domingo, 23 de noviembre de 2008

José Luis Rodríguez de Médicis


Gracias a la socorrida modalidad contemporánea del mecenazgo a escote (pagan los contribuyentes), el Gobierno ha legado al mundo y a la Historia una cúpula creada por el pintor español más cotizado, con ruido de quejas por mal uso de fondos públicos
BLANCA TORQUEMADA MADRID.-Leído en ABC.es, Domingo, 23-11-08
A José Luis Rodríguez Zapatero no le viene mal que España, tan miope, levante la vista hacia una cúpula mientras a ras de suelo arrecia el paro. La bronca sobre cómo se ha financiado la obra del mallorquín Miquel Barceló ha generado la primera resaca en ese fondo marino incrustado en el techo de la sede de las naciones Unidas en Ginebra a mayor gloria del multilateralismo y como mano tendida a la posteridad. Al parecer, primero fueron las cuevas de Altamira, después las pirámides de Gizeh, el Partenón, la Capilla Sixtina o el Taj Majal, y ahora, pretendidamente, esa «sala de la Alianza de las Civilizaciones» uterina y polícroma.
En esa veta de protector de las artes, «Zapatero de Médicis» ha querido acreditar además su vocación de ciudadano del mundo. Así, no ha escogido como emplazamiento idóneo para su aportación ni la Universidad de León (donde conoció a Sonsoles ataviada con un chubasquero amarillo) ni Alange (el pueblo del capitán Lozano) , sino Ginebra, capital neutral del planeta Tierra. Un empeño elevado pero tristemente ensombrecido por cuestión de formas y, sobre todo, de fondos.
La creación de Barceló, que a muchos ha impresionado aún más por la «performance» de su ejecución (desinhibido «ametrallamiento» de pintura multicolor) que por el resultado final, se ha financiado a base de retales presupuestarios, una práctica habitual de «trasvase» salpicada en este caso por el «brochazo» de haber recurrido a una partida de 500.000 euros correspondiente a la ayuda a los países en desarrollo para completar los 20 millones que ha costado.
Sin embargo, ese deplorable desliz que en principio sirvió a la oposición (con razón) para martillear la megalomanía gubernamental, no se ha saldado a favor de los de Rajoy en términos de rentabilidad política. Es más: la obligación del Partido Popular de denunciar el mal uso de lo que, según ha destacado, era «dinero para vacunas y dispensarios» le ha embarcado en una ofensiva plenamente justificada, pero poco efectiva y casi contraproducente. El objeto de la polémica es en esta ocasión demasiado lustroso, en términos de imagen y prestigio de España, y su autor un artista mundialmente reconocido, guste o no. De modo que los socialistas, tras el sofocón inicial, han recuperado fuelle: una vez más, insinúan, aunque no lo digan abiertamente, que «la derecha» es cerril e insensible a la excelencia intelectual y que incluso está emparentada con el «muera la inteligencia» de Millán Astray.
En paralelo y con notable desparpajo, los próceres del PSOE (con singular énfasis Leire Pajín) se han ufanado en recordar cómo Administraciones del PP financiaron la capilla del mismo artista en la catedral de Palma de Mallorca, sin hacer constar que cuando eso se llevó a cabó (costó 3,5 millones de euros) nadie utilizó fondos consignados para los desfavorecidos, sino recursos presupuestarios congruentes con el fin al que fueron destinados.
De cuatro millones a veinte
Otra argucia defensiva en medios afines a Moncloa ha sido el recurso al adagio machadiano de «todo necio confunde valor y precio», que, a la postre, ha resultado útil tanto a los defensores como a los detractores de la cúpula. Como primera estrategia para atenuar el golpe, el ministro Moratinos adujo, llanamente, que «el arte no tiene precio». Así trató de contrarrestar, sin éxito, la evidencia de que lo tiene, y bastante elevado, sobre todo si se considera que Naciones Unidas se conformaba con un arreglo de «chapa y pintura» de cuatro millones de euros. Pero el Gobierno español, rumboso en tiempos de crisis, ha auspiciado una obra cinco veces más cara: veinte milllones, de los que doce los han aportado empresas y entidades privadas, y el resto ha salido del erario público.
La creación de Barceló se ha financiado a base de retales presupuestarios
También sus predecesores
Cierto es que tampoco los predecesores de Zapatero hicieron ascos al «mecenazgo a escote», tan gratificante. José María Aznar, clásico, no recurrió al encargo de creaciones «ex novo» como la de Barceló, pero sí apadrinó la compra por el Estado de un goya («La condesa de Chinchón»), que costó 4.000 millones de pesetas (24 millones de euros) y posteriormente del velázquez «El barbero del Papa», por 23 millones de euros. Obra que le fue mostrada en el Museo del Prado, a puerta cerrada, antes de hacer pública la adquisición. Y Felipe González, pragmático, cerró la compra de la colección Thyssen, cara (43.000 millones de pesetas, más de 240 millones de euros) pero de rentabilidad contrastada. Operaciones en todo caso más convencionales que la apuesta por Barceló como carta internacional de presentación.
Artista «pro Zapatero»
En cuanto al papel desempeñado por el pintor, no faltan ahora quienes recuerdan su respaldo a Zapatero en la última campaña electoral (la de la tontuna de la ceja) junto a «eximias» personalidades como Fran Perea o Judith Mascó, y que, en consecuencia, le señalan como cobrador por los servicios prestados. Interpretación libre y probablemente injusta, pues Miquel Barceló despuntó muy joven, habita ya desde tiempo en la estratosfera del arte es, con Antonio López, el pintor español vivo más cotizado y, en principio, no necesita peloteos de aspirante a paniaguado. Ahora, en medio del fuego cruzado, se limita a callar y a refugiarse en su cascarón bohemio, mientras los diplomáticos destacados en Suiza alimentan la leyenda sobre cómo se inspiró para la magna cúpula:acampado junto al lago Leman, como cualquier estudiante viajero del «interrail».
Barceló se limita a callar y a refugiarse en su cascarón bohemio
No tan silentes como el artista (que sólo habló en el día de la inauguración y dejó claro que no es Demóstenes), Gobierno y PSOE han encajado muy mal las críticas a los desajustes y la falta de transparencia en la financiación de la cúpula.
Nunca se había visto tan airado a Moratinos como cuando el miércoles tronó en el Congreso contra el diputado del PP Gonzalo Robles, quien se limitó a pedir las oportunas cuentas y aclaraciones. Lo que desencadenó un sonoro berrinche entre los socialistas, convencidos de que la España de Zapatero ha dado al mundo una obra de arte llamada a la permanencia. La creación de un «genio contemporáneo», sentenció el jefe del Ejecutivo bajo las estalactitas de su catedral laica.

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