viernes, 24 de abril de 2009

Conspiración de silencio


Vienen malos tiempos para los que se atrevan a pensar por sí mismos.
Caerá sobre ellos todo el peso de un partido bien organizado, con una concepción leninista de la política. O quizá simplemente franquista, que a veces nos empeñamos en buscar lejos de casa.
La misma suerte le espera a Rosa Aguilar. Siempre fue una señorita, nos dirán con ese regusto despectivo que tiene la palabrita en Andalucía.
El problema puede estar en la ley electoral que convierte a los partidos en máquinas anónimas de poder en manos de los secretarios de organización. Pero pienso que es más profundo, recordemos el Tribunal Constitucional. Está en funciones hace no sé cuánto tiempo y todavía no ha encontrado la manera de fallar el Estatuto de Cataluña, porque le falta valor a sus miembros para resolver en conciencia al margen de las consecuencias que tenga sobre la duración de esta legislatura y la supervivencia política de Zapatero. Suena duro, pero es una opinión libre y fundada en la evidencia empírica, ¿cuántas son las veces en que sus miembros han resuelto en contra de aquellos que les nombraron? Cuando nos encontramos a alguien que se atreve a hacerlo, como es el caso de Fernández Ordóñez o Jordi Sevilla, no contribuyamos a su martirio recordando las veces que podían haberlo hecho antes. Un país sólo es tan libre como lo son las personas que ejercen cargos de responsabilidad.

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