domingo, 4 de mayo de 2008

Han dicho....

El presidente Leopoldo Calvo-Sotelo ha sido una figura muy relevante de la política española y le tocó vivir el último episodio protagonizado por aquellos que no aceptaban la democracia y querían una vuelta hacia atrás. Por esa razón, cuando iba a ser elegido en aquella reunión de las Cortes, el teniente coronel Antonio Tejero interrumpió la sesión con las consecuencias que todos conocemos. Pero, gracias a la intervención de Su Majestad el Rey, la situación se pudo arreglar. Y Leopoldo Calvo-Sotelo fue quien tuvo que asumir el cumplimiento del ordenamiento jurídico y que los responsables pagaran por lo que habían hecho. Eso salió muy bien, gracias en gran medida a su estupenda gestión, y se pudo liquidar el 23-F para bien de la democracia y del Estado de Derecho español”. (Manuel Fraga)

Leopoldo fue un político fino, de características hoy en desuso: mesurado, lacónico, respetable, con sentido del humor, relajado, con clara conciencia de estado y nada sectario. Accedió a la presidencia de UCD y del Gobierno en circunstancias muy difíciles, tanto en el manejo del partido como en las posibilidades de gobernación democrática.
No tuvo ocasión de destacar en la gestión de sus dificultades, pero dejó impronta de su manera de entender la política: respeto para con el adversario, elegancia dialéctica, ética para priorizar tareas, ausencia de intereses bastardos o simplemente partidistas. Si tuviera que destacar una categoría personal suya, diría que tuvo una capacidad intelectual única para convertir la ironía en sarcasmo y lo grosero en delicadeza. Era un hombre sumamente inteligente y como todas las personas con esa característica su humor era de una fineza absoluta”.
(Enrique Sánchez de León)

“Huérfano desde muy pequeño, marcada su familia por la Guerra Civil, Leopoldo Calvo-Sotelo fue un extraordinario estudiante, primero de bachillerato -siempre en Institutos públicos-, y después en la Escuela de Caminos, donde fue el número uno de su promoción. Esa brillantez intelectual y académica no le ha abandonado nunca y cuando decidió dar el paso y «meterse en política», en los años de la transición, fue una suerte contar con una personalidad de su profunda inteligencia, de su inmensa cultura y de su extraordinaria preparación.
Y ahí es donde quiero resaltar su patriotismo, en ese momento en el que siendo un brillante ingeniero y hombre de empresa decide dar el paso y ponerse al servicio de unos ideales que tenía profundamente arraigados: la democratización de España, su europeización y la plena incorporación de nuestro país a Occidente, a sus valores y a sus instituciones. Unas ideas que compartimos muchos españoles que siempre le deberemos estar agradecidos por la valentía, la inteligencia y la perseverancia con que las defendió y con las que logró hacerlas realidad en medio de unas extraordinarias dificultades. Sus esfuerzos para que la transición llegara a buen término, para que España entrara en la entonces Comunidad Económica Europea y para integrar a España en la OTAN, símbolo esencial de nuestra plena integración en Occidente, yo voy a agradecérselos siempre.
Como voy a agradecerle siempre el apoyo que personalmente me mostró cuando, desde el Ministerio de Educación, impulsé la fallida reforma del estudio de la Historia en la educación secundaria española”.
(Esperanza Aguirre)

“Las importantes decisiones que se tomaron para la modernización de España y para la integración en la entonces Comunidad Económica Europea y en la OTAN estuvieron muchas de ellas vinculadas a Calvo-Sotelo. Su figura fue clave. Su mandato atravesó grandes dificultades por los problemas internos de la Unión de Centro Democrático y por no contar con mayoría en el Congreso. No podemos olvidar tampoco que luchó por conseguir una pena importante y ejemplificadora para quienes intentaron un golpe de Estado.
El Gobierno que él presidía y del que yo era ministra de Cultura recurrió la sentencia que suponía una condena bastante leve para los golpistas. Por contra, se logró una pena ejemplificadora.
Calvo-Sotelo ha sido una persona buena, una gran persona, un hombre culto y de inteligencia fina. Fueron años difíciles en la historia de España, pero él supo como defender las cosas fundamentales y los principios básicos. Y a pesar de las dificultades experimentadas, se tomaron, como he dicho, decisiones muy importantes para la modernización de España y para nuestra presencia en Europa”
(Soledad Becerril).

