Los estrategas del PSOE sostienen que un enfrentamiento grave con laIglesia de Roma cuesta a su partido hasta dos millones de votos.
Escribe EDUARDO SAN MARTÍN .
Los obispos están en su derecho de denunciar el «relativismo moral» que sustenta algunas de esas normas, pero deben evitar la tentación de, por ello, deslegitimar al poder político desde los púlpitos o en la calle. Antes bien tendrían que preguntarse, como ya han hecho en un pasado reciente algunos de ellos, por qué una sociedad como la española, en la que una amplia mayoría de ciudadanos aún se declara creyente, hace oídos sordos en tantas ocasiones a sus dictados morales.
Del otro lado, el poder político no puede ignorar la relevancia que los sentimientos religiosos tienen en una sociedad como la española, y no sólo porque lo establezca la Constitución respecto de la religión católica. Una relevancia que no es solamente cultural.
Los obispos están en su derecho de denunciar el «relativismo moral» que sustenta algunas de esas normas, pero deben evitar la tentación de, por ello, deslegitimar al poder político desde los púlpitos o en la calle. Antes bien tendrían que preguntarse, como ya han hecho en un pasado reciente algunos de ellos, por qué una sociedad como la española, en la que una amplia mayoría de ciudadanos aún se declara creyente, hace oídos sordos en tantas ocasiones a sus dictados morales.
Del otro lado, el poder político no puede ignorar la relevancia que los sentimientos religiosos tienen en una sociedad como la española, y no sólo porque lo establezca la Constitución respecto de la religión católica. Una relevancia que no es solamente cultural.
Lo explicaba muy bien el abogado y escritor José María Ruiz Soroa hace unos meses: la sociedad no es laica, lo es el Estado, aunque la concreción de ese laicismo varía según se considere como opuesto a lo religioso o a lo meramente eclesial.
El Estado debe ser neutral ante el hecho religioso, pero la neutralidad no es ceguera. Algo de esto hay también en los últimos escritos de Habermas.
Bertone habla también de un «sano laicismo». Sus palabras no deberían ser entendidas como una simple concesión retórica por las autoridades españolas.
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