Mariano Rajoy, de no haberse dedicado a la política tras cubrir sus espaldas con la titularidad en un Registro de la Propiedad -cosa meritoria-, hubiera podido trabajar, con éxito, como tragasables en un circo ambulante.
Tiene la habilidad de los viejos fakires y la compostura de los juglares medievales para, sin inmutarse, sin un gesto de dolor o desagrado, meterse un espadón por el gaznate y, sin daño alguno, sentir su cosquilleo en la andorga.
La difícil situación a la que ha llegado el PP, con varios frentes de sospecha abiertos en buen número de lugares y flagrantes casos de corrupción que, como es lógico, amplifican y explotan sus adversarios políticos, le va obligar al presidente del partido a salir de su quietismo y, tras dejar los sables en sus fundas, vestirse de negro, a lo Toni Miró -como los galanes de ERC-, y en imitación de Raphael, cantar a pleno pulmón: «Este río desbordado / no se puede controlar (...) / Escándalo, es un escándalo».
El número del tragasables, a pesar del virtuosismo que en su ejecución ha llegado a alcanzar Rajoy, ya no da más de sí. Está muy visto. El líder gallego no solo ha tragado sables, espadas, puñales y floretes; sino también carros y carretas. Ahí está el resultado: un partido a medio descomponer, enzarzado en guerras fratricidas, tocado por la corrupción, disminuido ante sus votantes y sin la autoridad moral que se requiere para ejercer un liderazgo y optar a una victoria electoral. Esa es la obra de Rajoy en sus seis años al frente del único partido de ámbito nacional que sintetiza y reúne los valores teóricos del centro derecha.
En una ya larga carrera política, Rajoy ha pasado por infinidad de cargos -locales, regionales y nacionales- sin romperlos ni mancharlos. Como los fantasmas. Si dejar huella ni logro alguno. Ahora, inmersos en una grave crisis nacional y frente a un Gobierno de probada insolvencia, la situación del PP acredita la irresponsabilidad de su cúspide. Es un escándalo. Algunos, quienes tengan algo que decir y no estén invalidados por su propia circunstancia, tendrían que hacer algo. El PP, quizás, puede resistir hasta su próximo Congreso. España no.
Tiene la habilidad de los viejos fakires y la compostura de los juglares medievales para, sin inmutarse, sin un gesto de dolor o desagrado, meterse un espadón por el gaznate y, sin daño alguno, sentir su cosquilleo en la andorga.
La difícil situación a la que ha llegado el PP, con varios frentes de sospecha abiertos en buen número de lugares y flagrantes casos de corrupción que, como es lógico, amplifican y explotan sus adversarios políticos, le va obligar al presidente del partido a salir de su quietismo y, tras dejar los sables en sus fundas, vestirse de negro, a lo Toni Miró -como los galanes de ERC-, y en imitación de Raphael, cantar a pleno pulmón: «Este río desbordado / no se puede controlar (...) / Escándalo, es un escándalo».
El número del tragasables, a pesar del virtuosismo que en su ejecución ha llegado a alcanzar Rajoy, ya no da más de sí. Está muy visto. El líder gallego no solo ha tragado sables, espadas, puñales y floretes; sino también carros y carretas. Ahí está el resultado: un partido a medio descomponer, enzarzado en guerras fratricidas, tocado por la corrupción, disminuido ante sus votantes y sin la autoridad moral que se requiere para ejercer un liderazgo y optar a una victoria electoral. Esa es la obra de Rajoy en sus seis años al frente del único partido de ámbito nacional que sintetiza y reúne los valores teóricos del centro derecha.
En una ya larga carrera política, Rajoy ha pasado por infinidad de cargos -locales, regionales y nacionales- sin romperlos ni mancharlos. Como los fantasmas. Si dejar huella ni logro alguno. Ahora, inmersos en una grave crisis nacional y frente a un Gobierno de probada insolvencia, la situación del PP acredita la irresponsabilidad de su cúspide. Es un escándalo. Algunos, quienes tengan algo que decir y no estén invalidados por su propia circunstancia, tendrían que hacer algo. El PP, quizás, puede resistir hasta su próximo Congreso. España no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario