jueves, 9 de octubre de 2008

¿De quién son los bancos?


José María Carrascal, en ABC (Miércoles, 08-10-08), escribe:
"ES ésta una pregunta que nadie ha hecho a lo largo de toda la crisis, pese a ser fundamental. Legalmente, los bancos son de sus accionistas, como toda sociedad anónima. Pero los accionistas son tantos que sólo se enteran del estado del mismo en la junta anual, donde se les presenta un panorama brillante. Pueden formular preguntas incómodas, pero si el dividendo a repartir es sustancioso, algo que se habrá procurado a cualquier precio, quedarán aplastadas por el voto mayoritario. El consejo de administración es, teóricamente, quien lleva la entidad. Pero el papel de ese consejo no supera mucho el de los accionistas, pues se limita, salvo raras excepciones, a seguir las directrices del presidente, que ha elegido a la mayoría de sus miembros y puede por tanto cesarles. Con lo que tenemos que, en la práctica, es el presidente quien maneja la entidad como si fuera su dueño. Cuando no lo es, ya que su participación en el accionariado es centesimal, y a veces, ni eso. Sin embargo, vende, compra, invierte, expande, reduce como si le perteneciese, y los accionistas vienen a interpretar el papel de comparsas en todas esas operaciones, pese a ser, como queda dicho, los dueños legales.
Bien mirado, sin embargo, los verdaderos dueños de un banco son quienes tienen depositado en él su dinero. Los clientes, que le facilitan el efectivo para realizar sus transacciones, al tiempo que pagan por los servicios que el banco les presta. Pero da la casualidad de que estos miles o millones de depositarios no tienen no digo ya voto, sino voz en la entidad donde han depositado sus ahorros. Aunque pueden perderlos si la dirección, para ofrecer un suculento dividendo que hipnotice a los accionistas, se ha metido en operaciones especulativas que llevan a la entidad a la bancarrota, como hemos visto tanto en Estados Unidos como en Europa.
Creo que ésta es una buena ocasión para, no voy a decir que los depositarios comiencen a tener voz y voto en la dirección de los bancos, algo impracticable, pero sí para que los gobiernos, como responsables del bien general, refuercen la supervisión de las instituciones financieras. Porque en otro caso su papel va a quedar reducido al de rescatadores con dinero público de entidades privadas que han sido mal llevadas, practicando una nacionalización a la inversa: no nacionalizan las ganancias de empresas boyantes, al estilo de un Chávez, sino las pérdidas de aquéllas en bancarrota por la mala gestión. Para evitar daños mayores, es verdad. Pero al menos hay que evitar que no vuelva a ocurrir. Aparte de evitar un riesgo aún mayor: que el público, asustado, acuda a las ventanillas de los bancos para sacar su dinero y meterlo en el colchón. Lo que significaría el derretirse de todo el sistema, para alegría de los que están contra él. Pero de quienes hay que preocuparse es de los verdaderos dueños de los bancos: los depositarios. (...)".

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