domingo, 22 de junio de 2008

Y si habla mal de España


"Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol;
si os alaba Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español".
Joaquín M. Bartrina

Los nacionalistas antiespañoles hacen sus proclamas en inglés. Un británico no emplea jamás el catalán, ni el vasco para sus proclamas.
Las proclamas del nacionalismo escocés antiinglés, o las del nacionalismo irlandés antiunionista, se hacen en inglés.
El nacionalista catalanista y el nacionalista vasquista, coinciden en el empleo del inglés con el nacionalista españolista y con los españoles europeístas.
Los europeos emplean cada uno su propio idioma, enarbolan su bandera y cantan cada cual su himno.

Si alguien habla mal de lo francés, es seguramente un alemán nacionalista.
Si alguien habla mal de lo alemán, seguramente es un nacionalista francés, un chauvinista.
Y un inglés jingoísta habla mal de todos los extranjeros.
Pero si alguien habla mal de lo español, seguro que es un typical spanish,, lo mismo si es europeísta que antiespañol.
Incluso, si es un nacionalista españolista, para sobrevalorar algo español, resaltará que es valorado por "los europeos" o por "los americanos", y lo habrá supeditado así a lo estrangeiro, como se dice en portugués.
Es el complejo de inferioridad typical spanish. ¿De España puede salir algo bueno?.

En España se ven muy pocas banderas españolas y muchas de la UE. En Gran Bretaña y en Francia ocurre lo contrario: abundan las banderas propias y son escasas las de la UE. Lo típico de esos países es esa escasez de banderas de la UE y esa abundancia de banderas del país.

Los nacionalistas catalanistas y vasquistas al expresar sus proclamas en inglés traicionan a la lengua vasca y a la lengua catalana y demuestran que más bien quieren demostrar que son antiespañoles que catalanes y vascos.
Las taras y defectos heredados delatan la filiación casi más que las cualidades y por eso los nacionalistas antiespañoles demuestran que son typical spanish igual que los nacionalistas españolistas y los europeístas, que también valoran más lo estrangeiro y lo sobrevaloran.

La “progresía” española y sus aliados separatistas llevan décadas intentando hacer pasar por historia de España lo que no es más que una burda construcción sociopolítica destinada a justificar sus fechorías presentes y futuras, esto es, que no somos una nación con un pasado común, sino un conjunto de pueblos históricamente mal avenidos que nunca hicieron nada bien juntos, salvo esquilmar a quienes fueron sometidos a su yugo.

En los últimos años, y tras las sucesivas reformas educativas, en lugar de manipular la historia de España, directamente no se explica, salvo algún suceso aislado, que se interpreta con los patrones del pensamiento contemporáneo y que súbitamente aparece en algún lugar de un temario dominado por el localismo. Es el drama de una nación que niega a sus ciudadanos más jóvenes el derecho a saber de dónde proceden.

Los hechos históricos de una nación con un pasado tan rico como la nuestra no pueden ser entendidos si se prescinde de que fueron protagonizados por personas, con sus virtudes y debilidades, sus errores y aciertos, en definitiva, sin el componente humano, que es lo que da sentido a una sucesión de acontecimientos que de otra forma resultarían incomprensibles, por más que se esfuercen quienes apuntan a la lucha de clases como clave interpretativa de los fenómenos históricos.

Raymond Carr, historiador escasamente sospechoso de hispanofilia, dijo en una ocasión que lo más asombroso de España no es que hubiera perdido un imperio, el más grande de la época, sino, por el contrario, que una nación atrasada y escasamente poblada como la nuestra hubiera podido levantar uno por sí sola y convertirse en la primera potencia mundial.

Ningún país rechazaría la gloria de un pasado como el nuestro, ni siquiera para justificar las tropelías jurídico-políticas de un presente basado en la insolidaridad y un futuro más que dudoso, con aspiraciones totalitarias, de carácter localista.

Somos lo que somos, por más que le pese a los ingratos y a los ignorantes ideologizados. España no es un invento de Franco, sino un conjunto de pueblos que inicia su historia compartida tres mil años atrás, cuando arribaron a nuestras costas los primeros visitantes mediterráneos y ya se referían a nosotros con un término común.
En estos tres mil años ha habido de todo: cosas malas, cosas buenas, incluso episodios sublimes que llenan de orgullo a quienes no renunciamos a nuestro derecho de reconocernos herederos de esa tradición.
Fuimos (sí, fuimos) los primeros en circunnavegar el planeta y los primeros en ir a América para conquistarla. Ante tanta miseria contemporánea, reconciliarse con nuestra historia común es casi una necesidad espiritual. ¿Existe lo espiritual?.

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