viernes, 16 de mayo de 2008

¿Crisis económica?. ¡NO!


Felipe González, en un foro al que asistía Rato, mentó la peor bicha del Gobierno. ¿Le tachará Zapatero de antipatriota o de agorero o de catastrofista?. El ex presidente del Gobierno ha dicho que hay crisis, desmintiendo al actual Presidente.

Los expertos no se ponen de acuerdo sobre si lo peor de la crisis de confianza y de liquidez que azota los mercados desde el pasado verano ha tocado fondo o no.
Si uno revisa sus declaraciones encuentra a algunos más optimistas, pero que acaban matizando su discurso, y a otros más pesimistas o más realistas, que creen que aún queda un tiempo por delante lleno de tensiones.
Algunas entidades finacieras empiezan ya a reconocer en sus cuentas el agujero de las hipotecas basura.
Pero lo que afecta a la economía, a la actividad, al consumo de las familias y a la inversión de las empresas aún no ha dado la peor cara ni en Estados Unidos, ni en Europa, y mucho menos en España, donde tenemos nuestros problemas propios y estructurales.

En las últimas horas y en el marco de un foro organizado por Repsol, han coincidido Rodrigo Rato y Felipe González y la verdad es que no se han alejado mucho en su diagnóstico de la situación. La economía española no está en la fase bajista del ciclo, ni en clara desaceleración, ni en la aceleración de la desaceleración, está en una crisis, en una fase aguda de ajuste, que ya veremos cuánto dura.
El ex presidente del gobierno dijo crisis aunque piensa que va a durar poco. Sin embargo, la gravedad de los problemas y la falta de medidas adecuadas hace pensar que es más optimismo o deseo de generar algo de confianza que otra cosa lo que ha movido a González a poner suelo a la crisis.
Por el contrario, Rodrigo Rato a pesar de que cree que la confianza vuelve poco a poco a los mercados de capitales, estamos en un momento malo ya que se combinan bajo crecimiento y alta inflación.
De hecho, Rato cree que podríamos entrar en una fase de recesión.

Es obvio que en Estados Unidos el mercado inmobiliario no ha tocado suelo y por tanto no se puede decir objetivamente que lo peor ha pasado. Para qué volver a repetir lo que piensan otros expertos mundiales o incluso el presidente del BCE que no sólo habla sino que actúa y deja claro cada vez que lo hace que hay un problema serio que es la inflación; que lo es ahora y que lo seguirá siendo, máxime si tenemos en cuenta que China está dando subidas de precios del 8,5 por ciento y que una parte acabará llegándonos.

Y, mientras, el gobierno qué hace. Pues seguir instalado en la perversión del lenguaje y en muchas ocasiones directamente en la mentira.
El martes se conocieron los datos del IPC de abril. Lejos de felicitarnos, son sin paliativos cifras para la preocupación.
Y qué dice el Gobierno. Habla de que van a mejorar las cifras, porque en algún momento se acabarán las tensiones con el petróleo y los alimentos.

El problema es que uno escucha a los expertos en estas materias y dicen todo lo contrario.
El petróleo podría ponerse a 200 dólares y la crisis alimentaria mundial puede ver su final hacia 2015.
Entonces, a qué juegan. Siguen empeñados en tomarnos por tontos. Y no olvidar en este terreno la próxima subida de la luz, en torno al 11 por ciento, que va directamente al corazón del IPC y de los presupuestos de las familias.
Y encima de todo esto, venga gasto público y ahora a revisar la financiación autonómica.
Qué momento más inadecuado económicamente y políticamente hablando. Se diría que lo que les gusta es crear tensión y problemas, aunque en el caso de la financiación sea también entre los suyos.
La realidad del país es que a la mayoría de los ciudadanos, por no decir a todos de una forma u otra, les preocupa la cesta de la compra, la hipoteca y el poder mantener su empleo.
A las empresas poder vender y poder cobrar y mantener los puestos de trabajo. Todo el mundo sabe que no se están tomando medidas. Pero, no pasa nada. Es la seña de identidad de este país. Nunca pasa nada. Y menos en este momento donde la oposición brilla por su ausencia por más que Cristóbal Montoro se desgañite exigiendo que se llame a las cosas por su nombre y se deje de mirar para otro lado.

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