La ruptura pactada, 25 años después. SANTIAGO CARRILLO
Tras la muerte de Franco, (…) la cuestión comunista se convierte en un asunto clave. (…) hay un plan de alcance internacional en el que coinciden con algunas cancillerías sectores amplios de la socialdemocracia internacional y (…) los poderes fácticos españoles, (…) consistente en lograr que en España no se repita el modelo político italiano.
Con este fin se ha previsto que el Partido Comunista, en el mejor de los casos, sólo será legalizado algunos años después de que lo sean los otros partidos, a fin de dar a éstos la posibilidad de recuperar el tiempo perdido, es decir, de darse una organicidad que no han conseguido lograr bajo la dictadura y que el PCE sí tiene.
(…) En 1976, el PCE era el único partido organizado a escala estatal, con capacidad para movilizar masas en la calle y para pesar con ellas en el cambio político. Su influencia en CCOO, en el movimiento universitario, así como en amplios círculos intelectuales y artísticos era innegable. Esa fuerza resultaba insuficiente para derribar el poder del Estado franquista, pero lo bastante considerable para impedir su exclusión en el cambio.
(…) Eramos conscientes de las posibilidades reales del momento. Cuando hablábamos de ruptura democrática, no hablábamos de revolución social, sino de un gobierno provisional que decretara la amnistía, la libertad de partidos y organizaciones sociales, la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes y el Estatuto de autonomías de la República para Cataluña y Euskadi: eso significaba el término de ruptura democrática.
Nuestra política de reconciliación nacional había contribuido (…) a ganar para nuestras filas a muchos de los hijos de los que habían ganado la guerra y a alcanzar considerable influencia entre los sectores de base cristianos. (..) Creo que en la dirección del partido éramos muy conscientes tanto de nuestra fuerza como de sus límites. En España la alternativa no se planteaba entonces entre República y Monarquía, sino entre democracia y dictadura. Sabíamos que el líder del movimiento reformista surgido en el interior del régimen era el Rey Don Juan Carlos. En la práctica hubo un momento, hasta que el pueblo fue libre para votar en que las dos fuerzas más efectivas éramos los reformistas y nosotros. Recuperado el sufragio universal como medio de medir la fuerza, la correlación anterior se modificó.
Aceptamos la monarquía como forma política del Estado porque era la forma de lograr el cambio democrático. Y ya no era la monarquía borbónica tradicional, era una Monarquía parlamentaria, que incorporaba un principio de la Revolución francesa: la soberanía del pueblo como fuente de todos los poderes del Estado.
(…) ¿Hubo ruptura o no en España? Hay personas que niegan la ruptura entre el régimen de Franco y el actual. Lo que no hubo fue una ruptura revolucionaria. Pero la verdad es que nadie la pretendía en su momento. (…) La verdad es que después de la Guerra Civil y los desastres que la siguieron, el único camino posible de cambio fue el que tomamos.
(…) una ruptura pactada con los reformistas, la hubo y sobre los cuatro puntos propuestos. Y lo que provocó la ruptura fue precisamente la legalización del PCE: la ruptura definitiva entre reformistas y ultras franquistas que generó algún intento de golpe de Estado como el del 23-F.Gracias a esa ruptura logramos una Constitución avanzada; Si la tuviéramos que hacer hoy, en plena globalización neoliberal, no lo habría sido tanto.
(…) Santiago Carrillo fue secretario general del Partido Comunista. Publicado en el Mundo del 8 de abril de 2002.
Tras la muerte de Franco, (…) la cuestión comunista se convierte en un asunto clave. (…) hay un plan de alcance internacional en el que coinciden con algunas cancillerías sectores amplios de la socialdemocracia internacional y (…) los poderes fácticos españoles, (…) consistente en lograr que en España no se repita el modelo político italiano.
Con este fin se ha previsto que el Partido Comunista, en el mejor de los casos, sólo será legalizado algunos años después de que lo sean los otros partidos, a fin de dar a éstos la posibilidad de recuperar el tiempo perdido, es decir, de darse una organicidad que no han conseguido lograr bajo la dictadura y que el PCE sí tiene.
(…) En 1976, el PCE era el único partido organizado a escala estatal, con capacidad para movilizar masas en la calle y para pesar con ellas en el cambio político. Su influencia en CCOO, en el movimiento universitario, así como en amplios círculos intelectuales y artísticos era innegable. Esa fuerza resultaba insuficiente para derribar el poder del Estado franquista, pero lo bastante considerable para impedir su exclusión en el cambio.
(…) Eramos conscientes de las posibilidades reales del momento. Cuando hablábamos de ruptura democrática, no hablábamos de revolución social, sino de un gobierno provisional que decretara la amnistía, la libertad de partidos y organizaciones sociales, la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes y el Estatuto de autonomías de la República para Cataluña y Euskadi: eso significaba el término de ruptura democrática.
Nuestra política de reconciliación nacional había contribuido (…) a ganar para nuestras filas a muchos de los hijos de los que habían ganado la guerra y a alcanzar considerable influencia entre los sectores de base cristianos. (..) Creo que en la dirección del partido éramos muy conscientes tanto de nuestra fuerza como de sus límites. En España la alternativa no se planteaba entonces entre República y Monarquía, sino entre democracia y dictadura. Sabíamos que el líder del movimiento reformista surgido en el interior del régimen era el Rey Don Juan Carlos. En la práctica hubo un momento, hasta que el pueblo fue libre para votar en que las dos fuerzas más efectivas éramos los reformistas y nosotros. Recuperado el sufragio universal como medio de medir la fuerza, la correlación anterior se modificó.
Aceptamos la monarquía como forma política del Estado porque era la forma de lograr el cambio democrático. Y ya no era la monarquía borbónica tradicional, era una Monarquía parlamentaria, que incorporaba un principio de la Revolución francesa: la soberanía del pueblo como fuente de todos los poderes del Estado.
(…) ¿Hubo ruptura o no en España? Hay personas que niegan la ruptura entre el régimen de Franco y el actual. Lo que no hubo fue una ruptura revolucionaria. Pero la verdad es que nadie la pretendía en su momento. (…) La verdad es que después de la Guerra Civil y los desastres que la siguieron, el único camino posible de cambio fue el que tomamos.
(…) una ruptura pactada con los reformistas, la hubo y sobre los cuatro puntos propuestos. Y lo que provocó la ruptura fue precisamente la legalización del PCE: la ruptura definitiva entre reformistas y ultras franquistas que generó algún intento de golpe de Estado como el del 23-F.Gracias a esa ruptura logramos una Constitución avanzada; Si la tuviéramos que hacer hoy, en plena globalización neoliberal, no lo habría sido tanto.
(…) Santiago Carrillo fue secretario general del Partido Comunista. Publicado en el Mundo del 8 de abril de 2002.
No hay comentarios:
Publicar un comentario