MARTIN PRIETO.
CUANDO viví bajo hiperinflación usaba los billetes de un millón de pesos para higienizarme en el baño porque valían menos que el papel higiénico que te vendían los cajeros de los boliches.
Era un disparate y en la City porteña, junto a los edificios solemnes de los bancos, «los arbolitos», individuos perfectamente identificables por su actitud oferente, te daban, desde las aceras, alucinantes cambios en negro del dólar estadounidense. Yo cambiaba en la confitería que me servía los cruasán.
Al presidente Alfonsín le estaban dando un golpe de Estado económico que acabó con él.
Con Felipe González desayunábamos en la terraza de la Embajada española en Buenos Aires y al exponerle la caótica situación, el entonces presidente propugnó para el país una economía de guerra sin especificar cómo se hacía tal cosa en un país democrático (aunque fuera una democracia de bajísima intensidad) y anunció su propósito de enviar un par de semanas a Miguel Boyer para que aportara sus brillantes ideas.
Como era de esperar, todo quedó en nada. La economía continuó destruyéndose y los precios de las cosas no subían por días ni por meses sino por horas, tal era así que se abrió la fuente de empleo de «los remarcadores», que constantemente cambiaban las etiquetas de los precios. Si eras un buen cliente, el encargado te avisaba de que compraras tal producto porque en 15 minutos aumentaba.
Fue una crisis que luego afectó a todo el cono sur americano, que llegando al absurdo tocó fondo y se produjo la normalización y la recuperación al margen de la incuria de los gobiernos.
Fue una crisis que luego afectó a todo el cono sur americano, que llegando al absurdo tocó fondo y se produjo la normalización y la recuperación al margen de la incuria de los gobiernos.
MAFO, gobernador del Banco de España, y sus jenízaros socialistas han dictaminado que España entró en el último diciembre en recesión y hay que creerles cuando sus pronósticos son pesimistas.
Desde la oposición Cristóbal Montoro augura que estamos pisando la deflación, y no exagera demasiado.
Bajan los precios y nadie compra.
Resulta patético escuchar a Zapatero en la televisión pedir a los españoles que consuman. Los ciclos económicos tienen que ver con la psicología de masas.
Los gobiernos apenas crean empleo; sólo pueden reducir el gasto público, bajar los impuestos y con lo que les sobre promover obra pública.
Me temo que seré de los pocos españoles en pasar de la hiperinflación a la deflación.
Es como vivir bajo fuego.
Los parados son las víctimas colaterales como los palestinos de Gaza: irrecuperables.
Nadie se acordará de ellos porque los futuros empleados, cuando pase la tormenta, serán los jóvenes que hoy están en el colegio.
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