado miles de millones de euros que nadie o casi nadie sabe dónde están o, si alguien lo sabe, se lo calla, y en tertulias, corros, peñas y mentideros se susurra que don Fulano, don Mengano, don Zutano y don Perengano, todos ellos altos responsables de entidades financieras de ahorro se llevaron a donde fuere lo que no les correspondía y, según todas las apariencias, sigue sin corresponderles. Los que tenemos cierta edad sabemos de banqueros que se marcharon a su casa o para el otro mundo, con lo puesto. Mas, por desgracia, también conocemos otras gentes de las que quizá fuera imposible pensar lo mismo.

El Gobierno, si quiere contar con el crédito que, a tenor de las encuestas, cada día que pasa se devalúa, debería hacer un esfuerzo de valentía política y sacar a la luz, sin miedo a sus consecuencias, la mugre que puede estar almacenada durante años en balances y cuentas anuales, anegando a las instituciones financieras en un ambiente irrespirable.
Las verdaderas secuelas dimanan no del escándalo sino del tapujo. Con razón, la semana pasada el editorialista del Financial Times preguntaba: ¿por qué al Banco de España, al Gobierno y a los banqueros les resulta tan difícil reconocer y contar la verdad sobre lo sucedido en Bankia?

No parece que el propósito del presidente ni el de su ministro de Economía sea contestar y menos, adecuadamente. Por el camino contrario, el de la timidez o la cobardía, el Partido Popular ha vetado en la Mesa del Congreso la iniciativa de varios grupos parlamentarios de crear una comisión de investigación.
Por no permitir, ni siquiera ha consentido que los anteriores gestores de la entidad comparezcan en sede parlamentaria para dar cuenta de sus actos.
Bastarán las explicaciones que ofrezca, a puerta cerrada, el subgobernador del Banco de España.
La postura gubernamental me parece un error enorme e injustificable.
En este asunto, lo mismo que en otros de cajas de ahorro en bancarrota, hay que tener presente el irresponsable papel desempeñado por los protagonistas del drama, empezando por sus presidentes y siguiendo, incluso con superior reproche de ilicitud, o de indolencia, con el gobernador del Banco de España, que hace poco más de un mes autorizaba a Bankia a seguir con sus planes, hasta el punto de dar el visto bueno al pago del millonario bonus de 2011 a sus directivos.

Los españoles, en general, tienen absoluto derecho a saber qué ha pasado con la antigua Caja Madrid y sus accionistas, en particular, a la defensa de lo que es suyo. No basta con que un Gobierno al que se supone honesto, como sinónimo de decente y honrado, gobierne con rectitud. Es preciso que también con probidad cuente la historia de lo ocurrido y, en su caso, si hubiere lugar a ello, a través del ministro de Justicia, imparta instrucciones al fiscal general del Estado para que promueva las acciones que procedan en defensa de la legalidad y del interés público.

Quienes gestionaron mal y por tal ha de entenderse la administración desleal, el falseamiento de cuentas, la adopción de acuerdos abusivos, la obstaculización de actividades inspectoras o supervisoras, la disposición fraudulenta de bienes o la asunción de obligaciones de las que se hayan derivado perjuicios notables y evaluables a sus socios y depositarios, deben responder de ello.


Quienes gestionaron mal y por tal ha de entenderse la administración desleal, el falseamiento de
cuentas, la adopción de acuerdos abusivos, la obstaculización de actividades inspectoras o supervisoras, la disposición fraudulenta de bienes o la asunción de obligaciones de las que se hayan derivado perjuicios notables y evaluables a sus socios y depositarios, deben responder de ello.

Las instituciones y las personas se deterioran tanto por el mal que hacen como por el mal que ocultan.
Me parece un desatino mayúsculo suponer que hay que tapar la porquería por temor a su onda expansiva.
El encubrimiento, aparte de ser una figura autónoma de delito, es todavía algo más y quizá peor.
Es un engaño a la ciudadanía, pese a que alguno quiera adornarlo con eso que los meapilas -con perdón- llaman mentiras piadosas. Nadie debe temer las manchas de grasa ajena, y menos que nadie el Gobierno, que saldría fortalecido con un tratamiento de aire libre y pleno sol.
Los que se han pringado no son tantos como parecen, ni tampoco tan fuertes como se supone. Se me ocurre que hoy su única fuerza es la del inmerecido silencio que los arropa.

