ENTRE 50.000 y 100.000 austeros dólares le ha aflojado el Gobierno a Paul Krugman por hacerse una foto, seguida de conferencia, con el presidente Zapatero.
En honor del economista americano hay que decir que su abultada minuta no acomodó su ya célebre diagnóstico sobre las «perspectivas aterradoras» de la economía española, en diametral contraste con el optimismo indoloro de quien le pagaba sus honorarios.
Dinero tan generoso como estéril, pues el Gobierno no parece dispuesto a escuchar a ningún aguafiestas, por muy Premio Nobel que sea, que contradiga su benévola cosmovisión y apele a sacrificios, esfuerzos y otras expiaciones sociales. Por cierto, Krugman sigue recomendando bajar los salarios como receta contra la crisis.
Pero la socialdemocracia española tiene otras prioridades. Por ejemplo, la del andaluz Manuel Chaves, autor de un singular modelo de Estado de bienestar construido con dineros que no recauda. Apenas unas horas después de obtener 1.200 millones de euros a cuenta de una fantasmal «deuda histórica» destinada a compensar el secular atraso de ciertas infraestructuras, el virrey anunciaba gozosamente la creación de su último invento clientelar: un bono de 60 euros per cápita para que los jóvenes andaluces consuman espectáculos y otros bienes culturales previamente concertados por la benefactora Junta autonómica.
Pero la socialdemocracia española tiene otras prioridades. Por ejemplo, la del andaluz Manuel Chaves, autor de un singular modelo de Estado de bienestar construido con dineros que no recauda. Apenas unas horas después de obtener 1.200 millones de euros a cuenta de una fantasmal «deuda histórica» destinada a compensar el secular atraso de ciertas infraestructuras, el virrey anunciaba gozosamente la creación de su último invento clientelar: un bono de 60 euros per cápita para que los jóvenes andaluces consuman espectáculos y otros bienes culturales previamente concertados por la benefactora Junta autonómica.
De momento el objetivo es modesto, ya que «sólo» se repartirán 98.000 tarjetas. Seis millones de pavos, una gota en medio del océano cuatribillonario de gasto en que navega la triunfante nave del régimen chavista. Eurillos a la mar.
Otrosí: la ministra Magdalena Álvarez, antigua consejera de Hacienda en Andalucía, conserva el generoso estilo aprendido en su etapa al lado de su munífico mentor. Como titular de Fomento se muestra sensible a las dificultades del sector de la construcción, y ha decidido ayudar a paliarlas con un proyecto de 734.000 euros destinados a la reforma de su despacho y aledaños, claramente obsoletos después de que Álvarez Cascos se gastase en tiempos de mayor bonanza 78.000 pavos en su puesta al día. El remoto «homo antecessor» de Magdalena olvidó poner paneles de cerezo, sanitarios de cerámica vitrificada y demás herramientas imprescindibles para el buen gobierno de una nación moderna. La rudeza de Cascos era tan intolerable que la ministra hubo de gastar, hace sólo dos años, otros 440.000 euros en un sistema de climatización acorde con la dignidad de su rango.
La imperiosa necesidad de estos y otros gastos pasa a menudo inadvertida para algunos espíritus cicateros que los cuestionan como derroche desde una austeridad mal entendida. Tan roñosos críticos no entienden el papel del Estado en una socialdemocracia del siglo XXI, y confunden el despilfarro de los caudales públicos con la simple redistribución de la riqueza. Si no fuese por el Gobierno, quién iba a activar el consumo en una época tan letárgica.
Otrosí: la ministra Magdalena Álvarez, antigua consejera de Hacienda en Andalucía, conserva el generoso estilo aprendido en su etapa al lado de su munífico mentor. Como titular de Fomento se muestra sensible a las dificultades del sector de la construcción, y ha decidido ayudar a paliarlas con un proyecto de 734.000 euros destinados a la reforma de su despacho y aledaños, claramente obsoletos después de que Álvarez Cascos se gastase en tiempos de mayor bonanza 78.000 pavos en su puesta al día. El remoto «homo antecessor» de Magdalena olvidó poner paneles de cerezo, sanitarios de cerámica vitrificada y demás herramientas imprescindibles para el buen gobierno de una nación moderna. La rudeza de Cascos era tan intolerable que la ministra hubo de gastar, hace sólo dos años, otros 440.000 euros en un sistema de climatización acorde con la dignidad de su rango.
La imperiosa necesidad de estos y otros gastos pasa a menudo inadvertida para algunos espíritus cicateros que los cuestionan como derroche desde una austeridad mal entendida. Tan roñosos críticos no entienden el papel del Estado en una socialdemocracia del siglo XXI, y confunden el despilfarro de los caudales públicos con la simple redistribución de la riqueza. Si no fuese por el Gobierno, quién iba a activar el consumo en una época tan letárgica.
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