martes, 31 de marzo de 2009

Ante el abismo de la deflación


El ritmo de la caída experimentada por los precios es mayor de lo esperado, ya que al factor derivado de las materias primas, el petróleo y los alimentos, se ha unido el provocado por la alarmante debilidad de la demanda y el consumo privado, que empuja a los comerciantes a ajustar márgenes y disminuir precios para sostener sus ventas.
Esta caída de la inflación pone de manifiesto, por un lado, la flexibilidad de la economía para adaptarse a una coyuntura adversa, pero también dibuja en el horizonte el peligrosísimo fantasma de la deflación, entendida como una caída sostenida del nivel general de precios que suele avisar de una inminente recesión, fenómeno que a su vez puede llegar a convertirse en el peor escenario imaginable, el de la depresión.
El Gobierno, como es habitual, ha tratado de restar importancia a ese riesgo y rechaza cualquier hipótesis «pesimista», pero los errores de apreciación que el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero viene acumulando desde hace meses a la hora de valorar la situación económica recomiendan, cuando menos, cautela ya que últimamente suelen hacerse realidad las peores hipótesis.
El Gobierno socialista, para el que cualquier acontecimiento relacionado con la crisis financiera y económica parece tener una «importancia relativa», como dijo ayer Zapatero sobre la intervención administrativa de la Caja de Castilla-La Mancha, prefiere situarse detrás de unos acontecimientos cuya gravedad termina por desbordarlo.
Ninguna de las medidas puestas en marcha por el Ejecutivo en los últimos meses ha logrado reducir el impacto de una crisis que ha ido manifestándose en todas las variables económicas para documentar su incapacidad.
No son ya los «antipatriotas» que el año pasado alertaban de la gravedad de la situación quienes cuestionan la gestión del Gobierno, sino los propios consumidores los que, con su actividad, casi paralizada, exhiben su desconfianza y fuerzan al mercado a rebajar los precios para seguir adelante.
La histórica y previsible caída del IPC en marzo no es una buena noticia que venga a aliviar la factura mensual de gastos de las familias, sino la señal definitiva de que la crisis ha calado, hasta el fondo, en la sociedad española, donde la creciente cifra de desempleados y el miedo a consumir va camino de reducir al mínimo la actividad de la economía.

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