Entre los logros destaca el euro. Pero la crisis ha llegado y la moneda europea corre peligro. Sobrevivirá, es probable. Pero el peligro aumenta en medio del desorden. Los especialistas creen que el euro necesitará, en paralelo, ya mismo, una autoridad fiscal, flexible pero cierta, central. Que fije los límites del endeudamiento y coordine la política financiera de los 15 estados del eurogrupo. Una autoridad que impida a los estados nacionales gastar y endeudarse a su antojo. No sabemos hasta qué extremo es capaz de llegar la autoridad actual, el BCE y su presidente, el respetado Jean-Claude Trichet. La función del banco emisor no consiste en controlar, sino en dirigir: la toxicidad de la situación exige hoy, al parecer, préstamos gigantescos. La timidez de la canciller alemana, Angela Mekel, ha sido duramente criticada. El valor con que desde hace meses Sarkozy coge cada toro por los cuernos ha conseguido, por contra, amplio respaldo. Entretanto, el margen de recorte de los tipos de interés, desaparece. En EE.UU. casi por completo. Los economistas, digamos, más valientes proponen reducir impuestos para impulsar la demanda. Entre nosotros, sólo una política europea, no nacional, enderezará las cosas. Los estados que quieran salvarse solos correrán peligros imprevisibles.
Un especialista francés, P.A. Delhommais, escribe esta semana sobre la fragilidad monetaria europea (Le Monde, 15.12.2008). El presidente del BCE advierte a los gobiernos del eurogrupo contra la ruptura de las normas so pretexto de facilitar soluciones de emergencia. Si se rompe la ley, todo se hunde. El euro habrá hecho sus pruebas cuando haya atravesado una recesión, advirtió desde Chicago el desaparecido Milton Friedman. Desde Harvard, Martin Feldstein cree que la moneda europea puede desaparecer. Desde Berkeley, Barry Eichengreen sostiene que el euro saldrá fortalecido de la crisis.
Estados Unidos necesita desesperadamente una segunda moneda de referencia. El yen japonés no ha conseguido suficiente masa crítica. El renmimbi chino tardará décadas en abrirse camino, si es que consigue un puesto de divisa global. En Europa, la ausencia de una estructura política y defensiva mantiene flotando en el aire las decisiones económico-financieras. Entre Alemania y Grecia crecen los márgenes para concertar préstamos entre estados. Grecia ha de ofrecer más de dos puntos sobre Alemania. Sin normas homogéneas entre estados, el euro estará en permanente peligro. Sólo si la Unión es capaz de poner sobre la mesa su seguridad común, lo que incluye política exterior, defensa e instituciones comunes, Europa acabará por fraguar. Si no, se deshará. Antes o después. Darío Valcárcel
Un especialista francés, P.A. Delhommais, escribe esta semana sobre la fragilidad monetaria europea (Le Monde, 15.12.2008). El presidente del BCE advierte a los gobiernos del eurogrupo contra la ruptura de las normas so pretexto de facilitar soluciones de emergencia. Si se rompe la ley, todo se hunde. El euro habrá hecho sus pruebas cuando haya atravesado una recesión, advirtió desde Chicago el desaparecido Milton Friedman. Desde Harvard, Martin Feldstein cree que la moneda europea puede desaparecer. Desde Berkeley, Barry Eichengreen sostiene que el euro saldrá fortalecido de la crisis.
Estados Unidos necesita desesperadamente una segunda moneda de referencia. El yen japonés no ha conseguido suficiente masa crítica. El renmimbi chino tardará décadas en abrirse camino, si es que consigue un puesto de divisa global. En Europa, la ausencia de una estructura política y defensiva mantiene flotando en el aire las decisiones económico-financieras. Entre Alemania y Grecia crecen los márgenes para concertar préstamos entre estados. Grecia ha de ofrecer más de dos puntos sobre Alemania. Sin normas homogéneas entre estados, el euro estará en permanente peligro. Sólo si la Unión es capaz de poner sobre la mesa su seguridad común, lo que incluye política exterior, defensa e instituciones comunes, Europa acabará por fraguar. Si no, se deshará. Antes o después. Darío Valcárcel
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