LUIS SUÁREZ / historiador - A sus 84 años, Luis Suárez es para muchos el mejor medievalista de nuestro país. Miembro de la Real Academia de la Historia y de la Fundación Francisco Franco, Suárez lleva ya más de medio centenar de libros a sus espaldas y, como los escritores incansables, trabaja ya en el siguiente.30 Noviembre 08 - por ERNESTO VILLAR. La Razón.
-En su último libro, «La construcción de la Cristiandad europea», usted defiende la necesidad de devolver al Humanismo al primer plano de la sociedad. Parece un trabajo arduo, ¿no?
-En su último libro, «La construcción de la Cristiandad europea», usted defiende la necesidad de devolver al Humanismo al primer plano de la sociedad. Parece un trabajo arduo, ¿no?
-Estamos bastante lejos de conseguirlo, y sin embargo, sería una necesidad, porque detrás de cada depresión económica siempre hay un trasfondo moral. De cuando en cuando hay que recuperar a la persona humana, porque sin eso no se resuelven los problemas. La crisis del 29 surge tras los años felices y el desorden moral que siguió a la Primera Guerra Mundial. Lo mismo ocurre con las depresiones de 1618 o la de 1328, que da comienzo a la guerra de los Cien Años. Probablemente sin la crisis del 29 Hitler habría sido un fracasado.
-Trasladado al presente, diríamos que la crisis actual surge tras otra «belle epoque»...
-Sí, y ha creado todo esto, el afán de riqueza, el materialismo...
-¿Necesariamente tiene que ser moral cristiana, o lo podemos entender como un concepto más amplio?.
-Pero es que Europa no tiene otra. Durante muchos siglos el continente se llamó Cristiandad. Curiosamente, el término Europa lo pone en marcha el Papa Pío II en el momento en el que se ve que hay otras Cristiandades. El Cristianismo tiene una enorme ventaja, y es que se hizo cultura. Cuando se enfrentó con el helenismo no intentó rechazarlo, sino al contrario, asumirlo. «Yo soy ciceroniano», dice san Jerónimo. Por eso está en condiciones de construir la figura de la persona humana. Y cuando santo Tomás de Aquino hace la Suma Teológica utiliza libros judíos y helenísticos y hace que le traduzcan al latín a Maimónides.
-¿Qué importancia tiene en todo este proceso la educación? ¿Se está arrinconando a las Humanidades?.
-No se está educando bien a los jóvenes. Ahora se da más importancia a la instrucción, a los ordenadores, a la técnica, pero poca a la educación, al comportamiento y a los valores. Sin negar la importancia de lo primero, tiene mucha más relevancia lo segundo.
-¿Qué opina de que en algunas comunidades españolas no se pueda estudiar en castellano?.
-Antes de nada: me parece mal que digamos el castellano. El castellano ya no existe, se sacrificó al crear el español, y el español es nuestro gran tesoro.
-De acuerdo, hablemos entonces del español?.
-Dicho esto, negar a unos chicos el acceso a una lengua que hablan dos continentes es causarles un enorme perjuicio, ya sea por motivos políticos o por afán de poder. Se les está haciendo un gran daño. La lengua española no es la lengua de Castilla o de una región, sino de todos los hispanos, los de aquí, los de Hispanoamérica y los de Estados Unidos. Negar eso es renunciar a uno de los valores fundamentales que habíamos conseguido y retroceder unos cuantos siglos.
-¿El conflicto surge cuando se mete por medio la política?
-Claro, y a cualquier cosa que diga un historiador en seguida le sacan la punta. Pero no, no, no. Yo no estoy hablando de política.
-Y en cuanto a la Historia, ¿Cree que el problema es que en nuestro país ya no se lee Historia o que no se escribe lo suficiente sobre ella?.
- No se lee, y además no se enseña. Una vez el Ministerio nos pidió a la Real Academia de la Historia, de la que soy miembro, que hiciéramos una revisión de los nuevos libros de texto de esta materia y de Geografía. Me leí más de 40 y a la conclusión a la que llegué es que con ellos es imposible aprender Historia. Por cierto, deberíamos dar un paso adelante y enseñar más Historia de Europa que de España. Es decir, desde el punto de vista español, ¿cómo veo yo la Historia de Europa?.
Eso por no hablar de lo que se enseña de algunas figuras de nuestro pasado. Lo que se puede estudiar de Isabel la Católica en unas comunidades autónomas no tiene nada que ver con lo que se aborda en otras.
-¿Realmente, llegamos a cosas que no tienen sentido, y que tienen muy poco que ver con la realidad.? Aún así, hay personajes que, como si de una «marca comercial» se tratara, son garantía de éxito. Franco, por ejemplo. Escribir un libro sobre él es un seguro de que por lo menos tendrá repercusión. ¿Está de acuerdo con eso?.
-En absoluto. Yo he escrito libros sobre Franco y no han tenido repercusión ninguna.
-¿Depende entonces de qué visión se dé del personaje o del momento histórico en cuestión? -Tiene que ser la visión políticamente correcta. Pero, frente a la memoria histórica, yo defiendo que es de la experiencia de la que tenemos que aprender, de lo que se hizo bien y lo que no. ¿Quiénes somos los historiadores para decir que algo fue un error o un acierto?. Sería absurdo. Sería hacer juicios de valor. Nosotros tenemos que exponer y explicar. No juzgar.
-Al margen de cualquier circo mediático que se pueda montar, ¿usted puede entender entonces el anhelo personal de alguien por localizar los restos de su padre o su abuelo asesinados en la Guerra Civil?.
-En algunos casos supongo que sí. No lo sé. Yo de eso no entiendo, porque no tengo víctimas de la Guerra Civil en mi familia, aunque sí la padeció, y, ojo, aunque parezca mentira no desde el bando nacional. Depende de muchas circunstancias, pero yo creo que a los muertos hay que tratarlos... con caridad. Con cariño. Si uno identifica dónde están enterrados sus parientes, me parece muy lógico que se haga ahí un monumento. Pero sacarlos, exhumarlos... ¿para qué? ¿Para airear unos huesos? ¿Para hacer de ellos una propaganda política? Eso no tiene sentido. Hagamos un monumento a García Lorca.
-¿Está a favor de un monumento, no de una exhumación...?
-Lo de la exhumación es hacerle un daño terrible al poeta. En cambio lo del monumento me parecería lo más justo y sensato.
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