Las instituciones y las personas se deterioran tanto por el mal que hacen como por el mal que ocultan.
Me parece un desatino mayúsculo suponer que hay que tapar la porquería por temor a su onda expansiva.
El encubrimiento, aparte de ser una figura autónoma de delito, es todavía algo más y quizá peor.
Es un engaño a la ciudadanía, pese a que alguno quiera adornarlo con eso que los meapilas -con perdón- llaman mentiras piadosas. Nadie debe temer las manchas de grasa ajena, y menos que nadie el Gobierno, que saldría fortalecido con un tratamiento de aire libre y pleno sol.
Los que se han pringado no son tantos como parecen, ni tampoco tan fuertes como se supone. Se me ocurre que hoy su única fuerza es la del inmerecido silencio que los arropa.

Quede claro, una vez más, que no estoy pidiendo la cabeza de nadie porque no quiero, ni quiero que
nadie quiera, la cabeza de nadie.
Lo que sí patrocino y no sin poco énfasis, es que la ley se aplique. Esa ley ya existe y nadie tendrá que inventársela. Se llama Código Penal y a él se refería el señor Torres-Dulce, o sea el fiscal de la cosa pública, cuando el pasado fin de semana, en una entrevista a la agencia Europa Press informaba que había dado órdenes al fiscal Anticorrupción “para que se depuren todo tipo de responsabilidades que pudieran derivarse de la gestión de las cajas de ahorro” y expresaba su voluntad de que se averigüe, entre otras cosas, “si la percepción de determinadas cantidades indemnizatorias pudiera esta incursa en algún tipo delictivo”. O sea, lo mismo que días antes, en estas mismas páginas, proponía el sagaz e instruido Pedro G. Cuartango cuando invocaba los artículos 290 a 297 del Código Penal, dedicados a los denominados delitos societarios. A su juicio, las conductas que allí se recogen son las que han caracterizado presuntamente a los directivos de las cajas de ahorro y le llamaba la atención que hasta ahora ninguno hubiera sido procesado, pese a que el quebranto de las cuatro entidades que integraban Bankia había supuesto para el Estado más de 30.000 millones de euros.

Estoy convencido de que una gran mayoría de ciudadanos aplaudiría la iniciativa del Ministerio Fiscal y hasta colaboraría con él, en tanto en cuanto supondría que la Justicia trata a todos los paisanos por igual. Éste es un axioma aplicable a todos los países, en todos los ámbitos y a todos los momentos históricos. La igualdad ante la ley, lo mismo que ante la Justicia, no admite excepciones, ni interpretaciones, ni distingos. Es algo hermético e inalterable que discurre, o debe discurrir, por cauces ajenos al de las necesidades, conveniencias u oportunidades políticas que, cuando la interfieren, como puede ser el caso, acaban convirtiéndose en actitudes cómplices e impolíticas.

Admito que la intervención de jueces y fiscales en estos asuntos puede originar una especie de saldo de trapos sucios. No importa. La gran mayoría de españoles no tiene trapos sucios propios que esconder. También reconozco que no estoy demasiado seguro de que fuera sano destapar de golpe la cloaca de los mangantes, pues, a lo peor, a más de un juez, o de dos, partidarios -equivocados, por supuesto- de la prisión preventiva, antes de que lleguen las vacaciones y los turistas, les da por habilitar hoteles para residencia de imputados. No obstante, me reafirmo en la idea de que mi papel no es el de apuntar a nadie con el dedo acusador. Me conformo con ponerlo en la llaga.

