sábado, 21 de marzo de 2009

Las cartas boca arriba y sin hacer trampas


El propósito de la nueva Ley de Educación es «cultivar» -una expresión que le encantaba al ministro italiano- el sentimiento de pertenencia a «la nación catalana», para lo que es vital que las escuelas sirvan para inculcar el nacionalismo políticamente correcto.
La escuela catalana ha de convertirse en el germen del futuro Estado catalán, por lo que tiene que fomentar la familiaridad con sus símbolos. Y resulta especialmente importante evitar que los ciudadanos puedan escolarizar a sus hijos en castellano, lo que supondría un agujero imposible de asimilar en un sistema que nace con vocación de totalidad.
Esta es la lógica última de los planes educativos de la Generalitat de Cataluña: crear súbditos obedientes al nacionalismo y sin la menor capacidad de autonomía en el pensamiento. No sé si el Gobierno tripartito va a conseguir lo que se propone, pero lo que es seguro es que muchos catalanes -como sucedía con la Formación del Espíritu Nacional franquista- van a tomarse a broma los afanes de una clase dirigente que quiere pasar de la barretina a la corona imperial.

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