La tricolor no es ilegal.
La furibunda reacción de Bono contra la bandera republicana topa con una sentencia de 2003.
La furibunda reacción de Bono contra la bandera republicana topa con una sentencia de 2003.
(Público). 163 comentarios.
Acto de homenaje a la II República. EFE ALICIA GUTIÉRREZ - Madrid - 18/06/2008 09:55
No puedo aceptar manifestaciones que no son legales en este momento”. La filípica con que el socialista José Bono abortó el sábado el homenaje del Congreso a los presos políticos del franquismo cuando uno de ellos hizo ondear la bandera republicana ha tenido un efecto inesperado: sacar del cajón de los tabúes el debate sobre si exhibir la tricolor es o no ilegal.
“Bono se equivocó de plano porque ni política ni legalmente se puede afirmar que es ilegal la bandera republicana”. Lo dijo ayer Gaspar Llamazares, coordinador general de IU. Pero ya cuatro años antes, el 15 de diciembre de 2003, lo había dicho el Tribunal Superior de Madrid (TSJM) en una sentencia que avalaba la posición de IU contra el Ayuntamiento de Torrelodones (PP). El consistorio había ordenado en 2002 retirar la bandera tricolor que coronaba la caseta instalada por IU en las fiestas del pueblo.
No puedo aceptar manifestaciones que no son legales en este momento”. La filípica con que el socialista José Bono abortó el sábado el homenaje del Congreso a los presos políticos del franquismo cuando uno de ellos hizo ondear la bandera republicana ha tenido un efecto inesperado: sacar del cajón de los tabúes el debate sobre si exhibir la tricolor es o no ilegal.
“Bono se equivocó de plano porque ni política ni legalmente se puede afirmar que es ilegal la bandera republicana”. Lo dijo ayer Gaspar Llamazares, coordinador general de IU. Pero ya cuatro años antes, el 15 de diciembre de 2003, lo había dicho el Tribunal Superior de Madrid (TSJM) en una sentencia que avalaba la posición de IU contra el Ayuntamiento de Torrelodones (PP). El consistorio había ordenado en 2002 retirar la bandera tricolor que coronaba la caseta instalada por IU en las fiestas del pueblo.
“Debe protegerse”
Y el Tribunal, que amparó a la coalición en su demanda por vulneración de derechos fundamentales, habló sin ambages: “(...) en la medida en que la democracia implica pluralismo, ampara la discrepancia y las formas en las que ésta pueda manifestarse, siempre que esta expresión sea, a su vez, respetuosa con los derechos de los demás”.
Y el Tribunal, que amparó a la coalición en su demanda por vulneración de derechos fundamentales, habló sin ambages: “(...) en la medida en que la democracia implica pluralismo, ampara la discrepancia y las formas en las que ésta pueda manifestarse, siempre que esta expresión sea, a su vez, respetuosa con los derechos de los demás”.
Al colocar la tricolor –argumentó el TSJM– IU estaba “optando por una determinada ideología que debe respetarse y protegerse”.
A José Luis Escañuelas, presidente del Ateneo Republicano de Sevilla, la sentencia le parece de perogrullo. Y aporta un dato para demostrar la perogrullada: “En las papeletas electorales de Ciudadanos por la República aparece la bandera republicana y no pasa nada”.
¿Vulneró Moya los derechos del presidente del Congreso al empuñar la tricolor en un homenaje que, según los asesores de la Cámara, no poseía rango de actividad parlamentaria? Bono no lo ha explicado, pero lo cierto es que lo que hizo Moya no figura entre los actos expresamente prohibidos por el Reglamento del Congreso ni por el Código Penal, que prevé cárcel para cualquier manifestación efectuada en el Congreso, el Senado o las Cámaras autonómicas “cuando estén reunidos”.
Ayer, el portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, declinó valorar las formas utilizadas por Bono pero justificó su actuación porque el ex preso exhibió en sede parlamentaria una enseña “que no es la constitucional”.
¿Vulneró Moya los derechos del presidente del Congreso al empuñar la tricolor en un homenaje que, según los asesores de la Cámara, no poseía rango de actividad parlamentaria? Bono no lo ha explicado, pero lo cierto es que lo que hizo Moya no figura entre los actos expresamente prohibidos por el Reglamento del Congreso ni por el Código Penal, que prevé cárcel para cualquier manifestación efectuada en el Congreso, el Senado o las Cámaras autonómicas “cuando estén reunidos”.
