lunes, 21 de febrero de 2011

Anotaciones a las Actas del Congreso


Landelino se ofreció a Tejero para quedarse como rehén

El acta del Congreso sobre el 23-F incluye siete notas adicionales en las que describen hechos sucedidos entre la medianoche y las ocho de la mañana. Estos son los principales:

*.- En la madrugada del día 24, el presidente del Congreso. Landelino Lavilla, "indicó a uno de los oficiales que, teniendo en cuenta la calma que, según las apariencias, existía en aquellos momentos fuera del Congreso de los Diputados, consideraba absurdo mantener la situación dentro de él, [por lo que] solicitó se autorizase la salida de los retenidos en Palacio, ofreciéndose a permanecer él en su interior hasta que quedara resuelta la situación. La respuesta fue que se requería tiempo y había que esperar. Los miembros de la Mesa se ofrecieron al presidente a permanecer con él".

*.- ¿Dónde están Suárez y los otros?. Lavilla preguntó donde se encontraban Suárez, Gutiérrez Mellado, González, Guerra y Carrillo, que habían sido sacados del hemiciclo y separados de los demás diputados. Los guardias que ocupaban el Congreso le dijeron que estaban en el Palacio y se encontraban bien, pero se negaron a permitir que Lavilla los viera.

*.- Heridos y evacuados . Un total de ocho diputados recibieron asistencia por parte de los también diputados y doctores Donato Fuejo y Carlos Gila, así como por la doctora Carmen Echave, que se encontraba en la tribuna de invitados. Cinco de los diputados (Asunción Cruañes, Faustino Muñoz García, José Rodríguez Alcaide, Francisco Vázquez y Gabriel Cisneros) fueron evacuados a centros hospitalarios; al igual que el senador Pérez Puga. Muñoz Peirats y Aizpun se negaron a ser evacuados, pese a que padecía afecciones cardiacas. También tuvieron que ser atendidos tres invitados, que sufrieron cortes o contusiones en el tiroteo inicial.

*.- De uno en uno y con escolta. Los diputados eran acompañados por un agente armado cada vez que iban al servicio. "Estas salidas se podían hacer cuando lo autorizaba la fuerza ocupante y, siempre, de uno en uno y en silencio", según el acta.

*.- Llega la distensión. Eran constantes los intentos por hacer callar a los diputados. "¡Por enésima vez, silencio!", gritó un guardia. Pero, con el paso de las horas, la situación se distendió y algunos agentes facilitaron vasos de agua y cigarrillo a los secuestrados.

*.- Visitas de madrugada. Por dos veces entró en el hemiciclo, a lo largo de la madrugada, el capitán Camilo Menéndez, siempre acompañado por Tejero. También lo hizo, según el acta, "un hombre joven, de fuerte complexión, que vestía pantalón azul y anorak verde, armado de un fusil-ametrallador y llevando, casi siempre, un puro en su mano izquierda". Los diputados también pudieron ver pasearse por el hemiciclo a militares con uniforme de la División Acorazada que llegaron con el comandante Pardo Zancada.

Los guardias asaltantes del 23-F no fueron procesados

Durante el encierro en el Congreso se produjeron frecuentes amenazas con armas a los diputados
armas en posición de disparo, y amenazaron a los diputados que permanecían secuestrados desde la tarde anterior. La irrupción de esa fuerza, que se unió a los que ya vigilaban a los parlamentarios, se produjo cuando Manuel Fraga se levantó de su escaño y lanzó en voz alta: "¿Puede la Guardia Civil tenernos como a una pandilla de forajidos a tantos hombres indefensos?", intervención que fue saludada con gritos de "!Muy bien, muy bien!" y vivas a la democracia y a España. Tras esa irrupción de hombres armados se produjo el conocido incidente de que Fraga se abrió la chaqueta y dijo: "Yo ya no aguanto más... disparen contra mí", secundado por Iñigo Cavero y Fernando Álvarez de Miranda, que también gritaron: "Dispárenme a mí". Los ocupantes lanzaron órdenes tajantes de sentarse, que fueron desobedecidas por Fraga, quien abandonó el salón y al que ya no se le volvió a ver hasta el fin de la ocupación, a las 12.15 de ese día.

Estas precisiones figuran en las actas de la ocupación del Congreso, redactadas por los cuatro secretarios de la Cámara (Víctor Carrascal, Leopoldo Torres, Soledad Becerril y José Bono) y conocidas hoy en su integridad, treinta años después de la intentona golpista del 23-F. Ese episodio de amenazas con armas fue el más grave desde los que se produjeron la tarde anterior, primero con los disparos en el interior del salón de plenos, y después con las amenazas con que fue recibido el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, cuando pidió hablar con el jefe de la fuerza ocupante.
Ese es el momento en que los secretarios del Congreso sitúan el grito de un guardia situado en la parte superior derecha del hemiciclo: "Tranquilos, señores; al próximo movimiento de manos, se mueve esto, ¿eh?", señalando la metralleta. "Así que los de las manitas ésas, tranquilos. Eso cuando estén solos. Aquí se ha acabado". Suárez volvió a ponerse en pie: "Yo tengo la facultad, como presidente del Gobierno...", y fue interrumpido por un coro de vocingleros: "!Señor Suárez! "!Se siente, coño!" "!Que se siente!" Rápidamente apareció Tejero, tratando de minar la moral de los secuestrados anunciando a sus guardias: "El general Milans nos manda un abrazo. Ha decretado la movilización general".
Tejero se llevó después a Suárez. Otros ocupantes fueron sacando al vicepresidente, Manuel Gutiérrez Mellado, y a los dirigentes políticos Felipe González, Alfonso Guerra, Santiago Carrillo y Agustín Rodríguez Sahagún, lo cual dio lugar a "un silencio grave", dicen los secretarios del Congreso en su acta, eufemismo que encubre los temores que invadieron a los diputados de que las vidas de sus compañeros corrieran peligro. Fueron obligados a permanecer toda la noche bajo estricta vigilancia, apartados de sus compañeros de encierro y sin que estos supieran qué había sido de ellos, excepto el presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, que consiguió enterarse de que todos seguían en el palacio del Congreso. El propio Lavilla fue objeto del desprecio y zafiedad de Tejero cuando, nada más invadir el hemiciclo, pistola en mano, el presidente del Congreso le preguntó qué ocurría y Tejero le contestó: "!Quítate de ahí!" Todos los miembros de la presidencia del Congreso fueron cacheados por los asaltantes.
Ninguno de los guardias que secundaron a Tejero fueron procesados. Ni los que amenazaron tan gravemente a los diputados, ni tampoco los que zarandearon e intentaron tirar al suelo -sin conseguirlo- al teniente general Gutiérrez Mellado, en los minutos iniciales de la asonada. El juez instructor del 23-F, José María García Escudero, consideró que los pactos con las autoridades, por los que Tejero aceptó rendirse, excluían de responsabilidad tanto a los suboficiales como a los guardias. Ni siquiera el delito de insulto a superior, como fue el caso de los que agredieron a Gutiérrez Mellado, alteró el criterio del juez instructor, que se consideró respaldado por la sentencia definitiva del Tribunal Supremo sobre la causa por la rebelión del 23-F. En sus memorias, el instructor (ya fallecido) explicó que la dirección de la Guardia Civil habría podido expulsar a los guardias indisciplinados con un simple expediente gubernativo, sin necesidad de procesarlos.

No hay comentarios: