JOSÉ MARÍA CARRASCAL.-Viernes, 27-03-09
DESPUÉS de haberse pasado cinco años en la más completa soledad parlamentaria, Rajoy ha tenido la satisfacción de ver a Zapatero completamente solo. Tanto han cambiado las cosas en tan poco tiempo. Y es que las desgracias nunca vienen solas y al terremoto de Galicia ha seguido el gatillazo de Kosovo, dejando al presidente en cueros.
No sé si el viento ha rolado definitivamente en la escena política española, y en vez de soplar a favor de Zapatero empieza a soplar en contra. Es demasiado pronto para decirlo, aunque abundan los indicios de ello. Lo que sí sé es que su gabinete está más quemado que los montes en verano y que ya no le sirve ni de escudo. Al revés, como le ocurrió con Bermejo y ahora le ocurre con la que era niña de sus ojos y joya de su corona, buena parte de sus miembros son lanzas contra él. Los veteranos están gastados hasta el punto de no disimular algunos sus ganas de marcharse, como ocurre al que debería de ser el protagonista de esta etapa, el titular de Economía. Los nuevos no es que sean malos, es que ni son. El Ministerio les viene tan grande, su despiste es tan enorme, que cuando hacen algo meten la pata, y cuando no hacen nada los acontecimientos les pasan por encima como una apisonadora. En cuanto al jefe supremo, el que mueve los hilos de este tinglado de marionetas, parecen habérsele cruzado los cables y haber perdido su habilidad de manipulador. A esas alturas de la farsa, cifra todas sus esperanzas en Obama, como Aznar las cifraba en Bush. Con una importante diferencia: Aznar había logrado establecer con Bush una auténtica y estrecha relación personal, mientras Zapatero sólo sueña con establecerla con Obama, sobre unas supuestas afinidades ideológicas. Aparte de que en política exterior no existen ideologías, sino sólo intereses -un principio elemental que parece desconocer Zapatero-, su despedida a la francesa de Kosovo no va a ser la mejor carta de presentación con su colega norteamericano, que puede ser un tipo amable, pero que de tonto no tiene un pelo. Y se necesita ser tonto de remate para fiarse de Zapatero, después de lo que ha hecho y deshecho, primero en España, a la que ha dejado inservible «para mi y para vos», como dejaba Don Juan a las doncellas, y ahora en el mundo, a quien empieza a dedicarse. Por no hablar ya de sus ministros y ministras, que basta que se encapriche con uno o una para que el pobre o la pobre quede para el arrastre.
Los historiadores del futuro nos dirán si el destino de Zapatero se torció definitivamente a principios de 2009 y las causas de ello. Aunque puede que no haya necesidad de echar manos del destino ni de teorías alambicadas. Simplemente, de aplicar el refrán «no se puede estar engañando a todo el mundo todo el tiempo». O de la fábula del rey que iba desnudo sin que sus súbditos quisieran verlo.
DESPUÉS de haberse pasado cinco años en la más completa soledad parlamentaria, Rajoy ha tenido la satisfacción de ver a Zapatero completamente solo. Tanto han cambiado las cosas en tan poco tiempo. Y es que las desgracias nunca vienen solas y al terremoto de Galicia ha seguido el gatillazo de Kosovo, dejando al presidente en cueros.
No sé si el viento ha rolado definitivamente en la escena política española, y en vez de soplar a favor de Zapatero empieza a soplar en contra. Es demasiado pronto para decirlo, aunque abundan los indicios de ello. Lo que sí sé es que su gabinete está más quemado que los montes en verano y que ya no le sirve ni de escudo. Al revés, como le ocurrió con Bermejo y ahora le ocurre con la que era niña de sus ojos y joya de su corona, buena parte de sus miembros son lanzas contra él. Los veteranos están gastados hasta el punto de no disimular algunos sus ganas de marcharse, como ocurre al que debería de ser el protagonista de esta etapa, el titular de Economía. Los nuevos no es que sean malos, es que ni son. El Ministerio les viene tan grande, su despiste es tan enorme, que cuando hacen algo meten la pata, y cuando no hacen nada los acontecimientos les pasan por encima como una apisonadora. En cuanto al jefe supremo, el que mueve los hilos de este tinglado de marionetas, parecen habérsele cruzado los cables y haber perdido su habilidad de manipulador. A esas alturas de la farsa, cifra todas sus esperanzas en Obama, como Aznar las cifraba en Bush. Con una importante diferencia: Aznar había logrado establecer con Bush una auténtica y estrecha relación personal, mientras Zapatero sólo sueña con establecerla con Obama, sobre unas supuestas afinidades ideológicas. Aparte de que en política exterior no existen ideologías, sino sólo intereses -un principio elemental que parece desconocer Zapatero-, su despedida a la francesa de Kosovo no va a ser la mejor carta de presentación con su colega norteamericano, que puede ser un tipo amable, pero que de tonto no tiene un pelo. Y se necesita ser tonto de remate para fiarse de Zapatero, después de lo que ha hecho y deshecho, primero en España, a la que ha dejado inservible «para mi y para vos», como dejaba Don Juan a las doncellas, y ahora en el mundo, a quien empieza a dedicarse. Por no hablar ya de sus ministros y ministras, que basta que se encapriche con uno o una para que el pobre o la pobre quede para el arrastre.
Los historiadores del futuro nos dirán si el destino de Zapatero se torció definitivamente a principios de 2009 y las causas de ello. Aunque puede que no haya necesidad de echar manos del destino ni de teorías alambicadas. Simplemente, de aplicar el refrán «no se puede estar engañando a todo el mundo todo el tiempo». O de la fábula del rey que iba desnudo sin que sus súbditos quisieran verlo.
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