Ayer, el portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, declinó valorar las formas utilizadas por Bono pero justificó su actuación porque el ex preso exhibió en sede parlamentaria una enseña “que no es la constitucional”.
Argumentos del PP
El PP llegó más lejos. Los conservadores, buena parte de cuyos alcaldes mantiene intacto el callejero franquista –el madrileño aún inmortaliza a los caídos de la División Azul, al servicio de la Alemania nazi–pidieron ayer explicaciones a Bono. ¿Sobre qué? Sobre por qué no había pedido permiso a la Mesa de la Cámara antes de autorizar el homenaje.
Otras críticas, de muy distinto tenor, han caído sobre Bono. El diputado de ERC Joan Tardá cree que lo ocurrido denota la “escasa simpatía” de Bono por la lucha antifranquista. El portavoz del BNG, Francisco Jorquera, entiende que Bono “se excedió” en la formas.
Y tanto IU como el senador del PNV Iñaki Anasagasti le han pedido ya que retire los retratos de los cuatro presidentes de las Cortes franquistas, creadas por Franco en 1943 cuando ya se avizoraba el triunfo de los aliados frente a Hitler.
De momento, en el Congreso no sólo permanecen visibles sus efigies sino también sus discursos. Están en la web congreso.es. Ahí puede leerse lo que, por ejemplo, dijo al tomar posesión el primer presidente de las Cortes, Esteban de Bilbao: “Y en la suprema cúspide del Estado (...), la inspiración del Caudillo, forjador de una solidaridad nacional que encuentra en estas Cortes la síntesis feliz de una España unida y en orden”.
¿Hay que tratar igual los símbolos franquistas y los republicanos? Con cierto escándalo por la equiparación, responde el portavoz de la Asociación de Ex Presos, Luis Pérez: “¿Cómo se va a tratar igual aquello que simboliza un régimen tiránico y fascista y la bandera que representó democráticamente a España?”.
El PP llegó más lejos. Los conservadores, buena parte de cuyos alcaldes mantiene intacto el callejero franquista –el madrileño aún inmortaliza a los caídos de la División Azul, al servicio de la Alemania nazi–pidieron ayer explicaciones a Bono. ¿Sobre qué? Sobre por qué no había pedido permiso a la Mesa de la Cámara antes de autorizar el homenaje.
Otras críticas, de muy distinto tenor, han caído sobre Bono. El diputado de ERC Joan Tardá cree que lo ocurrido denota la “escasa simpatía” de Bono por la lucha antifranquista. El portavoz del BNG, Francisco Jorquera, entiende que Bono “se excedió” en la formas.
Y tanto IU como el senador del PNV Iñaki Anasagasti le han pedido ya que retire los retratos de los cuatro presidentes de las Cortes franquistas, creadas por Franco en 1943 cuando ya se avizoraba el triunfo de los aliados frente a Hitler.
De momento, en el Congreso no sólo permanecen visibles sus efigies sino también sus discursos. Están en la web congreso.es. Ahí puede leerse lo que, por ejemplo, dijo al tomar posesión el primer presidente de las Cortes, Esteban de Bilbao: “Y en la suprema cúspide del Estado (...), la inspiración del Caudillo, forjador de una solidaridad nacional que encuentra en estas Cortes la síntesis feliz de una España unida y en orden”.
¿Hay que tratar igual los símbolos franquistas y los republicanos? Con cierto escándalo por la equiparación, responde el portavoz de la Asociación de Ex Presos, Luis Pérez: “¿Cómo se va a tratar igual aquello que simboliza un régimen tiránico y fascista y la bandera que representó democráticamente a España?”.
"Bono fue demagógico"
Entrevista a Antonio Moya, el ex preso que ondeó la tricolor
¿Qué opina hoy sobre la actuación de Bono?.
Entrevista a Antonio Moya, el ex preso que ondeó la tricolor
¿Qué opina hoy sobre la actuación de Bono?.
Yo me llegué a emocionar por su alabanzas a nuestro colectivo, y por eso saqué de forma espontánea la bandera, que estaba destinada a encabezar la delegación de Valencia en el almuerzo de Rivas-Vaciamadrid. Al principio pensé que a Bono le había faltado cintura. Ahora creo que ese discurso en el que yo me reconocí fue un gesto demagógico.
