Carmen Rigalt.
Siempre estamos refugiándonos en el eufemisno. La experiencia antropológica de mis amigos sevillanos, la experiencia sociológica de Mercedes Mila en Gran Hermano o mi propia experiencia con los monjes de Silos, son ejemplos claros. Lo de Wyoming no es un eufemismo. De él quiero hablar precisamente. Wyoming se pasa la vida mentando a los curas. Me recuerda a los ateos que siempre hablan de Dios. La gente no cuestiona a Wyoming porque tiene talento, forma parte del ideario y todo lo que dice, va a misa. Pero bien pensado, trabaja para el enemigo. Seguro que los fans de la Conferencia Episcopal se zampan raciones dobles de Wyoming antes de salir de manifestación a invocar a las madres de los progres.
Para muchos (no para Wyoming), la religión es algo ajeno que merece, cuando menos, indiferencia y cuando más, respeto. Las reformas de la ley del aborto están suficientemente argumentadas. Recurrir a la provocación no es sino poner armas en manos de los bocazas. Estando, como estoy, más cerca de Wyoming que de los curas, desapruebo sus esperpentos. A este paso acabarán llenando las iglesias.
Para muchos (no para Wyoming), la religión es algo ajeno que merece, cuando menos, indiferencia y cuando más, respeto. Las reformas de la ley del aborto están suficientemente argumentadas. Recurrir a la provocación no es sino poner armas en manos de los bocazas. Estando, como estoy, más cerca de Wyoming que de los curas, desapruebo sus esperpentos. A este paso acabarán llenando las iglesias.
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