domingo, 22 de marzo de 2009

El disgusto de Obama


DAVID GISTAU
EL ABRUPTO anuncio de la salida de las tropas españolas de Kosovo estaba saliendo impecable hasta que alguien recordó que en la Casa Blanca ya no está Bush. No permanece vigente, por tanto, ninguna de las coartadas generadas por la fotografía de las Azores y la agitación de la pancarta en las que se amparó Zetapé para el demagógico escaqueo de buena parte de las cargas aceptadas por una noción de gobierno mundial. Ese que, con vocación de desfacedor de entuertos, acude lo mismo a estabilizar una región volátil que a socorrer a las víctimas de un tsunami, o a sofocar el terrorismo en su misma guarida.
Si algo enseñó el siglo XX, el de Hitler y Stalin, el de los genocidios en Ruanda y Darfur, el de la propia guerra de los Balcanes, es que el desdén por cuanto ocurre más allá de las fronteras propias sólo produce muerte. Y que los países con poder para ello han de superar remilgos y falsos pacifismos para asociarse en la creación de un Leviatán que intervenga antes de que haya que contar calaveras en las fosas comunes. Es cierto que Bush manchó esta aspiración y llenó de argumentos a la patología antiamericana que jamás reconocerá un solo beneficio a la proyección mundial de Estados Unidos, ni siquiera cuando desembarca en Normandía, cuando dedica su inmenso potencial militar a llevar ayuda al Indico arrasado por la ola, o cuando interrumpe en Sarajevo una masacre ante la que fracasaron Europa y la ONU. Bush justificaba las espantás, pero se suponía que Obama iba a ser otra cosa: no un psicópata con espuelas, sino un profeta legitimado para liderar la comunidad mundial con el que, además, a España le urgía reparar relaciones para salir de la intrascendencia actual con que la recordará la Historia al narrar los años cruciales que empezaron con el 11-S y se agravaron con la crisis.
España no dispone ahora de excusas morales con las que rebajar el disgusto de un presidente americano, contra el cual no puede ya vivirse y paliar la reputación de potencia repentista con la que sólo se puede contar en lo que tarde en darle otra ventolera.O en necesitar otra ocurrencia cosmética para consumo interno.No estamos, y ya no se nos espera. Con gran ayuda de su rodillo mediático y del desprestigio social del PP, a Zetapé le funcionan aquí las insensatas improvisaciones con las que va distrayendo al personal y las pequeñas traiciones que le aseguran la supervivencia.Pero esas mismas ocurrencias, en las grandes ligas ni cuelan ni se perdonan. Por ello, Carme Chacón es en España un valor de futuro. Y fuera, el rostro de un gobierno desleal que no merece ni que se le pongan al teléfono.

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