BERNARDINO LEON, secretario general de la Presidencia, reconoció ayer que la ministra de Defensa se ha equivocado por no dar las «explicaciones necesarias» antes de anunciar la retirada de nuestros soldados de Kosovo.
Pero no se limitó a criticarla por las formas. También la desautorizó en el fondo, al subrayar que la voluntad de España es «prolongar la estancia de las tropas mientras sea necesario»; es decir, que no van a abandonar el territorio antes del final del verano necesariamente, tal como había anunciado la ministra.
Sus palabras constatan el malestar en Moncloa por la incompetencia de Chacón en este delicado asunto, que ha generado un encontronazo con la Casa Blanca pocos días antes del primer viaje de Obama como presidente a Europa.
No es baladí que las críticas vengan de León, uno de los hombres de confianza de Zapatero y figura clave en el diseño de la Política exterior, que, en esta ocasión, ha tenido que ejercer de apagafuegos.
El y el general Sanz Roldán asistieron el viernes a un encuentro en Washington con el asesor de Seguridad Nacional de Obama, programado hacía semanas para hablar de Afganistán. Ante él pudieron matizar la postura sobre la retirada de las tropas y rebajar la tensión con la Casa Blanca. Así ha paliado Zapatero en parte la metedura de pata de Chacón, quien ha convertido una decisión coherente como la de retirar el Ejército de un país autoproclamado soberano, al que no reconocemos, en un traspié diplomático.
Los propios León y Sanz Roldán se enteraron del anuncio del repliegue después de producirse, mientras realizaban en las Azores una parada técnica de camino a su reunión en Washington. Y no fueron los únicos. Tampoco Moratinos o el embajador en la capital de EEUU, Jorge Dezcallar, sabían nada, quedando en evidencia ante el Departamento de Estado.
Esta metedura de pata es acorde con la frivolidad que hubo en el nombramiento de Chacón como titular de Defensa, y en la bisoñez con la que actúa. El tiempo nos está dando la razón a quienes en su día alertamos de que no reunía las condiciones necesarias para el cargo. De hecho, igual que el presidente pretendió al elegirla dar un golpe de efecto, Chacón ha demostrado su permanente obsesión por la imagen y por la política de gestos para la galería.
Pero no se limitó a criticarla por las formas. También la desautorizó en el fondo, al subrayar que la voluntad de España es «prolongar la estancia de las tropas mientras sea necesario»; es decir, que no van a abandonar el territorio antes del final del verano necesariamente, tal como había anunciado la ministra.
Sus palabras constatan el malestar en Moncloa por la incompetencia de Chacón en este delicado asunto, que ha generado un encontronazo con la Casa Blanca pocos días antes del primer viaje de Obama como presidente a Europa.
No es baladí que las críticas vengan de León, uno de los hombres de confianza de Zapatero y figura clave en el diseño de la Política exterior, que, en esta ocasión, ha tenido que ejercer de apagafuegos.
El y el general Sanz Roldán asistieron el viernes a un encuentro en Washington con el asesor de Seguridad Nacional de Obama, programado hacía semanas para hablar de Afganistán. Ante él pudieron matizar la postura sobre la retirada de las tropas y rebajar la tensión con la Casa Blanca. Así ha paliado Zapatero en parte la metedura de pata de Chacón, quien ha convertido una decisión coherente como la de retirar el Ejército de un país autoproclamado soberano, al que no reconocemos, en un traspié diplomático.
Los propios León y Sanz Roldán se enteraron del anuncio del repliegue después de producirse, mientras realizaban en las Azores una parada técnica de camino a su reunión en Washington. Y no fueron los únicos. Tampoco Moratinos o el embajador en la capital de EEUU, Jorge Dezcallar, sabían nada, quedando en evidencia ante el Departamento de Estado.
Esta metedura de pata es acorde con la frivolidad que hubo en el nombramiento de Chacón como titular de Defensa, y en la bisoñez con la que actúa. El tiempo nos está dando la razón a quienes en su día alertamos de que no reunía las condiciones necesarias para el cargo. De hecho, igual que el presidente pretendió al elegirla dar un golpe de efecto, Chacón ha demostrado su permanente obsesión por la imagen y por la política de gestos para la galería.
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