Calvo-Sotelo supo afrontar todas las dificultades con ejemplar templanza, y, lejos de quedar a la espera del relevo ideológico, o de caer en un mero continuismo de la obra de Suárez, se convirtió en impulsor de valiosas reformas que aún eran necesarias para completar la transición hacia una democracia plena. En poco más de año y medio fue capaz de aprobar la entonces polémica Ley del Divorcio, de iniciar el proceso de descentralización autonómica, de formalizar el ingreso de España en la OTAN o de asegurar que ningún tipo de presión impidiera que los implicados en la trama golpista quedaran impunes. Así, el Gobierno socialista pudo recibir, tras las elecciones de octubre de 1982, una España libre de ataduras, lo que permitió que la alternancia y la función estabilizadora que le es propia cumplieran su papel con completa naturalidad.
Su fina ironía, su cultura, su lúcido distanciamiento de los acontecimientos superfluos, sin incurrir jamás en apatía o falta de compromiso, trazan el perfil de un político inteligente y preparado, así como de un hombre de Estado con una visión razonable y positiva para sus compatriotas, precisamente porque tenía mucho de compartida y no estaba al servicio de una pose personalista.
Calvo-Sotelo pasa pues a la Historia como un representante sobresaliente de aquella generación extraordinaria que supo expresar y dar forma a la voluntad de convivencia y libertad de todo un país, y, en consecuencia, como un ejemplo de cómo se debe interpretar la memoria histórica: única y exclusivamente como fuente en la que buscar puntos de encuentro entre los españoles. Por eso, su legado político tiene un único dueño: la España democrática que él contribuyó a construir”
(Alberto Ruiz Gallardón).


Calvo-Sotelo ha sido la figura clave de la España moderna. Sirvió en la Transición con la que soñaba desde los tiempos de la Juventudes Monárquicas y preparó junto con Suárez las elecciones de 1977, desde su despacho en la calle de Serrano, 40, llamando y examinando a los candidatos que proponían los diferentes partidos que se integraron en UCD. Allí se incorporó el primer Partido Popular presidido por Pío Cabanillas, que tomó el acuerdo de integrarse en la coalición de UCD. Fue éste PP el más importante por ser el que contaba con mayor implantación en toda España en aquel momento.
El segundo gran servicio lo prestó después de que UCD ganara las primera elecciones generales. En lugar de recibir ninguna prebenda fue nombrado presidente del grupo parlamentario popular, cuyos diputados pertenecíamos a muy diferentes partidos e incluso ideologías, logrando una armonía y cooperación que hizo posible la aprobación de la Constitución Española de 1978.
El tercer gran servicio a España lo ofreció cuando se vio forzado a suceder a Suárez después de su dimisión. Fue elegido presidente del Gobierno en el momento más delicado de la Transición, cuando el intento de golpe de Estado, y fue testigo excepcional de las dificultades políticas, económicas y sociales de aquel momento. Con una elegancia y voluntad democrática extraordinarias, se vio en la tesitura de protagonizar la primera alternancia que se hacía en la vigencia constitucional, transfiriendo los poderes del Gobierno y del Estado al PSOE de una manera ejemplar
Calvo-Sotelo ha vivido prudentemente y en silencio, retirado, para su familia, sus libros y sus creencias en las que he tenido el privilegio de acompañarle muchos domingos. Acudía a su misa dominical acompado de Pilar, su mujer, y con un misal en la mano con el que seguía piadosamente la liturgia. Lo hacía con la misma entrega que en su labor profesional. Ya está satisfecha su esperanza de encontrarse con Dios. Seguro que con él también habra hecho gala de su gran y fino sentido del humor”
(Blas Camacho).

En los muchos años que he conocido a Leopoldo Calvo-Sotelo, la imagen que siempre conservaré de él es la de un hombre íntegro, de sólidas convicciones religiosas, leal a la Monarquía, demócrata convencido, y con una curiosidad universal por la ciencia y la técnica, la historia y la filosofía. Aunque nacido en Madrid, se consideraba gallego, de donde procedía su familia, y en Ribadeo pasó los primeros años de su vida.
Siempre fue gran conversador, con una notable capacidad para narrar y describir situaciones, con un profundo sentido del humor. Y siempre fue perseverante en sus ideales, contribuyendo de forma notable a la creación de UCD y a afianzar políticas de gobierno en los primeros años de Adolfo Suárez.
Desde la Presidencia del Gobierno, impulsó la adhesión de España a la Alianza Atlántica con valor y determinación, prestando una contribución muy notable al papel de España en el mundo.
Siempre fue respetuoso con el adversario, aunque firme en sus convicciones, y practicó una política de diálogo con todas las fuerzas políticas y sociales, buscando el acuerdo que más conviniera a los intereses nacionales. Cuando dejó la Presidencia, lo hizo sin rencor ni amargura, y jugó después de forma ejemplar ese difícil papel de ex presidente del Gobierno.
Autor de varios libros sobre la Transición y sobre su etapa de Gobierno, mantuvo un gran interés por los temas europeos y nacionales, que tan bien conocía, y siguió al día los últimos acontecimientos, aportando en sus reflexiones y discursos su buen criterio y su preocupación por las derivas nacionalistas y las prácticas políticas que pudieran quebrar la unidad de la nación española. En la Academia de Ciencias Morales y Políticas, ingresó con un excelente discurso sobre la Transición, y participó activamente a lo largo de estos años en los diálogos y debates de la corporación.
A todos nos complacía escucharle con su palabra fácil, su respuesta rápida, su espíritu abierto y su curiosidad universal. Siempre le recordaremos como un intelectual, un notable político y, sobre todo, un hombre de bien.
En estos momentos de dolor para su familia y sus numerosos amigos, quiero testimoniar a Pilar, su esposa, que siempre estuvo a su lado y por quien siento grandísimo afecto, y a sus hijos, que siempre conservarán el orgullo de un padre ejemplar”
(Marcelino Oreja Aguirre).

Leopoldo Calvo-Sotelo era diferente. De toda su trayectoria personal y política, lo que más destacaría es su propia personalidad. Podía haber sido recordado como un brillante Ingeniero de Caminos, o un gestor de empresas, o incluso como académico o escritor, pero escogió la actividad política para demostrar y confirmar su capacidad de servicio a los demás. No voy a rememorar los jalones más importantes de su actividad pública; con seguridad, otros muchos lo van a hacer recordando momentos trascendentales de nuestra transición democrática. Los que no le han conocido, quizá no sepan que fue -por encima de todo-, un auténtico padre de familia.
El título de sus últimas memorias «Pláticas de Familia» constituye algo más que una frase improvisada. Es, por el contrario, la manera que él tenía de explicar hasta qué punto su mujer y sus hijos habían sido la referencia esencial en su vida pública. Tuve la enorme fortuna, no sólo de gozar de la amistad del presidente del Gobierno de España, sino de compartirla con la de su hijo mayor, Leopoldo, con quien colaboré durante cinco años en el Ministerio del Interior. Hablé mucho más con él cuando ya no era presidente del Gobierno, pero cuando su experiencia y su sabiduría se habían agigantado, fruto también de la lejanía de la ambición lógica de quienes se sitúan en la primera línea de la política.
Es cuando aprendí más de él, cuando reconocí su pasión por España y por la Libertad, cuando comprendí que hay personas que tienen un sentido del Estado y cuando me dí cuenta de que en España hay monárquicos de verdad.
Este ejemplar padre de familia ejerció siempre como tal. Estuvo permanentemente en la «política con mayúsculas». Es verdad que coincidíamos en ideas, incluso en simpatías y opciones políticas, pero sus reflexiones, sus consejos, siempre estaban por encima de la confrontación partidaria, siempre por encima de la melé y siempre fiel a la Transición ejemplar impulsada por Su Majestad el Rey y Adolfo Suárez.
España, la Democracia, la Monarquía y la Libertad estaban siempre en la primera línea de sus referencias permanentes, con el refuerzo de sus convicciones personales religiosas y familiares. Por ello, hoy hay muchos españoles que nos sentimos huérfanos y que recordamos a Pilar, a sus hijos, a sus hermanos, en definitiva, a su familia, de la que hoy nos sentimos de algún modo parte”
(Jaime Mayor Oreja).

