martes, 15 de marzo de 2011

El político ciego se hace peligroso porque apenas admite la crítica

EDURNE URIARTE.
UN poco antes de que José García Abad publicara su agudo retrato de Zapatero, El Maquiavelo de León, un político francés, Édouard Balladur, publicó otro excelente libro sobre el maquiavelismo de los líderes políticos, de los franceses, de los de todos los lugares, Maquiavelo en democracia.
El libro de Balladur es un brillante tratado de psicología política del liderazgo que debería figurar como lectura obligatoria para los estudiantes de Políticas.
Y antes de eso, como lectura imprescindible para la comprensión de la degradación del liderazgo de Zapatero.
Pues todas las claves de esa degradación se hallan en ese libro, a partir de unas sobresalientes dotes de disección psicológica del comportamiento de los líderes afinadas por Balladur en su observación, no de Zapatero, sino de otros líderes que mostraron las mismas patologías antes que él.
Tres patologías en particular que resumen el momento político de una sociedad española atrapada en la ambición descontrolada de un solo hombre por mantener su poder.

*.- La megalomanía y el desprecio a los demás, en primer lugar, que son, escribe Balladur, la contrapartida ordinaria de un poder demasiado grande, ejercido por hombres demasiado poco escrupulosos.

*.- El político ciego, en segundo lugar, que se hace peligroso porque apenas admite la crítica, la verdad ya no es sino lo que le conviene y el poder le alimenta un sentimiento de superioridad al que todo parece estarle permitido.

*.- Y la intoxicación de los ánimos, en tercer lugar, la creación de lo irreversible, de la centralidad del propio líder, a través de los sobreentendidos, de las noticias falsas, de las manipulaciones de la prensa, de la eliminación de los rivales, sistemáticamente burlados, despreciados y aniquilados.

La «estrategia» de la que alardeaba hace unos días José Blanco tras la suspensión de Vistalegre consiste sustancialmente en lo anterior.
En la estrategia para la supervivencia política de Zapatero que es, a su vez, la de él mismo, la de Blanco. Con la repetición como candidato si el milagro en forma de buenos resultados electorales en mayo o de potentes signos de recuperación económica se produce. O con el control sobre la sucesión, si tal milagro no tiene lugar.
Lo más penoso es que la manipulación anterior se lleva a cabo sin que el PSOE sea capaz de contrarrestarlo, a pesar del convencimiento de que su problema central para la recuperación política es Zapatero.
Una impotencia que es responsabilidad de los propios socialistas por haber puesto en manos de su líder más mediocre en mucho tiempo un hiperliderazgo que le ha llevado a, otra expresión de Balladur, la embriaguez de la omnipotencia.

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