Ahora parece políticamente incorrecto defender la descentralización pero el Estado de las autonomías, con toda su hipertrofia o pese a ella, ha equilibrado España y ha impedido la fractura de la cohesión nacional.
Lo que hay que revisar, al menos en primera instancia, son sus excesos —entre los que está la suplantación de las diputaciones a través de estructuras provinciales duplicadas, no su naturaleza.
El problema de la sostenibilidad de una administración indiscutiblemente sobredimensionada no se soluciona con la sierra de amputar, sino con el bisturí del ahorro.
Techos de gasto, límites de endeudamiento, barreras de austeridad, ajustes presupuestarios.
La mutilación no es una terapia. Y deberían saberlo mejor que nadie quienes sin duda de buena fe propiciaron el desparrame que ahora proponen controlar a hachazos.
Toda arquitectura institucional tiene grietas, pero la estabilidad de un país no se consigue a base de demoliciones compulsivas. Y lo menos que se puede pedir a exgobernantes responsables es que formulen propuestas en frío, elaboradas y con matices. Para aumentar la confusión ya se bastan los dirigentes en activo. Ignacio Camacho. ABC.
martes, 8 de febrero de 2011
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