"Hemos ganado".
El futbol hace milagros.
Narcótico ante diferencias políticas y nacionalismos "identitarios".
¡SOBRE TODO CUANDO SE GANA!, ¡CÓMO OCURRE SIEMPRE!.
España.- POR CURRI VALENZUELA
El chino de al lado de mi casa se ha puesto ciego este fin de semana vendiendo banderas de España con el escudo constitucional a 3,50 euros, gracias a muchas personas, entre las que me encuentro. Siempre quise tener una y nunca hasta ahora encontré la ocasión, y menos a ese precio.
Iba a guardarla, cuidadosamente doblada, en el altillo del ropero, para sacarla a su debido momento cuando comprendí que la de hoy es la única oportunidad que tengo de lucirla cara al público. Porque si la colgara porque Ibarretxe convoca su referéndum, mis vecinos me considerarían una exaltada, y si lo hiciera porque el Constitucional ha dado el visto bueno al Estatuto de Cataluña, sería calificada de facha. En cambio, si la luzco hoy, atada a los barrotes de mi terraza, me convertiré en una integrante más del club de los patriotas políticamente correctos: los que ondean la bandera bicolor y gritan «España, España» únicamente cuando se juega un partido de fútbol. Para muchos españoles, quizá la mayoría, la palabra España es ya sinónimo de ese equipo de once hombres vestidos con camiseta roja que esperamos se comporten con el arrojo, la valentía y la furia que sus antepasados demostraron en Nápoles, Flandes y Lepanto luchando contra los ascendientes de nuestros adversarios actuales.
Por mi parte, confieso que deseo secretamente el paso de esta España a las semifinales por razones extradeportivas. Me gustaría tener colgada la bandera en el balcón unos días más, seguir escuchando el himno nacional de vez en cuando por la televisión y presenciar cómo se jalea a nuestra nación por la calle. Y como sé que mi única oportunidad para conseguirlo pasa por nuestra victoria de esta noche frente a Italia, proclamo fervientemente: «!Animo, chicos! ¡España, España...!».
El chino de al lado de mi casa se ha puesto ciego este fin de semana vendiendo banderas de España con el escudo constitucional a 3,50 euros, gracias a muchas personas, entre las que me encuentro. Siempre quise tener una y nunca hasta ahora encontré la ocasión, y menos a ese precio.
Iba a guardarla, cuidadosamente doblada, en el altillo del ropero, para sacarla a su debido momento cuando comprendí que la de hoy es la única oportunidad que tengo de lucirla cara al público. Porque si la colgara porque Ibarretxe convoca su referéndum, mis vecinos me considerarían una exaltada, y si lo hiciera porque el Constitucional ha dado el visto bueno al Estatuto de Cataluña, sería calificada de facha. En cambio, si la luzco hoy, atada a los barrotes de mi terraza, me convertiré en una integrante más del club de los patriotas políticamente correctos: los que ondean la bandera bicolor y gritan «España, España» únicamente cuando se juega un partido de fútbol. Para muchos españoles, quizá la mayoría, la palabra España es ya sinónimo de ese equipo de once hombres vestidos con camiseta roja que esperamos se comporten con el arrojo, la valentía y la furia que sus antepasados demostraron en Nápoles, Flandes y Lepanto luchando contra los ascendientes de nuestros adversarios actuales.
Por mi parte, confieso que deseo secretamente el paso de esta España a las semifinales por razones extradeportivas. Me gustaría tener colgada la bandera en el balcón unos días más, seguir escuchando el himno nacional de vez en cuando por la televisión y presenciar cómo se jalea a nuestra nación por la calle. Y como sé que mi única oportunidad para conseguirlo pasa por nuestra victoria de esta noche frente a Italia, proclamo fervientemente: «!Animo, chicos! ¡España, España...!».
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