sábado, 17 de mayo de 2008

Crisis en el PP y en el PSOE



PP y PSOE: dos tipos de crisis
La crisis del PP es ruidosa y abierta. La del PSOE, silenciosa, a puerta cerrada, como corresponde a un partido de raíz dogmática y estructura jerárquica.
Pero Zapatero sabe que tiene un problema con sus errores en la pasada legislatura. El problema del PP es no saber vender su acierto al denunciar la negociación con ETA y los nuevos estatutos. Por eso perdió las elecciones. Para resumir: la crisis del PP es de comunicación. La del PSOE, de hechos.
Y a Zapatero empiezan a pasarle factura sus hechos.
En el País Vasco, el PNV le pide que le ofrezca lo que ofreció a ETA en Loyola, dudosamente constitucional, mientras ETA arrecia en su ofensiva terrorista. En Cataluña, los nacionalistas le exigen más dinero, como prevé el nuevo estatuto (Con la que está cayendo).
El mayor peligro para Zapatero es que el socialismo catalán se una al nacionalismo, como empieza a hacerlo.
¿Por qué ha convocado a sus presidentes de comunidades? Juntos, quieren lograr la cuadratura del círculo: dar más a Cataluña sin quitárselo a los demás. Un imposible. Aparte de no saber vender sus aciertos, la crisis del PP arranca de su propia estructura, de estar constituido por clanes muy diversos, desde el centro moderado, profundamente democrático, a la extrema derecha, que no cree en la democracia.
Lo que siente un miembro del PP en el País Vasco, acosado sin piedad por los nacionalistas, tiene poco que ver con lo que siente uno en la Comunidad Valenciana, donde son dueños y señores. Del mismo modo, el «pepero» de Madrid puede permitirse el lujo de ser fundamentalista, mientras el de Cataluña ha de ser pragmático si quiere hacerse un hueco en una sociedad infectada de nacionalismo.
No piensa igual el seguidor del PP en Castilla y León, instalado en el Gobierno, que el de Castilla-La Mancha, condenado a la oposición.
Parecidas diferencias se aprecian en Galicia, Andalucía, Aragón, Canarias, Baleares, Murcia y otras comunidades, cada una con sus problemas específicos y sus intereses particulares. Poner de acuerdo a todos ellos, conjugar sus necesidades y engarzar sus intereses, requiere tanta sutileza como autoridad, tanta mano derecha como izquierda, tanto de prestidigitador como de domador.
Aunque todos deberían pensar que su problema es cómo vender su mensaje, no el mensaje mismo. Y recordar el congreso de Mallorca, donde UCD se deshizo.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL.

Financiación y separatismo
El tripartito que gobierna en Cataluña ya ha hecho posible que la Generalitat tenga su «embajada» en Londres. Una delegación al modo de las que ya funcionan en Madrid y Berlín y como las que se preparan en París, Nueva York, Buenos Aires, México y en una de las grandes ciudades chinas. La inauguración de la «embajada» la presidió el patriota que reclama un ejército propio para Cataluña y que, paradójicamente y en aplicación de la Constitución del 78, es vicepresidente del Govern, Josep Lluis Carod-Rovira. En la «embajada» no luce, ni por asomo, una bandera española.
Simultáneamente, CDC ha elaborado un documento, que seguramente aprobará hoy el consejo nacional del partido que lidera Artur Mas, en el que se expresa «la no renuncia del pueblo de Cataluña al ejercicio del derecho a la autodeterminación».
En el País Vasco y en Galicia también suenan tambores díscolos con la idea de España y José Luis Rodríguez Zapatero, que no suele verlas venir y que si las ve no reacciona, ha organizado una cena en La Moncloa a la que están convocados, para llegar a un acuerdo sobre el nuevo modelo de financiación autonómica, los ocho presidentes autonómicos del PSOE.
Zapatero tiende a confundir su condición de presidente del Gobierno con la de líder del PSOE y no es raro, en consecuencia, que se reúna con sus conmilitones en la sede rectora del Ejecutivo. A fin de cuentas se trata, según la costumbre presidencial, de ningunear la función y representación del Legislativo y llevar a su sede asuntos previamente resueltos y acordados; pero, cuando se intensifican los gestos separatistas y algunos líderes del socialismo no son ajenos a los movimientos centrífugos, tal que José Montilla, la irregularidad se hace patente. La financiación autonómica es asunto central del Estado y no debiera chalanearse, por mayoritario que resulte, entre los jefes de las tribus políticas en presencia. Es más, dado su componente técnico, condicionante de la voluntad política, tendría que tener más elaboración previa por parte de los expertos que acuerdos bilaterales de coyuntura; pero el rigor y Zapatero se repelen.
Manuel Martín Ferrand.

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