2013 20 mayo
Extraño, divagatorio y casi etéreo señor juez
El Mundo | Javier Gómez de Liaño
«Sea el juez honesto en la vida, justificado en lo que mande, noble para honrar a todos, comedido y con buen entendimiento, manso y bien criado en sus palabras, escriba siempre con la máxima corrección posible y con respeto al destinatario de sus resoluciones».
Traigo a colación estas recomendaciones que pueden leerse en algunos textos de literatura judicial a propósito del auto que el viernes pronunció el titular del Juzgado de Instrucción número 9 de Madrid, en el que decretó la prisión provisional eludible mediante fianza de 2,5 millones de euros de quien fue presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, por la compra en 2008 del City Nacional Bank of Florida y que, según el Banco de España, fue por 1.134 millones de dólares cuando valía la mitad.

Quizá deba advertir que no soy sospechoso de simpatizar con quienes hayan podido saquear la entidad.
Pido disculpas por citarme, pero hace ahora un año publiqué en esta misma página un artículo titulado.
Los trapos sucios de Bankia y otros más. En él defendí la exigencia de responsabilidades a quienes gestionaron mal y que por tal había que entender la administración desleal, el falseamiento de cuentas, la adopción de acuerdos abusivos, la disposición fraudulenta de bienes o la asunción de obligaciones de las que se derivaron perjuicios notables para socios y depositarios de la antigua Caja Madrid.
Es más.
Hago mías las palabras que Lucía Méndez escribía ayer: «Por algún lado la sociedad tenía que reaccionar (…) y allí donde el poder político ha renunciado a exigir responsabilidades, han sido los jueces los que han impulsado esta rendición de cuentas».

Tras el aviso, la resolución del juez don Elpidio Silva Pacheco me parece incorrecta.
En el fondo y en la forma.
Respecto a lo primero, porque mandar a prisión, aunque sea preventivamente y con la opción de prestar fianza para librarse de ella, a quien acude a la llamada judicial tan pronto es citado –al parecer, por conducto de su abogado– requiere una motivación reforzada, cosa que no aparece en el auto en cuestión.
Decir que «se aprecia un innegable riesgo de fuga, fundamentalmente, porque el pronóstico de pena correspondiente a los hechos imputados permite sustentar, en tal sentido, la adopción de la medida» o que «la libertad del imputado pudiera incurrir en ocultación, alteración o destrucción de las fuentes de prueba relevantes» es un argumento jurídicamente inconsistente, pues habría que razonar, desde la demostración, que ambos riesgos son reales, tarea que el juez no hace de forma convincente. Si tan elevados eran los peligros de huida y quebranto de las fuentes de prueba, entonces lo procedente hubiera sido la prisión incondicional. Más, todavía, cuando la cuantía de la fianza no estaba fuera del alcance del imputado, como así ha resultado.

Si se trataba de adoptar la medida cautelar personal, lo procesalmente adecuado y lo justo hubiera sido la libertad provisional con fianza a constituir en un plazo razonable –art. 529 Ley de Enjuiciamiento Criminal– y no la de prisión eludible mediante fianza, que es garantía bien distinta de la anterior y frecuentemente adoptada por los jueces de la Audiencia Nacional en asuntos semejantes y aún de superior gravedad.

Ahora bien, diferente es que con la «prisión eludible mediante fianza» del señor Blesa, o en ella, alguien quiera ver un fin distinto al de la propia decisión, como atemorizar a cierto personal o dar gusto a otro. A menudo el griterío para que se encierre a la gente es ensordecedor y son muchos los que se alegran cuando a alguien se le manda a la cárcel, pues entienden que los jueces están, entre otras cosas, para ejercer la venganza social. Porque no nos engañemos. Miguel Blesa entrando y saliendo de la prisión de Soto del Real ha sido tan buen espectáculo como el del diestro Alejandro Talavante encerrado con seis victorinos en la Plaza de las Ventas, de Madrid.

Sin embargo, la prisión provisional jamás puede tener como fin apaciguar clamores sociales. Recuérdese que los castigos en buena y equilibrada norma no tienen por qué ser ejemplares sino justos, precisos y puntuales. Que vaya a la cárcel quien tenga que ir, pero no perdamos la calma ni nos ensañemos con nadie. Menos si aún no ha sido juzgado. Cuando se decreta una prisión provisional, sea condicional o no, el juez no está aplicando Justicia.
La Justicia se aplica cuando la pena cae sobre el delincuente que lo es al término de un proceso con todas las garantías. Que algunas prisiones preventivas se dicten e interpreten como «sanciones ejemplarizantes» desfigura la naturaleza de la institución, fenómeno en el que tiene mucho que ver el que la medida sea dictada por el propio juez encargado de la instrucción. Si quien instruye no puede juzgar, a estas alturas no debería haber dudas de que ese juez está inhabilitado para acordar la prisión preventiva respecto de quien es sujeto de su investigación. Sin necesidad de esperar a la futura Ley Procesal Penal, actualmente en estudio, lo razonable es que lo hiciera otro juez o tribunal distinto, objetivamente imparcial y no contaminado.

En cuanto a algunas cosas que el señor juez pone en su auto, confieso que como ciudadano del montón, docto en nada, curioso de casi todo y aprendiz de leyes desde hace 50 años, me he quedado perplejo.
Hablar de «la tormenta perfecta», calificar de «aberrante» la gestión de Caja Madrid o «de que en medio de una tempestad, no existe barco que, a todas luces, tenga que aguantar ni, ante la presencia de un tsunami, existe mejor o peor tumbona para pasar la tarde tomando el sol», me parecen volantines de la palabra empleados para disfrazar la vaciedad del razonamiento jurídico. Los jueces se sirven de la palabra justa para ser tan justos como desean, pero jamás deben abusar de ella, puesto que, en tal caso, suele ser vengativa y tiene mucha memoria. No sé si su señoría redactó su resolución en un momento de agotamiento mental, pero de lo que estoy convencido es de que los autores de este tipo de resoluciones, aunque coreadas por una justicia de chusma, al final terminan cayendo en la absoluta indiferencia.

Hace un par de meses saltó la noticia de que el Consejo General del Poder Judicial había puesto en marcha un proyecto para combatir el estrés que padecen algunas de sus señorías e incluso que había editado un manual de relajación para ayudar a sobrellevar las tensiones de la profesión.
Se trataría y es literal, de mantener «un estado de ánimo positivo» para lo cual se recomienda la práctica diaria de unos sencillos ejercicios consistentes en «respirar profundamente», mientras se piensa «estoy tranquilo», «apretar los párpados» durante cinco segundos, «levantar las piernas y tensar los muslos» y, sobre todo, «contraer y relajar los glúteos».
A mí estos consejos me parecen una estupidez de tomo y lomo, pero si el CGPJ ha tirado del presupuesto para pagar el invento será porque puede resultar útil a quienes a menudo rondan el atolondramiento, aunque mucho más barato es estudiar la buena jurisprudencia, empezando por la de nuestro Tribunal Supremo.

En El asesinato del perdedor, Cela escribe que «un juez debe ser sereno, viejo y escéptico ya que la justicia no tiene por misión arreglar el mundo sino evitar que se deteriore más (…) Don Cosme, el juez que encerró a Mateo Ruecas, está poco maduro, es joven y tiene ilusión pero eso no basta y a veces sobra; don Cosme piensa que el Espíritu Santo le ayudó a ganar las oposiciones a cambio de su solemne compromiso de enderezar el torcido mundo y borrar de la faz de la tierra el vicio y los malos hábitos».
Pues eso, señoría.
Javier Gómez de Liaño es abogado y juez en excedencia.

Indignado


miércoles, 8 de mayo de 2013

miércoles, 1 de mayo de 2013

La estupidez es contagiosa, si te rodeas de idiotas probablemente termines siendo uno; y viceversa.



Caciquismo, mediocridad inoperante activa
Si leemos el diagnóstico que Joaquín Costa hace de la España de 1899 (“Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno”), aquella España se parece demasiado a la España actual. Joaquín Costa afirmaba que el régimen político existente en España era un régimen oligárquico y caciquil. España, decía, estaba gobernada por una oligarquía de “notables”.
Y por tal motivo afirmaba Costa que España no era una nación libre y soberana; en España no había propiamente un parlamento, ni partidos; lo que algunos hoy denominan “partitocracia”.

