domingo, 4 de mayo de 2008

Mi tierra se desertiza


El 90% del suelo aragonés evapora más agua que la que recibe por la lluvia

Aragón es una Comunidad autónoma claramente expuesta a la desertización. A pesar de que está surcada por el gran Ebro y de que en su norte tiene la reserva hídrica que siempre supone el Pirineo, la mayor parte del territorio regional se enfrenta a un riesgo creciente de desertización y buena parte de sus suelos ya son áridos.

Hay zonas desérticas y de estepa formadas de forma natural y que -caso de Los Monegros- constituyen parte de la riqueza medioambiental y paisajística de Aragón. Las cifras sobre desertización excluyen estas áreas y se centran estrictamente en las masas forestales que están sufriendo, con el paso de los años, la pérdida de la capa vegetal y la degradación de sus suelos.

Poca lluvia y altas temperaturas
Según los datos que manejan los técnicos de Medio Ambiente de la Comunidad autónoma, Aragón sufre un primer problema que es el climático: llueve poco y las temperaturas son elevadas. Eso, que ocurre en la mayor parte de su territorio, acaba provocando lo que podría denominarse como sequía endógena.

El 91,2 por ciento del mapa de la Comunidad autónoma tiene -en palabras de los expertos- «un balance hidrológico negativo». Eso significa que estos suelos pierden más agua por evaporación que la que reciben por la lluvia.
Esto ocurre en una región en la que, hoy por hoy, el nivel de desertización ya está en el 28,66 por ciento y, además, el 51 por ciento del territorio tiene un riesgo medio de convertirse en suelo árido en el futuro, según los últimos datos que manejan los técnicos autonómicos de Medio Ambiente.

Erosión
La sequía que se arrastra desde hace años está haciendo que esta situación se acentúe. Junto a la sequía, el resto de factores que sitúan a Aragón entre las regiones en proceso de desertización están el aumento de los procesos erosivos, de las pérdidas de suelo; el ya indicado «balance hidrológico negativo»; y las propias condiciones físico-climáticas que se traducen en una alternancia de períodos húmedos y secos, con precipitaciones escasas y muy concentradas.
Este panorama obliga a actuar si no se quiere que la pérdida de masa forestal en Aragón siga avanzando. Y, si lo hace, que sea lo más lentamente posible.

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