Carlo Maria Cipolla (pronúnciese Chipola para atajar las agudezas con la rima de los romos mentales) aquel sabio italiano que recopiló y divulgó las leyes esenciales de la estupidez humana, consideraba que la fortuna de las naciones dependía del porcentaje de individuos competentes o incompetentes que estuvieran instalados en el puente de mando.
Un país en ascenso es aquel en el que opera un número insólitamente alto de personas inteligentes que mantienen controlada a la fracción inevitable de beocios e ignaros.
En los países en decadencia, el esquema es el mismo, mas los acontecimientos fluyen en sentido contrario. Nos asomamos, pues, al revés de la trama.
El porcentaje de cenutrios no varía un ápice, pero su encaje en el inmenso puzzle del poder es inversamente proporcional a sus capacidades.
Si los estúpidos medran —concluye el gran Cipolla— es porque en torno a ellos florecen los incautos.
En definitiva, que así nos luce el pelo (y al señor Bono, no digamos).
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