Pero si esto es ya reprobable, hay algo que lo es muchísimo más, y de lo que también Joaquín Costa ya hablaba: el régimen caciquil posee un elitismo perverso impide lo que más tarde Wilfredo Pareto denominaría “la circulación de las elites”; en el régimen caciquil los más capaces y los mejor preparados son apartados, es la postergación sistemática, la eliminación y exclusión de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus (Del latín, significa rebaño servil) a la elite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.

España es una meritocracia a la inversa. El actual régimen político selecciona a los peores y prescinde de los mejores individuos, de las personas componentes de la sociedad española.
En el régimen caciquil oligárquico sólo triunfan los peores. Para que “triunfen los peores” es imprescindible que esté presente lo que los psiquiatras y psicólogos denominan “trastornos de mediocridad”, el defecto, la ausencia, o inhibición de la presión por la excelencia, en sus varios grados de intensidad.

La “forma más simple de mediocridad inoperante” es prácticamente asintomática, y se caracteriza por una actitud de híper adaptación y de falta de originalidad/creatividad de los individuos.

La forma más aguda, aunque no severa, de mediocridad inoperante o pseudo-creativa, va acompañada de rasgos pasivo-agresivos.. Y la forma más severa, denominada mediocridad inoperante activa (MIA), es la forma más maligna, con exacerbación de las tendencias repetitivas e imitativas, exagerada apropiación de los signos externos de creatividad y excelencia, ansia de notoriedad que puede llegar hasta la impostura, (pretender ser algo que no se es) y, sobre todo, intensa envidia hacia la excelencia ajena, lo cual procura boicotear, o incluso destruir por todos los medios a su alcance.

Me dirán que la mediocridad es una característica común a todos los grupos humanos, que no es una cuestión gravemente preocupante, y que la mediocridad incluso favorece la conformidad, y, en muchas culturas, la conformidad asegura la felicidad de muchos, si no de la gran mayoría de los individuos.
Y ciertamente así es, pero cuando pasamos a hablar de quienes padecen un grado de mediocridad más aguda o severa, estamos hablando de “palabras mayores”: Mientras que el mediocre simple sigue razonablemente las directrices predominantes, sin esforzarse más allá de las mínimas exigencias externas, en este segundo tipo están presentes elementos pasivo- agresivos.

Al darle todo igual, al traerle al fresco todo o casi todo, y no distinguir lo bello de lo feo, ni lo bueno de lo malo, el mediocre inoperante no siente inclinación por propiciar progresos de ningún tipo, y todo aquello en lo que interviene está condenado al estancamiento.

El mediocre inoperante produce y estimula maniobras repetitivas e imitativas, es más proclive al consenso que al descubrimiento, y prefiere lo trillado a lo innovador.
En la mayoría de los casos, esta patología no tiene grandes repercusiones sociales, excepto cuando el mediocre inoperante ocupa puestos clave o de cierta responsabilidad (el mediocre inoperante suele estar bastante satisfecho de su inoperancia o pseudo creatividad, siendo las personas de su alrededor quienes sufren las consecuencias de sus actos) la organización que tiene la triste fortuna de tener a un mediocre inoperante en cabeza, empieza pronto a dar muestras de parálisis funcional progresiva, generalmente acompañada de hiperfunción burocrática, con la que se intenta disimular la falta de operatividad.

Cuando la mediocridad inoperante ya es severa, Mediocridad Inoperante Activa, el individuo afectado tiende a desarrollar fácilmente una gran actividad, inoperante, por supuesto, acompañada de un gran deseo de notoriedad y de control e influencia sobre los demás, que puede llegar a revestir tintes casi mesiánicos (cuando un individuo afectado de Mediocridad Inoperante Activa está presente en ambientes académicos, por otra parte muy susceptibles a la infección por MIA, tiende a adoptar poses de maestro, sin ningún mérito para ello).
Fácilmente puede llegar a encapsularse –a la manera de un virus- en pequeños grupos o comités que no producen absolutamente nada, pero que se asignan funciones de “seguimiento y control” que les permite entorpecer o aniquilar el avance de individuos brillantes y realmente creativos.

