lunes, 30 de marzo de 2009

Edades inciertas


La ministra de Igualdad ha dicho que si una mujer puede casarse a los dieciséis años, también puede abortar a esa edad. Esta afirmación pone de relieve la absoluta imprecisión legal sobre la adolescencia. Nuestra legislación sólo distingue entre menores y mayores de edad. Los términos «adolescencia» y «juventud» no tienen significado jurídico.
Cuando se incluyó en la Constitución una mención a los jóvenes, se hizo a sabiendas de que era un término inutilizable. La mayoría de edad supone la asunción plena de todos los derechos, pero hasta ese momento los menores adquieren capacidad legal para acceder a algunos derechos y libertades, pero de forma incoherente. A los dieciséis años pueden ponerse a trabajar, aunque a los 14, con autorización judicial, pueden casarse, y a los 13 una niña puede decidir tener relaciones sexuales con un adulto. La falta de coherencia acerca de estas edades es universal, basta comprobar la anarquía con que se fija la edad de responsabilidad penal. En el año 2004 -últimos datos que tengo- 32 países la fijaban en los 7 años, y sólo 4 a los 18.
Desde el punto de vista psicológico, un chico o una chica de dieciséis años podría ser responsable de sus actos, o, al menos, tan responsable como otras personas de 30 o 60 años. La cuestión está en que, probablemente, no lo sea, porque los estamos educando en la irresponsabilidad. La adolescencia es una edad artificial, que retrasa la entrada de los niños en el mundo real, para que tengan tiempo de educarse. Este es el problema: hemos inventado una edad educativa y no queremos educarla, para no limitar su libertad, con lo que los adultos estamos perjudicando seriamente a nuestros chicos, y a nosotros mismos. Por ello, me parece urgente revisar el concepto de adolescencia, y también el de libertad.
José Antonio Marina.- Filósofo

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