martes, 20 de mayo de 2008

Y lo que yo digo va a misa


Leo con frecuencia las "Tribunas abiertas" de los periódicos (esas secciones en las que, con ese u otro nombre, libremente suelen expresarse quienes se atreven a escribir en ellas); se aprende mucho de las réplicas y contrarréplicas.
Un ejemplo (Diario de Teruel): "dice don Cándido Marquesán que el noventa por ciento de los que están en contra del Estatuto de Cataluña, en contra de la Educación para la ciudadanía y en contra de la Ley de la memoria histórica, no han leído los textos. Y seguramente tiene razón. Y los que están a favor de esas leyes, ¿acaso los han leído? Yo estoy convencido de que tampoco. Es más, como soy español, no tengo ni puñetera idea de nada y opino de todo, me atrevo a decir que el noventa por ciento de los que han votado al PP y al PSOE, por poner dos ejemplos, tampoco han leído los programas de esos partidos. Y lo que yo diga va a misa".

¿Se puede decir tanto en tan poco espacio?. Creo que no.

Me han llegado noticias de cómo ha resultado extraño, para quienes me conocen, el "tono" de cierto enfado de mis comentarios a los 10 Mandamientos del Diario Público sobre el laicismo. Llevo muchos años trabajando y estudiando la Historia de España y éste es un tema recurrente y aburrido, aunque letal.
Existe un sano laicismo, no solo frente a las Iglesias sino contra las religiones (como por ejemplo los nacionalismos entendidos como religión o las ideologías respiradas como dogma de fe). Ese laicismo es abierto, tolerante, respetuoso, defensor de la libertad...
Pero hay otros tipos de laicismo excluyente, que niega el hecho religioso como parte de la realidad, que no tiene nada que ver con la aconfesionalidad del Estado y que se opone al derecho que todos los ciudadanos tienen a que sean protegidas sus creencias con el único límite del respeto a la ley.

Nadie puede imponer sus creencias, tampoco nadie puede imponer la ausencia de creencias a quienes las quieren tener. Este tipo de laicismo no es una opción neutral, es una religión, una creencia, un integrismo impositivo y excluyente que se pretende imponer por la fuerza. ¡Vence, puede vencer, pero no convence!, aunque tampoco lo pretende, el vencer sí.

A este laicismo habría que aplicarle el principio: "Quien es duro con los pacíficos y blando con los violentos, proclama su propia debilidad". Por eso siempre termina fracasando.
Esto que digo no es religión, es historia, es filosofía, es libertad. Y la libertad es sagrada, aunque haya gentes y sistemas que no crean en ella.
Vuelvo al principio: "dice don Cándido Marquesán (que no tengo el gusto de conocer) que el noventa por ciento de los que están en contra del Estatuto de Cataluña, en contra de la Educación para la ciudadanía y en contra de la Ley de la memoria histórica, no han leído los textos. Y seguramente tiene razón. Y los que están a favor de esas leyes, ¿acaso los han leído?.
Yo estoy convencido de que tampoco. Es más, como soy español, no tengo ni puñetera idea de nada y opino de todo, me atrevo a decir que el noventa por ciento de los que han votado al PP y al PSOE, por poner dos ejemplos, tampoco han leído los programas de esos partidos. Y lo que yo diga va a misa".

¡A quien pueda entender, que entienda!. En esta ocasión mi tono ha sido más moderado, pero la negación de la "libertad", mía o de otro, en nombre de la defensa de mi libertad... o de la del otro ¡no lo tolero!. Y quiero seguir así.

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