miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Fin del Pacto del Tinell?


LOS sondeos sobre la estimación de voto de los partidos políticos vascos reflejan una probabilidad alta de que se forme una mayoría no nacionalista en el Parlamento de Vitoria. Si se produce finalmente este resultado, la continuidad del PNV en el Gobierno vasco o su pase a la oposición dependerá de lo que decidan los socialistas.
Su candidato, Patxi López, se muestra muy convencido de que los nacionalistas van a pasar a la oposición y de que él será nuevo lendakari. La única posibilidad de que sea así es que cuente con el apoyo del Partido Popular en la investidura y a lo largo del mandato. Se produciría de esta manera la convergencia constitucionalista que no fraguó en 2001, con escenario y protagonistas distintos, pero con la consecuencia histórica de clausurar la hegemonía del PNV y abrir una nueva etapa en el Gobierno del País Vasco.
Sin embargo, sería un error de voluntarismo, y una muestra de ingenuidad, creer que realmente la decisión final sobre el destino del PNV está en manos del Partido Socialista de Euskadi.
La relación con el nacionalismo vasco es una política importante del Gobierno de Rodríguez Zapatero y se ha demostrado con el apoyo recíproco que PSOE y PNV se han dado para aprobar los presupuestos generales del Estado y de la Comunidad Autónoma vasca.
La opción de mandar al PNV a la oposición tendrá un coste inevitable en el apoyo de los nacionalistas al Gobierno central en el Parlamento, donde el PSOE precisa respaldos continuos de las minorías. Una cadena de derrotas parlamentarias sería letal para la estabilidad del Ejecutivo, más aún después de la crisis provocada por la dimisión de Fernández Bermejo y en un momento de recesión e incertidumbre social por la suerte económica del país.
Piense lo que piense López -salvo que actúe como lo hizo José Montilla al asegurarse la presidencia de la Generalidad sin reparar en los pactos del PSOE con CiU-, todo dependerá de Zapatero.
Además, un entendimiento entre PSE y PP podría interpretarse como una rectificación a la estrategia de aislamiento puesta en práctica contra los populares a lo largo de la anterior legislatura.
El mensaje de que «el PP se queda solo» dejaría de tener vigencia si son los socialistas los que se apoyan en su adversario en Madrid para llegar al poder en Vitoria. Esta rectificación sería perfectamente entendida por la opinión pública y demostraría que entre la izquierda y la derecha españolas hay margen para los acuerdos de Estado.
El socialismo ya gobernó con el PNV durante doce años y esta colaboración se zanjó abruptamente cuando los nacionalistas, abrumados por el Espíritu de Ermua, pactaron con ETA el acuerdo de Lizarra y la tregua de 1998.
Ninguno de los cálculos partidistas en los que podría caer Zapatero es más importante que la oportunidad histórica de implantar en el País Vasco un gobierno leal con la Constitución y el Estatuto. Sería un error imperdonable que el socialismo español no aprovechara la ocasión que pueden brindarle los electores vascos para liderar un cambio histórico, que será imposible si el PNV sigue en el gobierno autonómico.
La generosidad del PP al comprometer anticipadamente su apoyo a López deja sin argumentos al PSOE para justificar un posible pacto con los nacionalistas. Efectivamente, el nuevo País Vasco dependerá de que Rodríguez Zapatero dé prioridad a los intereses nacionales.

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