domingo, 29 de marzo de 2009

La mayor fosa de la represión republicana



DOS EXPERTOS QUE HAN COLABORADO con Garzón han encontrado en una mina romana de Toledo las evidencias de la que puede ser la mayor fosa común del bando nacional. Es la memoria histórica del otro bando.
Se han resistido hasta el final. Amontonados a 25 metros de profundidad y sepultados bajo 20.000 kilos de cal y arena arrojados por sus verdugos, los muertos de Camuñas, en Toledo, han tardado en aparecer. Pero lo han hecho, al fin.
Después de cinco días de duro trabajo, a la una y media de ayer sábado los espeleólogos anunciaron la noticia que todos esperaban.
–¡Hay huesos!
Huesos. Primero un cráneo. Luego un esqueleto completo. Y después, muchos más. Un montón de cadáveres de víctimas de la represión republicana de unos dos metros de altura. Aparentemente, cientos de ellos –es probable que más–, que constituyen la prueba documental de la mayor fosa común del bando nacional encontrada tras la dictadura. Para extraerlos ha sido necesario poner en marcha una operación, de la que LA RAZÓN ha sido testigo en exclusiva, inédita hasta ahora en España.
Primero, por la complejidad que supone adentrarse en busca de restos a tanta profundidad. Segundo, porque nunca hasta ahora se había introducido bajo tierra un georradar de última tecnología.
Y, sobre todo, porque es la mayor operación de memoria histórica del bando nacional emprendida hasta la fecha. De llevarla a buen puerto se han encargado cuatro infatigables espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, tres de ellos Tolosa, uno de Beasain.
Vascos, vascos: de los que no se rinden.
Junto a ellos, un cura con mucha memoria. Y un técnico en radares con una moral inagotable. Vivos y muertos.
Al igual que en tantas y tantas cunetas repletas de víctimas republicanas, de tapias de cementerios y bosques apartados en los que aún quedan muertos de la contienda del 36, en la mina de Las Cabezuelas, a medio camino entre Toledo y Ciudad Real, se esconden los desastres de la Guerra.
Durante dos años y medio, los milicianos fueron arrojando al fondo del pozo –una antigua explotación romana de plata– a todos aquellos que consideraban partidarios del bando nacional. ¿Requisitos?
Cualquiera: ir a misa, no levantar el puño, tener tierras o ser religioso. Las víctimas eran recogidas en todos los pueblos de la zona, transportadas en camiones y empujadas al abismo.
Los más viejos del lugar sostienen incluso que eran traídas en vehículos soviéticos de las checas de Madrid. Dicen que al principio los tiraban vivos, hasta que un miliciano que empujaba a un sacerdote cayó con ellos.
Para qué correr riesgos. A partir de entonces, tiro en la nuca en la boca del pozo... y el siguiente.
–¡Hay huesos!
El anuncio es el final de una historia que bien pudo haber terminado mal. Lo sabe Asier Izaguirre, que se ha pasado cuatro días sacando arena del fondo de la mina. Del centro de la Tierra.
Palada va, palada viene. Carretilla arriba, carretilla abajo. Al salir, una palmadita en la espalda: «¡Esto es más duro que escalar el Himalaya, ¿eh?!». Veremos. Habrá tiempo para comprobarlo. Izaguirre embarca mañana lunes camino del techo del mundo, en una nueva misión del programa de televisión «Al filo de lo imposible».
A la espera del forense.
Por el momento es imposible aventurar cuántos cadáveres se han encontrado en el fondo de la mina de Las Cabezuelas. Los primeros cuerpos han aparecido a unos dos metros del suelo, aunque están mezclados con arena. En esas condiciones y con el paso del tiempo, habrán perdido toda la presencia de partes blandas y se habrán apelmazado, con lo que ocupan un espacio mucho menor de lo habitual. Su estado de conservación es casi perfecto.
Será el forense Paco Etxeberria quien examine los restos para determinar cuántos cadáveres hay, aunque en la superficie que ocupan es lo suficientemente grande como para que la cifra supere los varios centenares. Su destino dependerá de lo que decidan los promotores del proyecto, pero si son muchos, en principio, se descartará su exhumación. Al menos ya se ha desvelado el destino de una parte de los 130.000 desaparecidos de la guerra.destino de una parte de los 130.000 desaparecidos de la guerra.

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