domingo, 2 de noviembre de 2008

Recital regio de sentido común


Escribe Antonio Burgos en Abc:
ESTO pasa por no tener educación y por importar costumbres anglosajonas. En España nunca se celebraban los cumpleaños de la Familia Real, sino los días de santos. Nadie sabía cuándo era el cumpleaños de Don Alfonso XIII, ni falta que hacía. Pero todo el mundo sabía que el 23 de enero era San Ildefonso, día de santos del Rey, y hasta ponían su retrato en los balcones de los ayuntamientos de los pueblos para celebrarlo. Pero, hija, nos hemos puesto a importar de los países protestantes la costumbre del «happy birthday to you» y ahora ocurre justamente al revés que en los alfonsinos tiempos: que nadie sabe cuándo celebra la Iglesia la fiesta de Santa Sofía, pero en cambio todo el mundo ha sabido cuándo cumple años Su Majestad la Reina.
Lo cual me parece una falta de educación, Señora. No felicito, pues, a Vuestra Majestad en la fecha de hoy, sino que la acompaño en el sentimiento. Total, entre unas cosas y otras, casi nadie se ha enterado de que Vuestra Majasted ha cumplido una edad que ni mentar quiero. Eso, que de suyo es una ordinariez con cualquier señora, decir en público los años que cumple, con Vuestra Majestad es además una falta de respeto. Una trastada. Una jangá, que decimos en Sevilla.
Pero es que, además, por si no se había enterado nadie de la septuagenez, llega el librito dichoso, y Doña Sofía da un recital de sentido común, de ética, de principios, de valores y de vergüenza, todo un Tratado de lo Políticamente Incorrecto, y acaba con el cuadro. ¿Que tiene valor José Tomás, dice usted? Al lado de la Reina, Tomás tiene más jindama que Cagancho. Para lo que se necesita valor es para desafiar a la Inquisición de lo Políticamente Correcto como ha hecho la Reina. Que no ha dicho ninguna tontería, sino lo que pensamos muchísimos españoles... que no nos atrevemos a afirmarlo por temor a las dictatoriales minorías envalentonadas desde el poder, que han convertido los delitos en derechos. La Reina tiene 0,0 por ciento de Ojana. Le hubiera sido mucho más rentable la falsía de repetir el Catecismo de lo Políticamente Correcto, con los nuevos dogmas de cumplimiento obligatorio. Nadie habría protestado, y la Casa de Su Majestad no habría tenido que dar comunicado alguno, si la Reina hubiera dicho lo que sigue, apunta, Pilar Urbano:
«Me parece muy bien que los homosexuales se unan en matrimonio y que adopten todos los niños que tengan por conveniente».
«La eutanasia es tan estupenda que en cada ciudad de España debería haber un hospital como el de Leganés».
«El aborto es un derecho de la mujer, que puede hacer con su cuerpo lo que quiera; hay que dar más facilidades, y barra libre de aborto en la Seguridad Social».
«Hace falta más Ley de Igualdad, porque no hay derecho a que en el Ejército haya tan pocas generalas y tantas sargentas».
«En los colegios no hay por qué enseñar religión, eso es lavar el coco a los niños».
«Marruecos hace muy bien con reclamar Ceuta y Melilla, estamos en el siglo XXI y se acabó ya el colonialismo».
Y así sucesivamente.
Si la Reina hubiera dicho esto, los que estamos en contra de todas estas barbaridades políticamente correctísímas nos hubiéramos callado la boca, como solemos hacer cada día, porque somos tolerantes con las ideas ajenas y no como los dictatoriales progres que no admiten disensiones. No se habría formado polémica alguna... y así de paso nadie se habría enterado de que la Reina tiene ya una edad. Ni la coordinadora homosexual hubiera puesto el grito el cielo, ni las abortistas hubiesen protestado. Pero como la Reina ha dicho nada más que el Evangelio de la Sensatez, de la Cordura y de la Vergüenza, pues ya ven la que le han liado a la pobrecita mía, encima de que toda España se ha enterado de que tiene 70 tacos en todo lo alto. ¿Un error? Evidentemente. Ese libro no tenía que haberlo escrito Pilar Urbano. Tenía que haberlo escrito María Antonia Iglesias, que es de los nuestros. Entonces sí que hubiéramos estado todos contentísimos con esta Reina tan progre, a la que la ética, la moral, la vergüenza y la ley natural le importan un pimiento. Del piquillo, naturalmente.

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