martes, 24 de marzo de 2009

El repentismo


IGNACIO CAMACHO. Martes, 24-03-09.- ABC
UN político con un plan tiene el peligro de volverse dogmático, pero un gobernante sin proyecto se convierte en una ocurrencia ambulante, en un equilibrista del poder sacudido por la tentación del aventurerismo y la osadía.
Es lo que le ha ocurrido a Zapatero cuando la crisis le ha pulverizado la legislatura; carente de estrategias y propósitos ha caído en el recurso del efectismo, la improvisación y el repente.
Se ha vuelto ininteligible hasta para los suyos, desconcertados por los arranques impremeditados, las fintas tácticas y las bruscas maniobras compulsivas con que trata de salir del paso de cualquier manera.
El repentismo se ha apoderado de un presidente sin agenda que vive sobre la marcha a expensas de lo que se le va ocurriendo.

El sainete de la retirada de Kosovo -que sí que sí, que no que no, como la Parrala- no es más que el último episodio de esta política de amago y alharaca en la que el mago de Moncloa, con los trucos agotados, golpea desesperadamente la chistera a ver si le sale un conejo.
Un día improvisa un plan de rescate para la banca y otro decide poner en la picota a los banqueros; una semana dice en el Parlamento que no va a haber medidas de urgencia y a la siguiente comparece con un improvisado plan de empleo; a las autonomías les va repartiendo dineros según los encuentra en la caja, a los parados les va buscando limosnas sobre la marcha a cuenta del déficit, a las familias les regala bombillas para que alumbren la oscuridad de su desesperación y en medio del desbarajuste ha sacado el aborto para crear en la opinión pública la tensión que necesita para sentirse motivado.
Los ministros azacanean confusos sin saber cuáles son las prioridades, ofuscados por órdenes contradictorias.
El programa electoral es papel mojado, y ni siquiera existe un socio preferente con el que pactar algo parecido a un plan de gobernanza. Su equipo resopla, exánime y sin pulso, sin coordinación ni coherencia, sin objetivos ni ideas, a la espera de la próxima consigna que brote del laboratorio de emergencias en que se ha convertido la dirección del Estado.
La legislatura es un albur de incertidumbres para el que nadie, ni siquiera Zapatero, tiene brújula. Ya no existe ni el corto plazo; mañana está muy lejos y de ayer hace una eternidad. La política española vive en un presentismo feroz, dominado por impulsos efectistas y volantazos de urgencia para ganar tiempo.
No hay más proyecto que el de la supervivencia inmediata, el de ir tirando a ver qué pasa. El presidente urde sobre la marcha inventos con los que crear la apariencia de una acción de gobierno. Chester Himes diría que parece un ciego con una pistola, apuntando en cualquier dirección entre la alarma de los viandantes. Pero en esta política de simulación, vacía de ideas y hueca de proyectos, hasta la pistola es de fogueo.

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