martes, 24 de marzo de 2009

Peor, imposible


JOSÉ MARÍA CARRASCAL.-Miércoles, 25-03-09 .- ABC
NOS decían desde La Moncloa que en los próximos meses el presidente iba a dedicarse a la política exterior para preparar nuestra presidencia europea.
Por favor, que no lo haga, que se quede en casa. Así, al menos los daños que cause se reducirán a España y no a Europa. Pues este hombre, después de haber puesto patas arriba nuestro país, es capaz de desbaratar el mundo, con la ayuda de sus enanos y enanas.
Carme Chacón no ha desautorizado a Bernardino León, que días antes la había desautorizado a ella. Ha desautorizado a su jefe, que resulta ser el presidente, quien ha tenido que tragárselo. Y ha tenido que tragárselo porque fue él quien había acordado con la ministra la retirada inmediata de Kosovo. Esa es la clave del embrollo, la chapuza, la zapatiesta o como quieran ustedes llamarle.

Que el presidente dijera el miércoles pasado una cosa, el viernes, ante la violenta reacción norteamericana, otra y luego callara ante la violenta reacción de la ministra. Los hombres sin ideas, sin temple y sin principios suelen actuar así. Resultado, que ni nosotros ni nadie sabe si nos vamos, nos quedamos o nos vamos y quedamos en Kosovo.
Todo por confundir la política exterior con la interior, siendo cosas tan distintas. La exterior se funda en los intereses inamovibles del Estado. La interior, en los del gobierno en curso. Esto, tan elemental, no lo sabe Zapatero que, posiblemente pensando en la buena acogida que tuvo entre los españoles la salida de Irak, quiso repetirla en Kosovo, sin darse cuenta de que todo es distinto, empezando porque en Washington hay otro presidente, al que intenta aproximarse. Desde ese primer error, todos sus esfuerzos por corregirlo no han hecho más que multiplicarlo.
El estropicio es de tal magnitud que ni siquiera una dimisión, o la de los dos ministros envueltos, Chacón y Moratinos, lo puede arreglar.
Y no lo puede arreglar porque quien tendría que dimitir sería él, y eso, vamos, ni borracho.
Pero va a tener que pagarlo duramente en las reuniones que le esperan, la de la OTAN, la del Consejo Europeo, la de la Alianza de Civilizaciones.
Esperaba que iban a ser sus cinco minutos de gloria o, por lo menos, un respiro a la crisis que avanza imparable en casa. Lo que va a encontrarse son reproches más o menos velados, saludos gélidos, críticas directas e indirectas, vacío por todas partes. Aunque, por una vez, el no saber idiomas será para él una ventaja.
Lo peor, sin embargo, no es su pérdida de peso y alarmante soledad. Lo peor es que la primera ocasión que ha tenido de recomponer la imagen de España en el mundo la ha desaprovechado. Y todo, por querer hacer en el mundo la desastrosa política que viene haciendo en España. Los españoles se la toleramos. El mundo, no.

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