El MIA que tiene algún poder en puestos burocráticos tiende a generar grandes cantidades de trabajo innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su tiempo, o bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Por otra parte, el Mediocre Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el bien y el progreso ajenos.
Mientras que las formas menores de mediocridad inoperante presentan simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento. Ni que decir tiene que entre estas formas de actuación destructiva se encuentra lo que se denomina “mobbing” o acoso institucional.
Y, ¿Quiénes son los individuos que corren riesgo de padecer mobbing? Pues los expertos consideran que existen tres grandes grupos:
Añadir leyenda

1) Los envidiables, personas brillantes y atractivas, pero consideradas como peligrosas o competitivas por los líderes implícitos del grupo, que se sienten cuestionados por su mera presencia;

2) Los vulnerables, individuos con alguna peculiaridad o defecto, o, simplemente, depresivos necesitados de afecto y aprobación, que dan la impresión de ser inofensivos e indefensos;

3) Los amenazantes, activos, eficaces y trabajadores, que ponen en evidencia lo establecido y pretenden imponer reformas o implantar una nueva culturaLas maniobras principales que el mediocre inoperante activo utiliza para el acoso psicológico de su víctima son las siguientes:
a) Someterlo a acusaciones o insinuaciones malévolas, sin permitirle defenderse o expresarse.
b) Aislarlo de sus compañeros, privarlo de información; interrumpir o bloquear sus líneas de comunicación.
c) Desconsiderar e invalidar su trabajo, distorsionar o tergiversar sus actividades y comentarios, atribuirle motivaciones espurias o vergonzantes.
d) Desacreditar su rendimiento, dificultar el ejercicio de sus funciones, ocultar sus logros y éxitos, exagerar y difundir, fuera de contexto, todos sus fallos, tanto reales como aparentes.
e) Comprometer su salud, física y psíquica, mediante una constante presión estresante que favorece las alteraciones depresivas, psicosomáticas, y actos de huida que pueden llegar hasta la renuncia brusca al puesto laboral o al suicidio. Lamentablemente todos nosotros tenemos un idiota cerca, estoy hablando de la persona que, sea cual sea la razón, va intentar arruinarme el día solo por deporte.

No hay que negar que existan, siempre existieron y siempre van a existir, como las cucarachas.
Este tipo de personas tienen una enorme capacidad para trasladar sus genes a otras, convirtiendo a los demás en idiotas improductivos. Si a alguien le suena excesiva la denominación, he de decir que no he encontrado otra que mejor defina a esta clase de ser humano (homo stultus, mejor dicho) no obstante de lo que sí tengo certeza es de que, si ya con leer estas breves líneas le vienen a la mente una o más de una personas, lo mas probable es que estos consejos sean de utilidad. ¡Deseo que también los tengan en cuenta quienes nos gobiernan, si aún no han sido contagiados con el virus de la mediocridad inoperante activa!

Antes de finalizar, permítanme señalarles algunas actitudes a adoptar, que les serán muy útiles para lidiar con idiotas es: Primero de todo, identificarlos.
El individuo mediocre inoperante activo es una persona “negativa”, ante cualquier situación su respuesta será negativa, los problemas no tendrán solución, el mundo se acabará ante el primer obstáculo. Lo malo no es que sea negativo, sino que esto sea contagioso.
Imposibilidad para “focalizar”, rara será la ocasión en que centre su atención en algo, siempre tendrá algún problema que le impida realizar cierta tarea en concreto o en su defecto encontrara alguna excusa para no hacerla.
Siempre buscará defectos en otras personas. Su principal diversión del día será criticarlas, lo cual se debe simple y llanamente a su carencia de vida propia, es por eso que la crítica a terceros es su herramienta para subsistir.
Nunca escucharás a esta clase de personas alegrarse por los logros de los demás, nunca saldrá de su boca una felicitación para alguien que mediante su esfuerzo logra cumplir sus sueños. En lugar de esto escucharás una serie de razonamientos por los cuales esas personas llegaron a sus metas, seguramente, haciendo cosas incorrectas.
Son especialmente contagiosos: Y ésta es su principal característica, la más importante de todas, y la más peligrosa.
La estupidez es contagiosa, si te rodeas de idiotas probablemente termines siendo uno; y viceversa.
Es importante alejarse de ellos, como si de una epidemia se tratara. Puede sonar cruel, “feo” pero es la pura verdad, los idiotas contagian su nefasta mediocridad, ellos no buscan rodearse de gente exitosa, no buscan la excelencia, no les hace sentir bien. Prefieren la compañía de otros mediocres como ellos que, les permitan ver que su vida es la mejor forma de vida, que “así” se está bien, que no se puede ser mejor.

