jueves, 23 de abril de 2009

Corazón solitario (Victoria Prego, en El Mundo)


Tuvo ayer una muy mala tarde el presidente del Gobierno. Plomiza, de poca altura, equivocando el tiro y enredándose en el inaudito empeño de anunciar al electorado que España se acerca ya al umbral de la recuperación económica. Podía haberse limitado a describir en exclusiva la amarga situación que padecemos y haber enumerado a continuación con obligada modestia los intentos que su Gobierno está haciendo para capear el temporal. Pero optó, en su más puro estilo, por intentar convencernos además de que ya se otean las lindes de la Tierra Prometida. «Se va a notar la mejoría en el empleo; estoy convencido de que la tendencia va a seguir en esa dirección; va a aumentar la renta disponible de los ciudadanos; la confianza va abriéndose camino, el próximo escenario será más favorable».
Estas cosas y otras parecidas las decía ayer el señor Rodríguez Zapatero un instante antes de que las web de todos los medios trompetearan las aterradoras previsiones del FMI sobre nuestro país. Y los efectos de aquella ducha escocesa, la de la Anunciación del presidente y la de los negros augurios del Fondo, resultaron devastadores para él, para su prestigio y para la solidez de su discurso. Pero como el FMI no es el gobernador del Banco de España, ni siquiera pudo el ministro Corbacho darse el gusto de abroncar convenientemente al organismo internacional por «alarmar de ese modo a la población».
Independientemente de los encontronazos con un Rajoy implacable y demasiado zumbón dado el asunto que nos ocupa, el señor Zapatero recibió los desplantes de todos los grupos que en otro tiempo le bailaron el agua y ahora le van a cobrar hasta la más displicente carantoña. El sabe muy bien de quién puede esperar un gesto de aproximación y cuánto le va a costar cada gesto, porque todos sus posibles socios en lo tocante a votaciones futuras se lo han dejado muy claro: el cordón de su corpiño solo lo van a soltar si hay dinero mediante.
Por eso no fue igual el trato dispensado a unos y otros portavoces.Descartada la complicidad de CiU y de PNV, al final llegó a ponerse casi untuoso con aquellos que guardan en la faltriquera los votos que le pueden salvar la cara en lo que queda de legislatura; un comportamiento como de corazón solitario que busca a alguien que le comprenda.
Con Rajoy estuvo bronco y acusatorio, pero no menos de lo que Rajoy estuvo con él. Y los dos jugaron las cartas que van a ser sus comodines en esas elecciones europeas que tanto importan a ambos. Rajoy convirtió a Zapatero en culpable único de nuestros peores males. «La culpa de lo que nos pasa es de usted, sólo de usted», dijo Rajoy. Y Zapatero sacó a pasear la acusación que tan buen resultado da al PSOE desde que Felipe González la formulara en 1993: el PP es enemigo de los trabajadores, de los parados y de los pensionistas. «Con las recetas de Rajoy se cerrarían las fábricas», dijo ZP.
A sus nuevos ministros acabó cubriéndoles de un manto de grisura que deshizo en minutos el efecto de los posados de Semana Santa y hasta los primeros réditos políticos logrados por el titular de Fomento. ¿Qué fue de aquel brillo que traía en la mirada cuando regresó a España procedente del círculo mágico de Obama el Benefactor?

No hay comentarios: