lunes, 19 de enero de 2009

Democracia de la imagen


IGNACIO CAMACHO. Lunes, 19-01-09
GRAN parte de la supremacía política de Zapatero, la que le permite salir casi indemne del crítico colapso socioeconómico, se basa en la instauración de una especie de democracia de la imagen en la que los gestos sustituyen a las ideas y la apariencia, a los proyectos.
Un discurso político trivial toma ventaja cuando se adapta a las exigencias del formato masivo y se difunde a través de la televisión como si fuese un apéndice de «El diario de Patricia».
Por eso los principales asesores del presidente, los que de verdad le ayudan a ganar elecciones, son productores o programadores audiovisuales, que conocen el modo de transmitir mensajes simples envueltos en contenidos superficiales.
Mientras la oposición se obsesiona con el minutaje de los informativos, el zapaterismo vierte su esquemática doctrina en las series de máxima audiencia, con una demoledora eficacia de penetración. La ideología del poder no está en los telediarios, sino en las comedias de situación que ocupan el prime time.
Esa estrategia subliminal impregna también el lenguaje político, a menudo reducido a flashes visuales que concentran los ya clásicos mantras -como el de la pazzzzzzz o el ya casi abandonado del talante- en que se apoya la liviana retórica del Gobierno.
El smoking de Carmen Chacón en la Pascua Militar eclipsó el debate sobre una ordenanza que autoriza la desobediencia en el Ejército.
La exultante juventud de Bibiana Aído constituye en sí misma la razón de su racionalmente insultante presencia en el gabinete. El descorbatamiento estival de Miguel Sebastián suplantaba el discurso sobre el cambio climático.
Y hasta las cejas circunflejas del presidente se convierten en logotipo de una ideología de la banalidad.
En este marco -Lakoff dixit- de democracia icónica, la oposición tiene perdido el hilo.
El torpe aliño indumentario de Rajoy se estrella contra los trajes de Armani, prototipo de la elegancia invisible, que cubren la airosa percha corporal de Zapatero, y cuando el PP intenta penetrar en terreno de su oponente se enreda en una dialéctica trabada entre tobillos, sean desnudos como los de Soraya o cubiertos con calcetines como los de Esperanza Aguirre.
Entre polémicas tobilleras, la derecha se zancadillea a sí misma, incapaz de responder con naturalidad a la propuesta de una izquierda que ha renunciado a la profundidad de conceptos para ensancharse en las dos dimensiones de una pantalla.
Si Leire Pajín o cualquier otra mujer socialista hubiese posado descalza con el aire sugestivo de la machadiana hora de ojeras y manos sucias, habría caído una coordinada tormenta de acusaciones de machismo sobre todo aquel que osara criticarla.
En el PP el cainismo ciega cualquier estrategia; sus dirigentes prefieren morder la pantorrilla de una compañera que la yugular del oponente.
Y mientras se entretienen con el bocado, Zapatero debe de tener ya a punto el guión de su próxima puesta en escena.
Vean el siguiente vídeo:´

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