Segundo paso: Mentalizarse
Cuando alguien está afectado de idiotez, por lo general suele ser de manera crónica, son pocas las ocasiones en las que los idiotas se curan, y se transforman en personas productivas, no voy a afirmar que sea cosa imposible, pero la experiencia demuestra que la mayoría de las personas afectadas de estupidez no tienden a cambiar.
Es necesario, imprescindible convencerse de ello, no olvidarlo, y procurar alejarse de ellos y, así evitar que su mediocridad nos contagie, más vale cuando uno se percata de la presencia de un cretino, no contar con él absolutamente para nada.

Tercer paso y ultimo: Vacunarse.
Como lo más probable es que nos encontremos con idiotas en todos lados, sea en el trabajo, en la calle, en la familia, en los lugares más insospechados; es por lo que uno debe procurar “vacunarse” para saber lidiar con ellos, ya que no es posible eliminarlos o hacerlos desaparecer de nuestras vidas; solo podemos conocerlos y evitar que alguna de sus características se nos pegue.
Y… ¿cómo vacunarse? Pues de la siguiente manera:
Ignorándolos. Cuando un estúpido se sienta ignorado, rápidamente huirá, e irá en busca futuras víctimas. No llevándoles la contraria. Discutir, tratar de convencerlos de algo es una pérdida de tiempo y de energías, no sirve de nada, ellos siempre ganarán cualquier discusión, su objetivo es hacernos perder nuestro precioso tiempo.
La mejor manera de ganar una discusión con un idiota es decirle que sí (como a los locos) y centrarnos en nuestras cosas.

No permitiendo que nos afecten.
El idiota tiene una gran habilidad para atacar distintos flancos, es por eso que probablemente en algún momento impacte en algún lugar que nos duela, y es ahí donde podemos llegar a sentirnos desequilibrados.
No hay que dudar, dejar entrar a una persona con estas características en nuestras vidas será un error que pagaremos caro.
Si reflexionan un poco sobre todo lo descrito, llegarán a la conclusión de que no caben muchas más soluciones.
Y nunca olviden que quienes pretenden enfrentarse, encarar un problema, buscan soluciones, no buscan pretextos, y menos se dedican a crear “observatorios inoperantes”.

Toxo y Méndez descartan una huelga general y piden "un gran consenso de país"

lider



"Lo mínimo" que debería haber hecho "para mostrar respeto a los ciudadanos, era sentarse el viernes en el Consejo de Ministros y dar una explicación" de las medidas adoptadas el pasado viernes. En lugar de eso, "ha esperado diez días para hacer una comparecencia", señaló.
 (...)
"En el fondo, la presidencia de Mariano Rajoy no es más que el reflejo de su propia personalidad", reflexionó Díez, "lo conocemos, es una persona que ha llegado a presidente de su partido soportando las presiones internas, con la estrategia de aguantar, de no moverse y esperar a que caigan otros", señaló. "Está repitiendo ahora esa misma estrategia de 'a ver si caen otros'". La líder magenta considera que "en una situación tan crítica y tan dramática" como la que atraviesa nuestro país, esta no es una estrategia válida porque "los españoles no tienen porqué vivir castigados por la incomunicación o incapacitación de sus gobernantes. Estamos cargando sobre las espaldas de los españoles la incompetencia de los gobernantes", criticó.
(...)
"Hay tantísima gente sufriendo tanto, que el hecho de que no sean capaces de enfrentarse a esto es signo de que también hay mucha cobardía", y apostilló que eso "el presidente del Gobierno lo sabe porque tiene aptitud en el sentido de conocimientos". Rosa Díez