lunes, 30 de marzo de 2009

Un pacto para la esperanza


¿Puede funcionar el pacto del PSE y el PP en el País Vasco? A mi alrededor no veo más que escepticismo. La mayoría cree que el acuerdo saltará por los aires antes de un año. Yo creo que todo depende de la voluntad política de ambos partidos y que tanto socialistas como populares cometerían una grave irresponsabilidad con consecuencias electorales si, por intereses egoístas, dinamitaran el primer ensayo serio que se ha producido en 30 años para establecer un régimen de libertad en la comunidad autónoma más castigada por el terrorismo.

Veamos como se ha llegado al acuerdo. Tras las elecciones del 1 de marzo, el PSE obtuvo 25 escaños y el PP logró 13. Es decir, 38 escaños: mayoría absoluta en un Parlamento que cuenta con 75 diputados.
La matemática había derrotado al PNV (30 escaños). Se produjo la combinación necesaria para desalojar a los nacionalistas del poder después de tres décadas.
Los populares dijeron desde el primer momento que apoyarían a Patxi López como lehendakari.
Los socialistas se sintieron vencedores morales y mostraron su deseo de gobernar en solitario.
El PNV no dio opciones a la duda. Utilizaron toda su artillería verbal y mediática para calificar su eventual desalojo del poder como una «desestabilización» política, una especie de golpe de Estado sin violencia.
En la primera reunión que mantuvieron los representantes del PSE y del PP las cosas no fueron muy bien. Los socialistas se mostraron arrogantes. Querían que el PP les votase la investidura sin condiciones previas. No estaban dispuestos a alcanzar acuerdos políticos que limitasen su capacidad de maniobra. Es decir, la posibilidad de llegar a acuerdos futuros con el PNV.
Antonio Basagoiti, que ha tenido en estas semanas su bautismo de fuego como líder del PP vasco (un papel más que difícil tras la salida traumática de María San Gil), ha jugado sus cartas con prudencia e inteligencia. Desde Madrid, Rajoy, Cospedal, Arenas e incluso Mayor Oreja, le han aportado ideas. Pero, al final, ha sido él quien ha llevado el timón.
Por increíble que parezca, el PSE ha ido virando poco a poco hacia el pacto. ¿Motivo? La intransigencia de un PNV echado al monte e incapaz de asumir su derrota.
Los socialistas se dieron cuenta de que el PNV iba a intentarlo todo para hacer fracasar un gobierno en minoría, y se percataron de que tenían que llegar a un acuerdo firme, estable, con el PP, como única forma de resistir las embestidas nacionalistas.
El PNV va a jugar a la contra en todo momento. Incluso es muy posible que Ibarretxe decida continuar para dirigir desde la oposición la reconquista del poder. En lugar de moderarse, al menos hasta el momento, los nacionalistas se han radicalizado aún más. En el PNV se piensa que el nuevo gobierno no terminará la legislatura y se verá forzado a convocar elecciones anticipadas.Ese, piensan, será el momento de volver a Ajuria Enea.
Así las cosas, lo que parecía imposible hace tan sólo cuatro semanas, se ha ido convirtiendo en realidad.
El PP tuvo muy claro desde el primer momento que su estrategia negociadora no podía basarse en un reparto de cargos. Basagoiti estableció tres bases para un acuerdo político que pudiese dar estabilidad al nuevo gobierno:
1º La derrota de ETA.
2º La deslegitimación de Batasuna.
3º Una política lingüística que no discriminase al castellano.

Poco a poco, con discreción, se ha ido fraguando el pacto. En total han sido 11 reuniones: tres públicas y ocho secretas. Y, cómo no, llamadas telefónicas entre López y Basagoiti.
Por parte del PSE el hombre más proclive al acuerdo ha sido Rodolfo Ares, que siempre ha visto que la única alternativa posible a los nacionalistas era un pacto con el PP. Pero lo que más ha llamado la atención a los populares ha sido la postura de Jesús Eguiguren, presidente del PSE y el hombre con más peso político de la comisión negociadora.
Eguiguren, que fue el artífice de la negociación con ETA en la anterior legislatura, que se ha sentado en multitud de ocasiones con Arnaldo Otegi y que ha defendido la reintegración de los abertzales radicales a la legalidad, se ha mostrado firme y contundente ante la presión nacionalista en contra de un acuerdo con el PP.«¿El PNV? ¿Y qué nos importa a nosotros lo que diga el PNV?», exclamó en el seno de una de las reuniones en la que uno de sus compañeros sacó a colación la oposición frontal de los nacionalistas a un gobierno presidido por López.
Sí, por increíble que parezca, PSE y PP han alcanzado acuerdos en política antiterrorista, sobre la Ertzaintza, el Estatuto, la política lingüística, el tren de alta velocidad... «No tendré inconveniente en apoyar los próximos presupuestos», ha confesado Basagoiti.
¿Estamos viviendo un sueño? ¿Nos despertará la cruda realidad? Sí, soy consciente de que lo que les espera a socialistas y populares en los próximos meses no es un camino de rosas, sino más bien todo lo contrario. El acuerdo no sólo tiene enemigos externos, sino internos.
Hay gente que no olvida el incidente que se produjo en la capilla ardiente de Isaías Carrasco, asesinado por ETA el 7 de marzo de 2008. «No queremos escuchar al PP que traicionamos a las víctimas», le espetó López a Rajoy a las puertas del Consistorio de Mondragón.El líder del PP ni siquiera pudo dar el pésame a la familia del asesinado.
Hay resquemores y dudas. En el PSE algunos creen que el PP ha sido injusto y egoísta en los últimos años, los de la negociación con ETA. En el PP hay quien opina que el de ahora no es más que un paso intermedio hacia un acuerdo de los socialistas con el PNV. La aritmética parlamentaria, que ha devenido repentinamente en una aterradora soledad del PSOE en el Congreso, tampoco ayudará a consolidar el acuerdo con los populares en el País Vasco.
Muchos son los riesgos, pero también mucha la esperanza que ha despertado ese pacto entre los ciudadanos vascos, y me atrevería a decir que de toda España.
Es el momento de la grandeza política. Tanto López como Basagoiti deben ser conscientes de la relevancia de su papel en estos momentos y también de que el futuro les juzgará más por su generosidad que por los réditos que logren para sus partidos a corto plazo.Sí, el ensayo merece la pena.

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