El presidente de la Asociación de Ex Presos cree que usted fue inoportuno al sacar la tricolor en el Conreso. ¿Lo fue?
Es su opinión. Yo consideré que en ese momento, en que me estaba sintiendo reconocido, podía sacar la bandera republicana porque es la que representa nuestra lucha. Y decidí sacarla. Y fue cuando el hombre este desató lo que desató contra mí. No creo que fuera inoportuno.
Es su opinión. Yo consideré que en ese momento, en que me estaba sintiendo reconocido, podía sacar la bandera republicana porque es la que representa nuestra lucha. Y decidí sacarla. Y fue cuando el hombre este desató lo que desató contra mí. No creo que fuera inoportuno.
¿Sirve de algo el incidente?
No lo sé pero tal vez lo de la bandera ha servido un poco para que el tema tabú de lo que significa la República aparezca en los medios de comunicación. Estamos hablando de un Gobierno elegido por el pueblo y masacrado por una rebelión militar. Todo eso estaba un poquito aparcado y es bueno que ahora la sociedad lo conozca.
No lo sé pero tal vez lo de la bandera ha servido un poco para que el tema tabú de lo que significa la República aparezca en los medios de comunicación. Estamos hablando de un Gobierno elegido por el pueblo y masacrado por una rebelión militar. Todo eso estaba un poquito aparcado y es bueno que ahora la sociedad lo conozca.
Comentando lo leído:
Para que la democracia en España sea factible es preciso restañar definitivamente las heridas de la Guerra Civil. Desde un profundo respeto hacia cuantos de buena fe en uno u otro bando creyeron luchar por un futuro mejor, a la vista de los horrores de aquella lucha entre hermanos el corazón se estremece, y sólo quisiera que esa triste página de nuestra historia nunca hubiera tenido lugar. La amnistía debe ser el último acto de la gran tragedia, pero no puede convertirse en el comienzo de una nueva etapa revanchista.
Fruto de ese espíritu de conciliación fue la Constitución de 1978. No en vano se le ha llamado la Constitución de la libertad y de la concordia. Los que la hicimos y la votamos estábamos convencidos de que la Guerra Civil, aquel gran fracaso colectivo de los españoles de los años 30, era ya un triste y trágico episodio definitivamente cerrado y enterrado.
La "Recuperación de la memoria histórica", ha vuelto a abrir el telón de la gran tragedia, pero de momento no parece tener otro objeto que mostrar los horrores protagonizados por el bando victorioso.
Hay incluso una creciente sospecha de que, en último término, la recuperación de la memoria histórica no es más que la tapadera para otra operación política de gran calado: la recuperación de la legalidad republicana.
El argumento subliminal es bien claro. Si los fascistas de la derecha derribaron la República, todo cuanto vino después está viciado de raíz, incluida la restauración de la Monarquía.
Y si hasta ahora se respeta la figura de Don Juan Carlos –un rey bastante republicano, según Rodríguez Zapatero– es porque impulsó el tránsito a la democracia e impidió en 1981 el triunfo del golpe de Estado de los generales Milans del Bosch y Armada. Pero después ya veremos.
Ian Gibson, en una entrevista publicada en el diario El País (22 de septiembre de 2005), decía: "Las heridas de la Guerra Civil sólo se curarán definitivamente cuando ambos bandos acepten la verdad de lo que pasó en sus respectivas retaguardias durante la contienda fratricida".
Parece una reflexión razonable. Pero esta proposición de Gibson parte de un supuesto equivocado, cual es el de la existencia y permanencia en la España de hoy de los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil. Y eso no es así, porque la inmensa mayoría de los españoles creyó, con todo fundamento, que la Constitución de 1978 cerraba el paso definitivamente a las dos Españas. A partir de su promulgación sólo habría ciudadanos españoles libres.
El problema reside en que la recuperación de la memoria histórica consista no en conocer con objetividad el pasado, sino en resucitar a uno de los bandos, el vencido en la Guerra Civil, presentado como protagonista de una titánica lucha frente al fascismo totalitario en pro de la democracia, de los derechos humanos y de un sistema político, social y económico justo y benéfico.
