lunes, 14 de febrero de 2011

Boadella

Albert Boadella: «En Madrid hallé a los mayores defensores del nacionalismo catalán».
En pleno debate nacional sobre la prohibición de fumar, los actores de «Amadeu» se pasean fumando habanos y algún que otro porro. Boadella en estado puro

Albert Boadella Peina canas, pero sigue manteniendo ese aire de «enfant» terrible, rebelde, bufón y provocador que tantos disgustos le ha acarreado a lo largo de su carrera profesional.
Cuando habla, lo hace mirando a los ojos al interlocutor. Insumiso frente a los poderes fácticos, azote de nacionalistas, este genio creador defenestrado en su amada Cataluña, ha encontrado en Madrid la libertad y el respeto que le niegan en su tierra natal.
—En un momento de la representación, Amadeu dice: «No hay nada tan español como ser catalán». ¿Boadella es sinónimo de provocación?.
—Es la realidad. Históricamente la formación de España empieza desde Cataluña, el País Vasco y Asturias con Don Pelayo. La marca hispánica. Avanzan hacia abajo y así se forma España. Pero es que además hay cosas fantásticas. Los dos fandangos más bellos que se han hecho en este país son el fandango del padre Soler que nació en Olot hace un par de siglos y el fandango de Doña Francisquita de Vives. Es decir, que pensar que los catalanes tienen una cultura distinta de la española es una aberración.

—Si pudiera, ¿representaría esta obra en Cataluña, o sigue vetado?.
—Esta obra no pertenece a mi producción y no puedo hacer nada al respecto. Ahora bien, tengo la impresión de que los catalanes no la van a comprar aunque sería muy pedagógico para ellos. Como están en los quehaceres de los nacionalismos, estas cosas para ellos son piedras en el camino.

—Vives, Plá, Boadella, catalanes con historias paralelas que tuvieron que vivir y crear bajo el yugo de la censura…
Cataluña no ha sido muy generosa en el último siglo y medio con los artistas que no han sido adictos al Régimen. Más bien ha sido enormemente ingrata pero esto es muy natural en los nacionalismos ¿no?. Ha sucedido con escultores, pintores, escritores y lógicamente con gente del mundo de la escena. El artista tiene voz pública y cuando se coloca en medio del camino queda marginado y se le trata de eliminar civilmente.

—Plá creía en las singularidades regionales, pero también en la necesidad de una identidad general. Claro que él era un hombre de mundo. ¿Los nacionalismos se curan viajando?.
Se ha practicado en Cataluña una política sentimental muy eficaz que toca cosas muy profundas y primarias. Más primarias que profundas. Vives vivió esa constante dualidad. Muere en Madrid, pero el retorno de sus huesos a Cataluña significa esa atracción que yo también he conocido. Por lo tanto, para los políticos, jugar con estos sentimientos es una fórmula infalible, pero utilizar los sentimientos con fines políticos debería estar vetado. Lo utilizaron los alemanes y les llevaron a la locura que les llevaron.

—Pero les ha dado muy buen resultado. ¿No cree?.
—Nadie les ha parado los pies, sino todo lo contrario. Los catalanes han conseguido algo excepcional y esto hay que admitírselo como un gran triunfo: han conseguido acomplejar al conjunto de los españoles. Han sabido hacerse las víctimas constantemente y provocar un sentimiento de condescendencia por parte del conjunto de la sociedad española. Los mayores defensores del nacionalismo catalán los he encontrado en Madrid. Es una cosa fantástica.

—¿Cómo cree que acabará la deriva independentista de Cataluña?.
Hay dos posibilidades. Una, la mejor, la que veo más positiva es que acabe en la ruina y que la ruina haga reflexionar a mis conciudadanos que siempre se distinguieron por el sentido común, cosa que no sucede ahora. La otra es que acabe en clave de secesión y esto es fácil que ocurra porque hay un par de generaciones educadas en el odio a España y es muy difícil el retorno a la necesaria trama sentimental que debe unir al conjunto de una Nación.

—Desde que con 19 años fundara El Joglars, sus críticas a los poderes fácticos le han creado no poco problemas. ¿Le ha merecido la pena?.
He sudado muchísimo en este trabajo, pero he sido enormemente compensado. Que una compañía de teatro acabe en la cárcel con un Consejo de Guerra o que a los actores les lancen cócteles molotov crea tensión en el momento, pero visto con la distancia del tiempo piensas que formas parte de una historia divertida y muy apasionante.

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