El presidente Calvo-Sotelo es un estadista que pasará a la historia por haber sabido administrar con inteligencia, serenidad y cautela unos momentos verdaderamente convulsos y difíciles para la historia de España. Frente a los que buscan pasiones y emociones fuertes, el presidente Calvo-Sotelo supo encontrar soluciones para esas emociones y pasiones que plantearon elementos antidemocráticos en momentos de grave dificultad para nuestra nación. Fuí testigo, como diputado que era de aquellas Cortes a las que se intentó ultrajar, de cómo hace 27 años se intentó abortar su investidura, un 23 de febrero de 1981 que quedará tristemente grabado en nuestra historia.
Esta mañana recibiremos sus restos mortales con la emoción de saber que el presidente que ayer nos dejaba ha pasado a la historia por la puerta grande, la puerta de la soberanía y el respeto a la voluntad de su pueblo. Por eso, el Congreso abrirá su puerta de los Leones como tributo de la soberanía nacional a quien supo defenderla en momentos de grave dificultad. Que en paz descanse”
(José Bono).

Poco tiempo, pero decisivo.- La página de la democracia de este país que recoja la etapa de Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo deberá integrar la brevedad de su mandato con la intensidad democrática de ese tiempo y su trascendencia para el futuro de este país. No debió ser fácil la andadura de un Gobierno que da sus primeros pasos después de un intento de golpe de Estado. Se necesitaba entonces el hambre de democracia de todo un pueblo que se echó a la calle y una clase política y, sobre todo, un gobernante, con personalidad y energía, que entendió cuál era el futuro de España
Leopoldo Calvo Sotelo, persona culta y con una aguda ironía, mantuvo en pie las instituciones democráticas, culminó la Transición e hizo un traspaso de poderes ordenado y leal al Partido Socialista Obrero Español que, con Felipe González al frente, obtuvo una victoria electoral histórica en 1982. El centro derecha dejaba paso a la izquierda para gobernar este país y ese tránsito se desarrolló en un clima de entendimiento y convivencia democrática. Y ahí Leopoldo Calvo-Sotelo tuvo un comportamiento ejemplar. Perteneció a Unión de Centro Democrático (UCD), un partido clave en la transición de la dictadura a la democracia.
Incluso las generaciones que han nacido en democracia deben mirar hacia atrás y detenerse un momento en las personas que contribuyeron decisivamente a la España actual, a los 30 años de democracia y progreso como jamás ha conocido este país. Se nos ha ido el primer ex presidente desde la restauración de la democracia en España. Esto tiene un significado. Nos obliga a pensar en las raíces de esta España de hoy, de la herencia que recibimos nuestra generación política. Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo e incluso Felipe González posteriormente, son políticos cuya biografía deberá ser estudiada cuando se quiera entender nuestra democracia, nuestro país. Algo de ellos está en nuestra identidad como demócratas.
Leopoldo Calvo-Sotelo, en ese periodo tan corto de un año y pocos meses, nos dejó las bases sólidas para una esperanza de democracia que se consolidaría después de manera sólida y firme. Fue poco tiempo el de Leopoldo Calvo-Sotelo en el Gobierno de este país pero intenso y decisivo. Es conocido que tuvo dificultades para formar Gobierno después del 23-F. Lo hizo, dio estabilidad al país y mantuvo el diálogo con todas las fuerzas políticas. Caminó en la política con el diálogo y el entendimiento como señas de identidad, en uno de los momentos más complejos y difíciles que ha vivido este país en su reciente historia.
En este momento quiero transmitir a la familia, además de mis condolencias, un sentimiento de admiración por la persona y el político, por su contribución a la democracia y al futuro de España, por su firmeza y energía en momentos difíciles para este país. Se ha ido un ex presidente del Gobierno, que ya hace tiempo nos dejó su legado de democracia y libertad
. (José Luis Rodriguez Zapatero)

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