Zapatero, hoy por hoy, anda cazando autógrafos con una determinación digna de mejor causa. Solbes está, pero en realidad está ido, es un juguete roto, un púgil sonado. Bibiana Aído es una pesadilla a plazos. Bernat Soria, por contra, desvaría al contado. La Chacón manda firmes, Bernardino León la cuadra y el pobre Moratinos no sabe si va o viene, si se queda o se marcha. Etcétera, etcétera (y Magdalena Álvarez).
El optimismo es muy aconsejable, mientras las razones del pesimismo no lo desaconsejen. Por su poco acierto, muchas frases del presidente Zapatero nos van a ahorrar más mármol que el cuarto de baño de Tarzán.
Zapatero tendría que ser menos optimista y rogar con Juan Ramón que la inteligencia le dé el nombre exacto de las cosas, que su palabra sea la cosa misma, y no este decir sol y aparecer rayo, no este anunciar al domador de leones y que aparezcan los payasos. Como para tenerlo de vidente en una peña de quinielistas...
Nada va mal, todo mejorará...¿en qué quedamos, presidente?.
Nada va mal, todo mejorará...¿en qué quedamos, presidente?.
¿Y qué dice él? Pues como aquel que tenía incontinencia urinaria y, avergonzado de orinarse encima por la calle, obedeció el consejo de un amigo de que acudiera a un psicólogo argentino, y al año, cuando volvieron a encontrarse y el amigo le preguntó, respondió: «¡Sí, me sigo orinando! ¿Y qué pasa?».
Espero que no acabe así, pero nos confiamos, queremos contagiarnos de su optimismo, y cuando el cuerpo nos va a entrar en caja, sale una Caja como la de Castilla-La Mancha y el Gobierno tiene que hacerle el boca a boca con una millonada de urgencia.
Pero, eso sí, todo tiende a mejorar, nada empeora, esto es un resfriado, seamos optimistas.
Ojalá nunca tenga que regalarle al presidente una coplilla que quedó en la memoria de la tribu, coplilla que le sacaron a un pobre hombre que se negaba a enfermar: «Tanto miedo le tenía / a decir que empeoraba, / que él solito se engañaba / y... murió de mejoría».
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