domingo, 23 de noviembre de 2008

La energía, ¿otra angustia para siempre?




POR JUAN VELARDE FUERTES .- Leído en ABC, Lunes, 24-11-08
Desde presidentes de los Estados Unidos, como Carter, a responsables de las Naciones Unidas, todos pasaron a creerlo. En España, Rodríguez Sahagún, como ministro de Industria, puso en marcha todo un mecanismo protector de nuestro futuro. Las Naciones Unidas encargaron a una comisión que presidía el Premio Nobel de Economía Leontief la preparación de un informe. Cuando se publicó, se titulaba «1999», fecha en la que, si no se tomaban en serio los pronósticos, un desastre, en forma de una crisis terrible, caería sobre la Humanidad. Carter, en su «informe», que fue ofrecido en su versión española por Carlos Solchaga, también pronosticaba cosas espantosas. Todo esto se había iniciado en 1965, en la Conferencia Mundial de la Población, en Belgrado. Un célebre economista español, Perpiñá Grau, volvió de ella asustado ante las profecías tremendas que había lanzado el geofísico Hubbert. El Club de Roma, con sus informes, desde el de Mesarovic y Pestel, hasta el avalado por el gran económetra Tinbergen, confirmaba todo esto.
De pronto, en Londres, en la Royal Geographical Society, se levantó a hablar su presidente, Manners. Sus serias palabras destrozaron todas esas lúgubres profecías. A partir de ahí, las profecías tremendas se enmarcaron en la línea de las equivocaciones que surgen cuando no se estudia bien el fundamento primero de lo que sucede.
El 6 de noviembre de 2008, al inaugurar el curso 2008-2009 de nuestra Real Sociedad Geográfica, se levantó a hablar el gran geólogo, Salvador Ordóñez, actualmente rector de la universidad internacional Menéndez Pelayo. El título de su conferencia fue «Después de Hubbert. Los combustibles fósiles». Se está diciendo sobre esto tantas cosas, que cuando se publique este texto, habrá un antes y un después en la opinión acerca de lo que nos espera en torno a los combustibles fósiles.
En esta conferencia quedó claro, de acuerdo con sus palabras, que «los combustibles fósiles seguirán siendo una «importante» fuente de energía en los próximos años». La sustitución vendrá, bien por energías renovables y termonucleares, agregándose que el porvenir puede derivarse de la acción del ITER, relacionado con la energía de fusión, bien con mejoras con «nuevos materiales», o también otras novedades, como, en la eficiencia del transporte. Además, conviene tener en cuenta que las reservas medias de petróleo se estiman en 2.000.109 barriles. Añádase la tremenda aportación de los hidratos de metano. Por supuesto, si se piensa en frenar las emisiones de CO2; la forma más adecuada... es sustituir los combustibles fósiles en la generación de electricidad y usarlos para la automoción. «Ello obligará «a aumentar» las fuentes alternativas de energía, hidroeléctrica, eólica, solar (térmica y fotovoltaica)... termonuclear...».
Lo dicho exige avances científicos y técnicos que se producen continuamente, pero de su exposición no se deriva ningún panorama espeluznante. Habrá que volver una y otra vez sobre este trabajo magnífico del profesor Ordóñez para orientar nuestra política energética.

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