sábado, 28 de marzo de 2009

Zapatero I



El agotamiento de este gabinete y su malversación del Estado son conceptos que comparte una amplia porción de la izquierda, preocupada por el momento de síncope que atraviesa el Gobierno. Cierto es que, cuando estaban en el poder, tanto Ibarra como Leguina o el propio González no eran propensos a la autocrítica, pero la distancia aguza el sentido del discernimiento.
Uno de los grandes errores de Zapatero ha sido el de prescindir del consejo senatorial de la generación a la que ha sustituido, arrumbándola con soberbia en el desván de los trastos inservibles.
Le llaman adanismo a esta tendencia autocomplaciente que una vez Felipe definió con amarga displicencia: «éste se cree que ha inventado la política».
La antigua nomenclatura del PSOE estaba liquidada para la dirigencia, pero su criterio pragmático merecía siquiera la atención de la escucha. El presidente no ha sabido encontrarles sitio para dejarse oír, y lo hacen en los medios de comunicación o en sus blogs personales con un tono inevitable de autoestima herida por el que respira su apesadumbrada clarividencia. Viejos, mujeres y niños.

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