miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pensar la Constitución


M. MARTÍN FERRAND.- Miércoles, 03-12-08
NOS acercamos al trigésimo aniversario de la Constitución de 1978 y se nota, más que por el entusiasmo colectivo -indescriptible por su ausencia-, por el almíbar celebratorio que prodigan los profesionales del ditirambo que, por cuenta propia o ajena, no escasean en el patio nacional aunque, según marca la experiencia, su influencia tiende a ser contraria a la causa que les motiva.
La Constitución, fruto principal y compilatorio del fenómeno que resumimos como Transición, nos permitió salir, sin mayores conflictos, de una dictadura para conformar una democracia que se dice parlamentaria y representativa sin llegar a serlo plenamente. Es algo que se hizo «de la ley a la ley» y de ahí arrancan muchas de sus limitaciones y, lo que es peor, la perpetuación de modos y formas del pasado.
El balance es, sin duda, positivo; pero los tiempos parecen exigir, y la sociedad demanda, nuevos planteamientos.
Siete partidos políticos -PNV, ERC, BNG, ICV, CC, UpyD y NaBai- de los once que tienen representación en el Congreso de los Diputados ya han anunciado que, el sábado, no estarán presentes en el acto conmemorativo que, presidido por los Reyes de España, celebrará tan señalada efeméride.

Cada cual ha dado sus razones para ello, pero late en el fondo un agotamiento, por deformación y mal uso, de algunos de los Títulos en que se divide el texto fundamental y rector de nuestra convivencia.
Eso no es grave si se entiende que es así.
Se entiende unánimemente?.
El verdadero espíritu constitucional conlleva en su seno la capacidad de acomodarse a las circunstancias por las que atraviesa la Nación que la inspiró. Muchas de ellas marcadas, precisamente, por la aplicación y desarrollo de su propio texto.
Otra cosa es que, en nuestro caso, los redactores de la Carta Magna, y el momento en que actuaron, fijaran unas condiciones muy estrictas, casi insuperables, para su mutación.
Hace treinta años se pactó un Estado asimétrico que ya rechina y que, elefantiásico en sus gastos, no satisface plenamente ni a sus mayores beneficiarios.

Eso tiene arreglo, especialmente cuando los dos primeros partidos de ámbito nacional -los que con CiU e IU acudirán al Congreso el sábado próximo- suman más del ochenta por ciento del total de los votos en las legislativas.
Otra cosa es que nadie, o muy pocos, quieran renunciar a los privilegios que, normas electorales incluidas, les concede la situación establecida. La partitocracia, especialmente la bipolar, tiende a ser el más indesmontable de los sistemas de poder porque, a diferencia con los regímenes de partido único en los que solo se puede estar dentro o fuera, en ella se puede esperar la vuelta del péndulo y el turno propio. Todo ello, por supuesto, con parcelas propias en lo autónomo y local y siempre con cargo a los Presupuestos. Hay que recordar, en cualquier caso, que la Constitución no es intocable.

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