miércoles, 16 de marzo de 2011

Y sin embargo se mueve

«Eppur si mouve»
LAURA CAMPMANY.

Se diría que cada equis tiempo, como cuando el terremoto de Lisboa acabó con todos los cándidos de la Ilustración, la madre Tierra nos da un aviso con uno de esos desastres naturales que ni siquiera nos habíamos atrevido a imaginar.
O sólo a imaginar, como ese superviviente del tsunami que se pellizcaba las mejillas para comprobar que el paisaje de lodo, escombros y cadáveres que le rodeaba era real, y no el escenario de una película de terror.
Creíamos que la Tierra era una buena casa, de ésas en que es difícil que alguien entre y te robe. Y resulta que no, que «eppur si muove».
Y vaya si se mueve.
Parece que a raíz del terremoto de Japón —el más fuerte que la Historia recuerda—, la mayor isla del archipiélago ha avanzado unos metros en dirección al continente asiático, y que hasta el eje de rotación del planeta se ha desplazado unos centímetros.
Tendrán, ambos reajustes, su secuela. Y si las consecuencias del seísmo, las visibles, ya son espeluznantes, otras que aún ignoramos —¿qué ocurrirá si estallan las centrales?— son absolutamente abrumadoras. Frente algo así, no basta la cautela ¡Qué poco puede el hombre ante una ola que no corta los mares, sino vuela!
Y, sin embargo, coincido con Angela Merkel en que deben extraerse lecciones.
Ya sabemos que la Tierra, cuando se enfurece, lo hace muy bien ella sola, pero también es posible que nos esté reclamando un poco más de respeto.
Respeto a su aire puro y a su metabolismo.
Respeto a sus caprichos, y a su alma de estrella.
Nos guste o no, tendremos que escucharla, como invitados de una gran señora que custodia las llaves del futuro.
Y que podría, un día, hartarse de nosotros. Tendremos, si se mueve, que movernos con ella. Y seguir trabajando, inventando, luchando por un mundo más nítido y seguro.

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