lunes, 23 de marzo de 2009

«Prestige» y «desprestige»


José María Carrascal.- ABC.
AHORA resulta que la decisión del gobierno Aznar de ordenar al «Prestige» alejarse de las costas gallegas «fue prudente y razonable a la vista de las circunstancias del caso», según ha sentenciado la jueza encargada del mismo, después de estudiar los 192.113 folios que incluye la instrucción y escuchar a los expertos. O sea que todas aquellas acusaciones, manifestaciones, agitaciones, indignaciones y vociferaciones eran una farsa. Como la plataforma «Nunca Máis», que debería haberse llamado «Nunca verdade», pues su auténtico objetivo no era limpiar sus costas, sino desgastar al gobierno Aznar . Si de paso se conseguían unos euros, miel sobre hojuelas. Lo consiguieron. Aunque visto en qué ha quedado el caso, lo más acertado sobre él lo escuché en una sobremesa durante mis últimas vacaciones en Galicia, con la crisis asomando las orejas, la queimada desatando lenguas y la nostalgia en los corazones. «¡Qué ben nos faría outro Prestige!», dejó escapar como un suspiro uno de los comensales, mientras los demás asentían.
Pues el «Prestige» representó un río no sólo de simpatías hacia Galicia, sino también de ayudas, que cubrieron de sobra los daños causados por la marea negra. Aunque los mayores efectos fueron políticos. Aquella movilización general contra el PP unido a otro shock, también orquestado, el del 11-M, le haría perder tanto el gobierno de la nación como el de aquella comunidad en las siguientes elecciones. Y es que en orquestar desgracias y en contar mentiras no hay quien gane al equipo que nos gobierna.
La última muestra es esa retirada de nuestras tropas de Kosovo antes de finalizar el verano, anunciada por la ministra de Defensa y desmentida por el secretario de Presidencia, sin que el Presidente haga otra cosa que sonreír bobaliconamente, que es lo que hacen los mentirosos compulsivos cuando les pillan en una de sus trolas. Posiblemente le gustaba la idea de traerse esas tropas para aliviar la crisis, y dijo a doña Carmen que sí. Pero ante la durísima reacción norteamericana, ordenó a Bernardino que diera marcha atrás, lo que hizo. Lo malo fue que doña Carmen es de armas tomar, no sólo por el cargo, y exigió cumplir lo acordado, dejando al bisoño diplomático con el trasero al aire. Ninguno de los dos mintió, se limitaron a cumplir las ordenes recibidas. El autor del desaguisado fue su jefe, que miente no sólo a los rivales, sino también a su propio equipo, mera carne de cañón para él.
Es fácil jugar con las palabras y decir que éste va a ser el «desprestigio» de Zapatero. Pero para perder el prestigio hay que tenerlo, y él ni siquiera lo tenía cuando accedió a la presidencia del gobierno español. ¿Luego? Luego, ¿qué voy a contarles que ustedes no sepan? Ahora empiezan a saberlo los extranjeros.

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