La nueva mayoría abre paso a situaciones y políticas inéditas en el País Vasco
Arantza Quiroga, vicesecretaria general del PP del País Vasco, fue elegida ayer presidenta del Parlamento de Euskadi. Obtuvo 38 votos frente a los 36 de Izaskun Bilbao, del PNV, presidenta saliente. La votación puso de relieve el cambio político que se está produciendo en esa comunidad como efecto del cambio de mayoría: que una diputada del PP presida la Cámara vasca con el apoyo de los socialistas habría sido inverosímil hace poco; y pronto se escenificará la consecuencia principal de ese cambio de mayoría: habrá un lehendakari socialista con apoyo del PP.
Por eso resulta desconcertante que el líder del PNV haya defendido la decisión de mantener la candidatura de Ibarretxe a la investidura con el argumento de que servirá para "hacer visible" que Patxi López cuenta con menos escaños que el candidato nacionalista. Lo que previsiblemente evidenciará la investidura es que Ibarretxe ha perdido la mayoría parlamentaria; y la investidura se otorga a quien demuestra disponer en la Cámara de apoyos suficientes para gobernar.
El acuerdo firmado esta semana por el PSE y el PP vasco no es propiamente un programa como los electorales de los partidos, sino un compromiso en torno a una serie de prioridades compartidas; pero no es casual que desde su título (Bases para un cambio democrático) proclame su voluntad de ser cauce para ese cambio político tras 30 años de dominio del PNV. Se ha pasado de la aspiración a influir o condicionar las decisiones de la mayoría nacionalista, a poder decidir democráticamente. Eso es el cambio. La pluralidad de la sociedad vasca puede expresarse en gobiernos transversales, como ocurrió entre 1986 y 1998; pero esa pluralidad se afirma también mediante la alternancia.
Tras 10 años de gobierno de frente nacionalista con programa soberanista, la alternancia era condición para que vuelvan a ser posibles en el futuro fórmulas transversales: del PNV con el PSE; o con el PP, tan interesado como el que más en un PNV de nuevo autonomista, con el que pueda alcanzar acuerdos de Gobierno tanto en Euskadi como en el ámbito español.
El acuerdo incluye el compromiso del PP de no dejar en minoría a Patxi López, a cambio de lo cual los populares obtienen el reconocimiento de que la alternativa a Ibarretxe es conjunta de ambos partidos, lo que se plasma en la existencia de esas bases programáticas compartidas. Sus ejes principales son las medidas contra la crisis y la política antiterrorista. Las propuestas económicas no difieren mucho de las contenidas en el programa del PNV, por lo que no parece imposible asociar a ese partido al necesario consenso en la materia.
Más difícil será lograrlos en materia de deslegitimación de ETA. A quien ayer deslegitimó el portavoz nacionalista Joseba Egibar fue al Parlamento salido de las urnas, considerándolo no representativo de la sociedad vasca por la ausencia de los sucesores de Batasuna; mal se les convencerá por esa vía de que sólo serán legales si hacen abandonar a ETA o se separan de ella.
Arantza Quiroga, vicesecretaria general del PP del País Vasco, fue elegida ayer presidenta del Parlamento de Euskadi. Obtuvo 38 votos frente a los 36 de Izaskun Bilbao, del PNV, presidenta saliente. La votación puso de relieve el cambio político que se está produciendo en esa comunidad como efecto del cambio de mayoría: que una diputada del PP presida la Cámara vasca con el apoyo de los socialistas habría sido inverosímil hace poco; y pronto se escenificará la consecuencia principal de ese cambio de mayoría: habrá un lehendakari socialista con apoyo del PP.
Por eso resulta desconcertante que el líder del PNV haya defendido la decisión de mantener la candidatura de Ibarretxe a la investidura con el argumento de que servirá para "hacer visible" que Patxi López cuenta con menos escaños que el candidato nacionalista. Lo que previsiblemente evidenciará la investidura es que Ibarretxe ha perdido la mayoría parlamentaria; y la investidura se otorga a quien demuestra disponer en la Cámara de apoyos suficientes para gobernar.
El acuerdo firmado esta semana por el PSE y el PP vasco no es propiamente un programa como los electorales de los partidos, sino un compromiso en torno a una serie de prioridades compartidas; pero no es casual que desde su título (Bases para un cambio democrático) proclame su voluntad de ser cauce para ese cambio político tras 30 años de dominio del PNV. Se ha pasado de la aspiración a influir o condicionar las decisiones de la mayoría nacionalista, a poder decidir democráticamente. Eso es el cambio. La pluralidad de la sociedad vasca puede expresarse en gobiernos transversales, como ocurrió entre 1986 y 1998; pero esa pluralidad se afirma también mediante la alternancia.
Tras 10 años de gobierno de frente nacionalista con programa soberanista, la alternancia era condición para que vuelvan a ser posibles en el futuro fórmulas transversales: del PNV con el PSE; o con el PP, tan interesado como el que más en un PNV de nuevo autonomista, con el que pueda alcanzar acuerdos de Gobierno tanto en Euskadi como en el ámbito español.
El acuerdo incluye el compromiso del PP de no dejar en minoría a Patxi López, a cambio de lo cual los populares obtienen el reconocimiento de que la alternativa a Ibarretxe es conjunta de ambos partidos, lo que se plasma en la existencia de esas bases programáticas compartidas. Sus ejes principales son las medidas contra la crisis y la política antiterrorista. Las propuestas económicas no difieren mucho de las contenidas en el programa del PNV, por lo que no parece imposible asociar a ese partido al necesario consenso en la materia.
Más difícil será lograrlos en materia de deslegitimación de ETA. A quien ayer deslegitimó el portavoz nacionalista Joseba Egibar fue al Parlamento salido de las urnas, considerándolo no representativo de la sociedad vasca por la ausencia de los sucesores de Batasuna; mal se les convencerá por esa vía de que sólo serán legales si hacen abandonar a ETA o se separan de ella.
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