Fruto de ese espíritu de conciliación fue la Constitución de 1978. No en vano se le ha llamado la Constitución de la libertad y de la concordia. Los que la hicimos y la votamos estábamos convencidos de que la Guerra Civil, aquel gran fracaso colectivo de los españoles de los años 30, era ya un triste y trágico episodio definitivamente cerrado y enterrado.
La "Recuperación de la memoria histórica", ha vuelto a abrir el telón de la gran tragedia, pero de momento no parece tener otro objeto que mostrar los horrores protagonizados por el bando victorioso.
Hay incluso una creciente sospecha de que, en último término, la recuperación de la memoria histórica no es más que la tapadera para otra operación política de gran calado: la recuperación de la legalidad republicana.
El argumento subliminal es bien claro. Si los fascistas de la derecha derribaron la República, todo cuanto vino después está viciado de raíz, incluida la restauración de la Monarquía.
Y si hasta ahora se respeta la figura de Don Juan Carlos –un rey bastante republicano, según Rodríguez Zapatero– es porque impulsó el tránsito a la democracia e impidió en 1981 el triunfo del golpe de Estado de los generales Milans del Bosch y Armada. Pero después ya veremos.
Ian Gibson, en una entrevista publicada en el diario El País (22 de septiembre de 2005), decía: "Las heridas de la Guerra Civil sólo se curarán definitivamente cuando ambos bandos acepten la verdad de lo que pasó en sus respectivas retaguardias durante la contienda fratricida".
Parece una reflexión razonable. Pero esta proposición de Gibson parte de un supuesto equivocado, cual es el de la existencia y permanencia en la España de hoy de los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil. Y eso no es así, porque la inmensa mayoría de los españoles creyó, con todo fundamento, que la Constitución de 1978 cerraba el paso definitivamente a las dos Españas. A partir de su promulgación sólo habría ciudadanos españoles libres.
El problema reside en que la recuperación de la memoria histórica consista no en conocer con objetividad el pasado, sino en resucitar a uno de los bandos, el vencido en la Guerra Civil, presentado como protagonista de una titánica lucha frente al fascismo totalitario en pro de la democracia, de los derechos humanos y de un sistema político, social y económico justo y benéfico.
Los valores cívicos y morales de la II República habrían sido aplastados por los sublevados de 1936, que no podían soportar un régimen político donde la libertad, la igualdad y la solidaridad constituían el eje fundamental de la acción de los poderes públicos.
Los vencidos renacen, pues, de sus cenizas, a través de sus naturales continuadores políticos en la España de hoy, para vindicar su memoria y, de paso, para denunciar la ferocidad genocida del bando vencedor.
De ahí a sentenciar la ilegitimidad de todo lo actuado en la Transición, bajo la tutela de los supuestos poderes fácticos del franquismo y de modo especial del ejército, no hay más que un paso.
En España el bando vencedor de la Guerra Civil ha desaparecido. Nadie reivindica hoy la dictadura como régimen político ni justifica cualesquiera crímenes cometidos durante la Guerra Civil ni la represión posterior.
Los partidos políticos que fueron responsables directos del alzamiento de 1936 o han desaparecido o apenas pasan de ser formaciones puramente testimoniales.
Ni UPN ni el Partido Popular tienen nada que ver con el franquismo. Ambas formaciones nacieron y se desarrollaron tras la instauración de la democracia con el compromiso claro y nítido de defender el marco de convivencia de nuestra Constitución. La pretensión de que el Partido Popular o UPN pidan perdón por los crímenes cometidos en la retaguardia en la Guerra Civil y por la represión franquista no tiene ningún fundamento. Ni uno ni otro pertenecen a ninguno de los bandos enfrentados.
La izquierda española la integran los mismos partidos que tanto contribuyeron al fracaso de la República, como el PSOE, el Partido Comunista y Esquerra Republicana de Cataluña.
Los partidos que hoy gobiernan España formaban el núcleo esencial del Frente Popular que condujo la II República al precipicio.
El consenso permitió una transición política ejemplar: los partidos metieron en el baúl de los recuerdos su pasado para mirar hacia delante. A nadie se le preguntaba de dónde venía, sino a dónde quería ir.
Si los partidos históricos caen en la tentación de convertir aquel funesto episodio en una historia maniquea, de buenos y malos, para que al fin los malvados vencedores de ayer sean derrotados por los buenos de hoy. Los partidos históricos del actual sistema, cuando reivindican con orgullo su pasado, están en su derecho, pero no tanto cuando omiten cualquier referencia a sus propias responsabilidades durante la República y la Guerra Civil.
