sábado, 14 de junio de 2008

La Academia de la Lengua


Víctor García de la Concha dirige la Real Academia Españaola desde 1999, pero no habla de los éxitos y proyectos concluidos, sino de lo que todavía queda por hacer.

Sentado en su despacho, en una mesa llena de libros y carpetas, repasa de memoria, en una semana en que la política ha entrado en el ámbito lingüístico (la utilización de la palabra «miembra» por la ministra Bibiana Aído).

La Academia no inventa palabras ni acepciones. Tiene una función notarial. Oye y lee lo que se está hablando y deduce si circula un término nuevo. La Academia lo observa durante seis años. Y si se extiende y tiene una amplia documentación, sobre todo literaria, se registra.
No tiene sentido introducir una acepción que se pone de moda y luego desaparece. Lo que sucede es que la RAE estudia hoy un mayor número de términos nuevos.

-¿Y las palabras en desuso?-No se pierde ninguna. En el diccionario hay marcas que señalan si una palabra ha dejado de usarse. Si es anticuada pasa al Diccionario Histórico. Pero el diccionario debe servir para que el lector descifre textos de Cervantes o Quevedo. Ésa es la razón por la cual en el diccionario figuran palabras que hoy son políticamente incorrectas.
Con frecuencia recurren a la RAE grupos sociales que dicen que debería desaparecer una palabra o acepción, pero, entonces, ¿cómo entendemos a Quevedo?. El diccionario señala, con una marca, que una palabra es malsonante o vulgar e indica que no se debe usar en cualquier conversación.

-¿Lo políticamente correcto encorseta la lengua?
-La Academia en eso no cede. La Academia está al margen de las políticas concretas. No sirve a otra política que a la de los hablantes que hacen la lengua, a la norma de uso. Tratar de cambiar la lengua de manera artificial, de condicionarla, es un error.

- Se culpa al lenguaje sexista.- La lengua no es sexista. Puede ser sexista un hablante o un conjunto de hablantes en un momento histórico. O digamos machista. El lenguaje no es ni machista ni no machista. Lo será quien habla y dice tal cosa.

- ¿De dónde nace la confusión?- Surge cuando hay formas del lenguaje comunes para la colectividad. Existen adjetivos que tienen uso masculino y femenino, que derivan del latín: bueno o buena. Hay otras formas latinas que tienen una sola forma común para el masculino y el femenino, y por eso el español lo conserva. Pero hay recursos para diferenciar: el contribuyente o la contribuyente. Pensar que esto es sexista es un error de concepción fundamental de lo que es la lengua. Hay médicos y médicas, pero las mujeres prefieren médico; y el pueblo sale por en medio y dice la doctora.-Intentar feminizar la lengua...

-Tendríamos que decir entonces el periodisto.
- La lengua no ha funcionado así en toda su historia. Ahora es frecuente en el lenguaje de los políticos ese lenguaje de desdoblamiento. Antes existió: señoras y señores; ahora se desdobla todo, y ha dado lugar a parodias literarias.

-La lengua de los hablantes está reñida con otras aspiraciones.
-Hay una corriente de una parte del movimiento feminista que propugna la necesidad de hacer más visible a la mujer en todos los ámbitos y también en el lingüístico. Es loable. Pero olvida las leyes prácticas del lenguaje. El Departamento del Español al Día ha estado constituido hasta hace nada por seis mujeres, feministas. Y está en las antípodas de ese grupo. Como ellas, miles de profesionales con una cultura básica que no están en esa línea.

-¿Cuáles son los próximos retos?
-Estamos preparando una edición del diccionario que se publicará en 2013, año del tercer centenario de la fundación de la RAE, que recoja las enmiendas desde la última edición. El próximo año saldrá la Nueva Gramática de la Lengua Española y terminaremos la redacción de una nueva edición de la Ortografía, que no alterará las normas, pero sí las desarrollará, y que atenderá esas nuevas formas de escritura del lenguaje de la publicidad o de los lenguajes gráficos.
Y también seguimos con el Diccionario Académico de Americanismos.

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