lunes, 27 de abril de 2009

Catapultas y trampas


Raúl Rivero en El Mundo
Nadie sabe cómo será el Socialismo del Siglo XXI. Las experiencias de los países empeñados en ese proyecto indican que lo debe construir un partido único. Ese partido está obligado a tener un líder longevo y enérgico que no permita la presencia de otras fuerzas políticas y convierta a los medios de comunicación en el trombón de la lealtad y de las alabanzas.
Eso puede adivinarse en los trabajosos procesos electorales que, mediante celadas notariales, urnas desfondadas y tánganas de revólveres, han dado poderes ilimitados a algunos promotores de esa manera peculiar de dirigir las sociedades, a paso doble, hacia la libertad y el progreso.
Los comicios celebrados este fin de semana en Ecuador -cuatro elecciones en dos años- ponen a ese país ya en la zona boscosa del cambio total -el Socialismo del Siglo XXI- que prometió Rafael Correa. Un político de 46 años, modesto y conmovido, por «pasar de ser un sencillo profesor de economía a tener el privilegio de que Dios me ponga en un lugar sumamente importante».
Correa ha colaborado para que se realizara el sueño de el Señor.
Para ello, entre otras diligencias, desde que asumió la Presidencia en enero de 2007, cerró el Congreso y trabajó con disciplina y ardor para elaborar una Asamblea Constituyente en la que sus seguidores tienen mayoría.
Como sus compañeros de viaje de Venezuela, Bolivia y Nicaragua se ha subido en los árboles y ha hecho discursos en todos los balcones. Pero el mayor enemigo del populismo está hecho de lo que más ambicionan los populistas: tiempo.
Las promesas se disuelven (y la gente se decepciona) porque el objetivo del demagogo de raza no es hallar la solución de los problemas. Su plan es permanecer al mando de la nave sin que importe el rumbo.
La prisa suele ser chapucera. Esos personajes, por tratar de darle legitimidad urgente a sus poderes, han degradado las elecciones democráticas. No existe el debate ideológico, se olvidan las propuestas que la sociedad necesita. Quedan las descalificaciones personales.
Así ha pasado ahora en Ecuador. Correa le dijo tipejo a uno de sus contendientes y oligarca panzón a otro. Ellos lo acusaron de tirano y de aprendiz de insultador.
A lo mejor el odio y los enjuagues sirven para alcanzar el bienestar de esos países. Eso si, los aguafiestas y otros hombres que conocen el paño, dicen que el Socialismo del Siglo XXI puede hacer de América Latina la mayor incubadora de dictaduras totalitarias del planeta tierra.

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