Transmiten la idea de que el Partido Popular y UPN son los herederos ideológicos de aquella derecha conservadora, clerical y fascista, enemiga de la democracia, que decidió un buen día porque sí derribar por la fuerza el poder legalmente establecido.
Se intenta demonizar a la derecha para deslegitimarla como opción de gobierno. Sólo la izquierda progresista tiene derecho a ejercer el poder, porque la derecha es fascismo.
El bando vencedor ya no existe y es imposible que pida perdón. Por otra parte, la izquierda histórica tampoco parece estar dispuesta a hacerlo, y no hay por qué exigírselo.
La solución sería dejar hablar a la historia, y la historia no es cosa de políticos sino de historiadores.
Obligar a los nietos de la generación del 36 a tener que alinearse, en memoria de sus abuelos, con una de aquellas dos Españas enfrentadas es volver a sembrar odio, resentimiento, confrontación civil.
Reivindiquemos, pues, el espíritu de la Transición. Rechacemos toda suerte de extremismos. Tendamos la mano y no cerremos el puño. Somos ciudadanos de un país democrático y libre, además de próspero. Aprendamos las lecciones de la historia, pero neguémonos a repetirla.
En España el bando vencedor de la Guerra Civil ha desaparecido. Nadie reivindica hoy la dictadura como régimen político ni justifica cualesquiera crímenes cometidos durante la Guerra Civil ni la represión posterior.
Los partidos políticos que fueron responsables directos del alzamiento de 1936 o han desaparecido o apenas pasan de ser formaciones puramente testimoniales.
Ni UPN ni el Partido Popular tienen nada que ver con el franquismo. Ambas formaciones nacieron y se desarrollaron tras la instauración de la democracia con el compromiso claro y nítido de defender el marco de convivencia de nuestra Constitución. La pretensión de que el Partido Popular o UPN pidan perdón por los crímenes cometidos en la retaguardia en la Guerra Civil y por la represión franquista no tiene ningún fundamento. Ni uno ni otro pertenecen a ninguno de los bandos enfrentados.
La izquierda española la integran los mismos partidos que tanto contribuyeron al fracaso de la República, como el PSOE, el Partido Comunista y Esquerra Republicana de Cataluña.
Los partidos que hoy gobiernan España formaban el núcleo esencial del Frente Popular que condujo la II República al precipicio.
El consenso permitió una transición política ejemplar: los partidos metieron en el baúl de los recuerdos su pasado para mirar hacia delante. A nadie se le preguntaba de dónde venía, sino a dónde quería ir.
Si los partidos históricos caen en la tentación de convertir aquel funesto episodio en una historia maniquea, de buenos y malos, para que al fin los malvados vencedores de ayer sean derrotados por los buenos de hoy. Los partidos históricos del actual sistema, cuando reivindican con orgullo su pasado, están en su derecho, pero no tanto cuando omiten cualquier referencia a sus propias responsabilidades durante la República y la Guerra Civil.
Transmiten la idea de que el Partido Popular y UPN son los herederos ideológicos de aquella derecha conservadora, clerical y fascista, enemiga de la democracia, que decidió un buen día porque sí derribar por la fuerza el poder legalmente establecido.
Se intenta demonizar a la derecha para deslegitimarla como opción de gobierno. Sólo la izquierda progresista tiene derecho a ejercer el poder, porque la derecha es fascismo.
El bando vencedor ya no existe y es imposible que pida perdón. Por otra parte, la izquierda histórica tampoco parece estar dispuesta a hacerlo, y no hay por qué exigírselo.
La solución sería dejar hablar a la historia, y la historia no es cosa de políticos sino de historiadores.
Obligar a los nietos de la generación del 36 a tener que alinearse, en memoria de sus abuelos, con una de aquellas dos Españas enfrentadas es volver a sembrar odio, resentimiento, confrontación civil.
Reivindiquemos, pues, el espíritu de la Transición. Rechacemos toda suerte de extremismos. Tendamos la mano y no cerremos el puño. Somos ciudadanos de un país democrático y libre, además de próspero. Aprendamos las lecciones de la historia, pero neguémonos a repetirla.
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