miércoles, 14 de mayo de 2008

Juan Manuel Piñuel Villalón


Copio literalmente del periódico EL Mundo:

'Los guardias civiles estamos vendidos en el País Vasco y Navarra'. Los agentes destinados en el País Vasco relatan que su vida 'es miserable. La mayoría de ellos sólo pide ese destino para obtener el 'derecho preferente'

DANIEL G. LIFONA
MADRID.- "La vida de los guardias civiles en el País Vasco y Navarra es miserable. Te sientes vendido, desprotegido en cuarteles muy antiguos e inseguros, y vives durante años ocultando lo que eres y a lo que te dedicas. Sólo piensas en cumplir los 36 meses del derecho preferente para poder volver a casa".
Quien cuenta esto es un guardia civil como Juan Manuel Piñuel Villalón, última víctima de ETA.

Piñuel, malagueño de adopción, sólo llevaba dos meses destinado en la casa cuartel de Legutiano (Álava), donde perdió la vida. Ahora, muchos se preguntan por qué estaba allí, lejos de su familia y de su anterior destino, Valencia.
Piñuel era uno más de los cientos de guardias civiles de Andalucía, Murcia, Extremadura o Galicia que trabajan en el País Vasco y Navarra para obtener el llamado 'derecho preferente', una norma interna que otorga preferencia a la hora de pedir destino. Piñuel quería volver a Málaga y, por antigüedad y escalafón, no tenía acceso a ninguna vacante cerca de su familia. Por eso estaba en Legutiano. Su objetivo era aguantar tres años en el País Vasco y luego regresar a casa, con su mujer y un hijo.

Mentiras para sobrevivir
"El 90% de los guardias que trabajan en las provincias vascas y Navarra van por el derecho preferente. Sólo un 10% se afincan allí porque se casan o tienen la familia cerca", explica un compañero de Piñuel que ya no trabaja en el País Vasco. Cuando consiguió el 'derecho preferente' pidió el traslado y pudo volver a su tierra.
Sin embargo, a este agente nunca se le olvidará el tiempo que pasó en el País Vasco. "La vida allí no es agradable y mucho menos en un pueblo pequeño como Legutiano, Oñate o Alsasua. No puedes decir a lo que te dedicas y durante años no tienes relación con la gente de la calle. Aunque mientas y no conozcas a nadie, todo el mundo sabe lo que eres y no tienen ningún contacto contigo. No son malas personas, pero tienen miedo". Los detalles estremecen.
Según este guardia civil, que prefiere mantener el anonimato, "la soledad y el desarraigo" son un denominador común entre los agentes que trabajan "en el norte". "Esto hace que te vuelques con los compañeros y tu vida se reduce al trabajo durante años. Vives en la casa cuartel o vas y vienes desde un piso que es como un escondite", relata.
"Todo el mundo sabe lo que eres y no tienen ningún contacto contigo. No son malas personas, pero tienen miedo", relata un guardia civil
Quienes se encuentran en esta situación trabajan durante varias semanas seguidas para acumular días libres y poder tomarse un permiso largo. Las llamadas 'continuadas'. "Vives contando los días que te faltan para volver a tu tierra", asegura. Para compensar, tienen dos meses de vacaciones al año. "Algo de verdad habrá en la presión que se soporta. Aquí no te regalan nada", puntualiza.
Sorprenden, además, las enormes precauciones que deben tomar diariamente, lo que se conoce como protocolo de Seguridad y Autoprotección (SYAP). "Tienes que evitar la rutina, alternar los horarios y los trayectos con el coche, no llamar la atención e incluso mentir a tus vecinos sobre tu trabajo. Si cambias mucho de turno, un día por la mañana y otro día por la noche, es más difícil todavía dar explicaciones o hacer amistad con alguien".
Los etarras y el entorno radical abertzale reconocen a los guardias civiles por su aspecto físico. Casi todos los agentes que están destinados en el País Vasco y Navarra son jóvenes, de complexión atlética, pelo corto, bien vestidos, hablan con acento de otras regiones y conducen coches de gama media. "Por eso me ha extrañado que el guardia muerto tuviera 41 años y una de las heridas 39. Normalmente, son más jóvenes".
En opinión de este guardia civil, las casas cuarteles del País Vasco y Navarra son edificios muy antiguos y no cumplen las medidas mínimas de seguridad. "Lo que ha pasado en Legutiano es casi inevitable en estas condiciones", asegura. "La misma infraestructura te impide reaccionar. Si el cuartel está en el centro del pueblo y se permite aparcar delante, de nada sirven las cámaras ni los inhibidores de señal, porque un coche bomba se puede accionar con un cable o un móvil".
"Los cuarteles deberían ser edificios más modernos, como los de la Ertzaintza, situados en el extrarradio de las ciudades y en lugares elevados o de difícil acceso para los terroristas", reclama el agente. "El de Legutiano, por ejemplo, es estratégicamente perfecto para los terroristas, porque tiene varias rutas de escape hacia Vitoria, Vizcaya, Guipúzcoa y Durango, que es la dirección que al parecer tomaron".
A pesar de todos los inconvenientes, este guardia civil asegura que el atentado de Legutiano "es como un estímulo más" para los agentes que trabajan en el País Vasco. "Sabemos que los terroristas están ahí, no han desaparecido ni están en el olvido, como se ha hecho creer. Siguen ahí y su intención es seguir matando", afirma.

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